lunes, 20 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 44

—Se pone muy serio cuando no cumplo las órdenes e intento hacer algo.

—¿Y qué tal te va?

«Demasiado bien», pensó Paula.

—Se está portando muy bien —dijo.

—Eso está bien.

—Sí. Me trajo del hospital y se ha quedado a dormir aquí desde entonces.

Paula acarició el sofá  imaginándose la calidez de su cuerpo.  Le agradaba su continua  presencia  en el departamento, aunque  aquella situación no era la más apropiada. Aunque era una locura, en el fondo se alegraba de que hubieran tenido que quitarle el apéndice, puesto que eso le había dado la oportunidad de pasar tiempo con él. Sentía un  nudo en el estómago que nada tenía que ver con la operación y sí con el hombre que había invadido su vida como un héroe conquistador. No había hecho ningún movimiento hacia ella desde la noche en que habían hecho el amor y estaba deseando que la besara otra vez. También le gustaría que sus brazos la rodearan.

—¿Qué pasa, Pau?

 Había un tono de desaprobación en la voz de Romina.

—No sé a qué te refieres.

—Tienes esa expresión en tu rostro.

—¿Estoy pálida? —dijo llevándose las manos a las mejillas—. Sé que no tengo buen aspecto, pero ten en cuenta que acaban de operarme.

—Pero no es el aspecto típico de alguien que se está recuperando — dijo Romina apoyando los codos en las rodillas y mirándola—. Es un síntoma de recaída en el virus del amor. Te estás enamorando de Pedro otra vez. Aunque esta vez tengo que reconocer que está ganando puntos por quedarse.

Paula quiso negar aquel comentario, pero no era justo. Su amiga había estado apoyándola desde que Pedro le rompiera el corazón. Lo menos que podía hacer era ser sincera con ella.

—Tenía una buena razón para dejarme cuando se fue.

—¿De veras? ¿Te importaría contármelo?

—Después de mí, eres la mujer más escéptica del planeta —dijo Paula sacudiendo la cabeza—. Claro que voy a contártelo. La primera vez que lo destinaron a una misión en el extranjero, estaba casado. Cuando regresóconfiando  en  tener  un  reencuentro  familiar,  descubrió  que  lo  habíaengañado con su hermano.

Romina abrió  sus  verdes  ojos  como  platos  sorprendida,  mientras dejaba el vaso en la mesa.

—Dios mío…

—No es broma —dijo Paula colocándose un mechón de pelo detrás de la oreja—. Así que cuando recibió órdenes de que volviera, rompió conmigo.

—¿Pero por qué? Podría haber dicho algo en vez de dejarte plantada: no puedo hacerte promesas, seguiremos en contacto, ya veremos que pasa cuando vuelva… ¡Cualquier cosa! —dijo agitando las manos en el aire.

—Es fácil ser racional ahora —afirmó Paula dejando caer las manos en su regazo—. Creo que no quería hacerse ninguna ilusión porque no quería sufrir otro desengaño. Piensa en ello, Romi. Se fue y perdió a su familia. ¿Por qué poner esperanzas en una mujer a la que apenas conocía?

Romina abrió la boca para decir algo, pero la cerró y dejó escapar un largo suspiro.

—Entiendo lo que quieres decir —dijo después de unos segundos.

—Me alegro de que así sea —comentó Paula.

Odiaba ser pragmática. Deseaba poder mantenerse distante con el hombre que la había hecho daño. No quería hacerse ilusiones con él.

—¿Y qué vas a hacer? —preguntó Romina.

—¿Qué quieres decir? Romina jugueteó con un mechón de su pelirroja melena.

—Lo tienes siempre cerca, es el padre de tu hijo —dijo encogiéndose de hombros—. ¿Qué vas a hacer respecto a él?

—¿Por qué tengo que hacer algo?

—Te pidió que te casaras con él. ¿Cuál es la situación actual?

Buena pregunta. Paula había estado muy ocupada vigilando a Joe mientras aprendía a ejercer de padre y no había tenido tiempo de pensar en ello.

—Le dije que no.

—¿Y qué piensas ahora?

—¡Por el amor de Dios, Romi! ¿Por qué tienes que hacer siempre preguntas difíciles?

Los ojos verdes de Romina brillaron con empatía, amistad y cariño.

—Alguien tiene que hacerlo. Además, para eso están los amigos.

Paula se cruzó de brazos.

—No sé lo que siento por haberle dicho que no. Imagino que alivio, quizá.

—¿Arrepentimiento, quizá?

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