lunes, 20 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 43

Paula esperó diez minutos después de que Pedro y Baltazar se fueran al supermercado para sacar el cubo y limpiar el suelo de la cocina. Miró el reloj del microondas y se imaginó que tardaría una hora y media en comprar todo lo que le había apuntado en la lista. Después de una semana sin que la dejara mover un dedo, estaba a punto de volverse loca. Pasó la aspiradora y después llenó el cubo de agua caliente y jabón.No tardaría mucho en limpiar el resto, incluyendo el baño. Sonrió con satisfacción al ver los resultados.

—Podría comer en este suelo.

Unos golpes en la puerta la sobresaltaron. No esperaba a nadie y Pedro no llamaría puesto que tenía llaves. Al menos, confiaba en que no se le hubieran olvidado. Y aunque así hubiera sido, encontraría la manera de entrar. De ninguna manera le daría motivos para levantarse y dejar la cama. Se acercó a la puerta, miró por la ventana y sonrió.

—¡Romi! ¡Qué alegría verte! —dijo abriendo la puerta.

Su amiga la abrazó.

—La última vez que te ví tenías muchos dolores. ¿Cuánto tiempo hace? ¿Una semana?

 —Sí, creo que sí —dijo Paula.

Romina la miró de arriba abajo.

—Tienes buen aspecto.

—Ven, pasa.

Cerró la puerta y vió los bártulos de limpiar.

—Déjame guardar esto.

Después de guardar los botes en el armario, se inclinó para levantar el cubo lleno de agua y sintió un fuerte dolor.

—Trae, yo lo haré —dijo Romina—. No puedo creer que estés haciendo esto. ¿Qué te pasa? Eres enfermera.

—Sí, y ya sabes lo que dicen.

—Que somos malas pacientes. Eres la prueba de que es así —dijo su amiga, sacudiendo la cabeza y vaciando el agua del cubo.

Después de guardarlo en el armario, miró a Paula.

—Tener la casa limpia no es más importante que tu salud —añadió Romina—. Estoy segura de que el médico te aconsejó que te cuidaras. Todo lo demás puede esperar. Un poco de suciedad no te matará.

—A eso me refiero, Romi—dijo Paula apoyándose en la encimera—.Voy a volverme loca. No he podido hacer nada.

—¿Cuidar de un bebé no es nada?

 —Sí, pero él se está ocupando de todo.

Romina parecía confundida.

—¿De qué estás hablando?

—¿Podemos sentarnos? —preguntó Paula, sintiéndose repentinamente cansada.

—¿Quieres que te lleve hasta el sofá?

—No es necesario.

—Iré a buscar algo de beber.

 Mientras Paula se acomodaba en el salón, su amiga llenó dos vasos de agua y los llevó sobre la mesa, encima de unos posa vasos marcados con los dientes de Baltazar.

—Pon los pies en alto —aconsejó Romina, sentándose al otro lado del sofá para dejar sitio a su amiga.

Miró a su alrededor y vió una mecedora verde al otro lado de la mesa.

—No recordaba eso —dijo Romina.

—Es nueva. La ha comprado Pedro.

—Ya veo —dijo en tono desaprobador.

Paula se acomodó entre los cojines y suspiró.

—Odio admitirlo, pero me gusta. ¿Te ha mandado Pedro para cuidarme?

 —No —dijo Romina y dió un sorbo a su agua—. No sabía nada de tí y estaba preocupada. Como tu madre no está aquí, no sabía cómo te iría estando sola. Imagino que Pedro está supervisando tu recuperación. ¿Se está ocupando de Baltazar?

Paula asintió.

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