lunes, 13 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 28

—Pedro y tú tienen que verse.

Él se quedó mirándola y luego sonrió.

—¿Crees en Santa Claus, verdad?

—Ríete si quieres, pero ese sarcasmo en tu respuesta me dice que he tocado tu fibra sensible.

—Y esa respuesta me dice que me olvide del caso.

Sabía que no iba a conseguir nada más, lo que era otro rasgo de la familia Alfonso.

—Ya te he robado demasiado tiempo, Federico. Tengo que volver al hospital.

—¿Cómo está el bebé?

—Muy bien —sonrió ella—. ¿Quieres ver una fotografía?

—Sí, claro.

Paula sacó su cartera y le enseñó varias fotos del bebé.

—Cumplirá seis meses la próxima semana. Ya casi gatea y no tengo ninguna duda de que es un niño muy espabilado para su edad.

Federico estudió las fotos, desde las de recién nacido hasta las más actuales.

—Se parece a Pedro —dijo devolviéndole la cartera.

—La barbilla es como la mía —observó Paula mirando las fotos.

—Quizá.

Paula se fijó más y se dio cuenta de que la sonrisa del bebé y sus ojos azules eran como los de Pedro. El pelo también era negro como el que le caía a su padre sobre la frente. También tenía un pequeño hoyuelo en la barbilla, heredado de la familia Alfonso. El caso es que todo eso lo sabía. Aunque nunca más hubiera visto a Pedro, el bebé sería un recuerdo constante del hombre al que tanto había querido y que le había robado el corazón.

—Tienes razón. No se parece en nada a mí.

Él se puso de pie.

—No he dicho eso.

—No con esas palabras —dijo ella levantándose y colgándose el bolso del hombro—. Pero está claro que se parece más a los Alfonso.

—Sí. No puedo creer que no conozca todavía a mi sobrino —dijo él poniendo los brazos en jarras.

—Ahora está más guapo.

—Estoy seguro —dijo mirando al suelo, antes de mirarla a ella—. Me gustaría conocerlo, si a tí te parece bien.

Paula captó por el tono de su comentario, que se estaba refiriendo a Pedro. Aquello era un conflicto para ella. Lo cierto es que quería que su hijo tuviera la familia que ella nunca había tenido y el tío Federico era parte de ella.

—Eso estaría bien. Después de todo, eres su tío.

—Gracias.

—No hay problema.

Federico la miró unos segundos antes de hablar.

—¿Sabe Pedro que estás enamorada de él?

—¿Y quién es ahora el que cree en cuentos? Nunca tuve tiempo de saber cuáles  eran  mis  verdaderos sentimientos porque él  rompió la relación.

—¿Y ahora?—insistió Federico.

—Ahora  estamos  agotados  por  ejercer  de  padres  a  la  vez  que trabajamos y no hay fuerzas para el amor.

Temblorosa, se despidió y salió de la oficina. No estaba enamorada de Pedro. Para eso no había ido a ver a su hermano. Lo había hecho por su hijo y confiaba no estarse engañando. A pesar de aquel comentario,  no veía razón par desanimar al tío de Baltazar.  Por su  experiencia,  muchos  hombres huían de responsabilidades. No los hombres Alfonso. Ellos parecían aferrarse a ella. Lo más importante es que ambos eran miembros de la familia del bebé. Lo cierto es que el tío Federico había introducido un incómodo pensamiento en su cabeza. De ninguna manera iba a enamorarse de Pedro otra vez.

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