viernes, 17 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 38

Ella puso una mano en su brazo.

—Puedo cuidarme sola.

Se quedó mirándola intensamente antes de tomar su mano entre la suya.

—¿No te das cuenta? No quiero que estés en una situación en la que tengas que hacerlo.

Mientras estudiaba su rostro, unas palabras resonaron en su cabeza:«dijo que me esperaría». De repente, Paula comprendió por qué había roto su relación con ella tan bruscamente antes de marcharse a aquella misión. No podía pedirle que lo esperara porque temía que no lo hiciera. La decepción y la deslealtad había sido por partida doble: por parte de su esposa y de su hermano. ¿Por qué pensar que podía confiar en alguien a quien hacía poco tiempo que conocía? No sabía qué hacer y después de unos segundos dió un paso al frente y lo abrazó por la cintura, apoyando la mejilla en su pecho. Él se quedó rígido unos instantes y luego la estrechó, dejando escapar un suspiro. Así que ya había averiguado un secreto. Por la mirada de angustia alabrirle la puerta al llegar, había adivinado que había algunos más y que estaba decidido a guardárselos. No estaba segura de que sonsacárselos fuera a ser interesante para ella. Pedro había tenido buenas razones para los actos que había cometido y que tanto le habían dolido. Finalmente podía perdonarle haberla dejado de aquella manera, de la misma manera que lo había perdonado por no contestar a su carta en la que le decía que estaba embarazada. Ahora lo conocía mejor. Sabía cuánto daño podía hacerle si bajaba la guardia. Si alguna vez llegaba a perdonarlo de corazón, se introduciría en un mundo de dolor.


Eran las siete de la tarde y la temperatura seguía siendo alta fuera,pero después de estar en Afganistán, pedro podía soportar el calor de Las Vegas. Atravesó el estacionamiento hasta el edificio de Paula. No se sentía como un invitado, sino como si volviera a casa. Y eso era en parte extraño y en parte maravilloso. Tenía una casa espaciosa en una de las zonas más exclusivas del valle, pero el departamento de ella se había convertido en el centro de su vida. Quizá no fuera tan extraño, teniendo en cuenta que paula y Baltazar le habían salvado la vida. Si no hubiera sido por el deseo de conocer a su hijo y de volver a verla, no estaba seguro de que hubiera sido capaz de hacer lo que hizo por salir de aquel agujero. Le debía a ellos dejar todo aquel pasado oscuro a sus espaldas y no permitir que afectara a sus vidas. No le había ido mal, a excepción de la vez en que había bajado la guardia y se había quedado dormido en su cama. Y de la vez en que le había contado todo aquello de su hermano. Cuando ella decidía algo, era imposible convencerla de lo contrario.

Cada vez que la veía le era más difícil resistirse. Quizá no fuera tan difícil si no se hubiera equivocado y no le hubiera hecho el amor. Mientras corría escaleras arriba hacia su departamento, se dió cuenta de que eso no habría cambiado nada las cosas.  Siempre  la  desearía.  Pero estaba dispuesto a demostrar que su padre estaba equivocado y que sabía hacerlo correcto. Lo correcto sería mantener sus manos apartadas de ella aunque muriera en el intento.

Lo cierto es que se sentía como si estuviera en periodo de pruebas con Paula. Le había dejado claro que no confiaba en él y no podía culparla por ello. Su actitud no dejaba adivinar demasiado, aunque hubiera cruzado la línea en su cama. En las últimas dos semanas, no le había preguntado por qué se había negado a quedarse aquella noche. La verdad era que no podía arriesgarse a tener otra pesadilla. No quería que se enterara de aquella parte oscura. Desde entonces, todo había seguido como siempre: compartir  la responsabilidad de Baltazar y visitarlos cuando podía. Como esa noche.

Deseoso de verlos, llamó a la puerta y esperó. A diferencia de la primera vez cuando se había presentado sin avisar,Paula nunca había tardado tanto en abrirle, como si estuviera ocupada conel bebé.

—¿Pau?

Llamó de nuevo, esta vez más fuerte. Se empezó a poner nervioso. Habían hablado el día anterior y sabía que iría a visitarlos después del trabajo.

—Pau, abre la puerta. Al ver que no obtenía respuesta, usó la llave que le había dado y abrió la puerta.

—¿Pau?

 —Pedro…

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