viernes, 31 de marzo de 2017

Enamorada: Capítulo 8

—Es una tecnología punta. El robot hace incisiones perfectas.

—Estoy segura de que tú también haces incisiones perfectas, Pedro. En caso contrario, no tendrías tan buena reputación.

—Lo hago lo mejor que puedo y soy muy bueno.

 —Y también modesto —apuntó Paula sonriendo.

—Solo digo las cosas como son. Pero ese sistema quirúrgico tiene un nivel de precisión que yo no puedo imitar. Ningún humano puede.

—Entonces lo que quieres es ser perfecto.

 Aquello no era necesario. Lo único que no quería era cometer ningún error, ni personal ni profesional. En su familia no se toleraba nada que estuviera por debajo de la excelencia. Así le habían educado y por eso era el mejor en lo suyo.

—Me gustaría saber por qué eres tan contraria a este sistema quirúrgico. Lo único que yo quiero es tener todas las ventajas disponibles para conseguir el mejor resultado en mis pacientes.

Paula  asintió a modo de aprobación, y Pedro disfrutó del dulce sabor de la victoria. Que duró muy poco.

—Mi problema es que lo que tú quieres es un gasto enorme.

—Los robots no son baratos.

—Soy consciente de ello. Pero no hay demasiado dinero en el presupuesto. Gastarlo en lo que tú quieres significa que algo igual de importante se quede sin fondos.

—¿Por ejemplo?

—Los ventiladores para los bebés. ¿No crees que es vital darles a los recién nacidos el mejor arranque posible en la vida?

—Esa es una pregunta trampa.

—Mi trabajo es tomar decisiones duras. Ojalá hubiera fondos ilimitados, pero las cosas no son así.

—Tienes razón. Y un buen comienzo en la vida de un niño es fundamental — Pedro se cruzó de brazos—. En un mundo perfecto habría dinero para todo. Pero lo mío es el corazón. Cada vez hay más enfermedades cardiovasculares, así que también es importante utilizar la última tecnología para mejorar y prolongar la vida de los padres y que así puedan guiar a esos niños hacia la edad adulta.

Paula suspiró.

—Sigo sin estar convencida de que sea la mejor manera de utilizar el dinero, pero mi jefe está de acuerdo contigo.

—Vamos a tener la oportunidad de pasar varios días juntos y podremos discutir los pros y los contras —Pedro puso las palmas de la mano en el escritorio y la miró a los ojos.

Ella abrió los ojos de par en par y el pulso le latió salvajemente en la base del cuello. Pedro se sintió felíz al ver que era capaz de afectarla de aquel modo.

—Creo que cuando volvamos a Las Vegas verás las ventajas de este gasto. Y eso no es todo.

—¿Qué más puede haber? —Paula se reclinó en la silla.

—Mientras estemos en Dallas, pienso cambiar la opinión que tienes de mí — aseguró Pedro señalándola con el dedo—. Así que estás avisada.

—Está bien saberlo. Te veré allí.

 —De hecho esa es la razón por la que he pasado por tu oficina.

Paula frunció el ceño.

—No entiendo.

—Deberíamos compartir coche mañana para ir al aeropuerto —Pedro alzó la mano cuando ella abrió la boca para protestar—. Vamos a ir en el mismo vuelo. Utilizar el mismo coche ahorrará dinero en transporte y en estacionamiento. Pensé que eso le gustaría a una dama tan ahorradora como tú.

Por primera vez desde que la conocía, Paula Chaves se quedó sin palabras. Pedro se aprovechó del silencio.

—Te recogeré a primera hora de la mañana.

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