viernes, 10 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 19

—Pilota un helicóptero y trajo a mamá muy deprisa. Yo vine en ambulancia con una enfermera muy simpática —explicó.

El hombre miró a Pedro.

—Debería haberme dado cuenta por el uniforme. Normalmente soy muy observador.

Pedro se encogió de hombros.

—Tiene otras cosas en las que pensar.

El hombre extendió su mano.

—Gracias.

—De nada —dijo Pedro y luego miró a la pequeña—. Tengo que irme, Cami.

—¿Tienes que llevar a otra gente? —preguntó.

—A lo mejor.

—Gracias por quedarte conmigo. Ya no tengo miedo.

Pedro asintió, luego se despidió con la mano y pasó junto a Paula. Ella lo siguió, tratando de mantener su paso.

—Espera —dijo por fin.

—¿Para qué? —preguntó él sin girarse para mirar.

—Quiero hablar contigo.

 Él aminoró el paso. Luego se detuvo y se dió  media vuelta.

—¿Sobre qué?

—Cosas —dijo tirando de él hacia un pasillo vacío.

—¿Qué cosas?

Había muchos pensamientos rondando su cabeza, por no hablar de emociones. ¿Cómo poner en orden todo aquello?

—Eres un buen hombre, Pedro Alfonso —afirmó, diciendo lo primero que se le vino a la cabeza.

—¿Desde cuándo?

—Desde que te quedaste con una niña aterrorizada. Gracias a tí, la madre de esa pequeña podrá ver crecer a su hija.

—Lo único que hice fue pilotar el helicóptero. Los médicos y las enfermeras del hospital Mercy han hecho el milagro.

—Es un trabajo en equipo, lo sé. Pero mientras ellos se ocupaban dela parte médica, tú le dedicaste tu tiempo a Camila.

—Su madre estaba muy nerviosa. No dejaba de preguntar cómo estaba Cami. Lo único en lo que pensaba era en su hija —dijo Pedro, mirando hacia el suelo para ocultar sus sentimientos—. Me recordaba a tí.

—Así que esperaste que la ambulancia trajera a Camila —afirmó.

Él se encogió de hombros.

—Le prometí que me aseguraría de que estuviera bien.

—Pero podías haberte ido y esa mujer nunca se habría enterado. Lo más  probable  es  que  nunca  vuelvas  a verla a ella o a Cami.  Pero mantuviste tu palabra. Repito, eres un buen hombre.

Pedro se pasó la mano por el pelo mientras sacudía la cabeza. Una oscura intensidad asomó a su fría mirada.

—Hablas de cosas que no conoces, Paula.

—Pero hay otras que sí conozco —dijo poniendo la mano sobre su brazo y vio un atisbo de sorpresa en sus ojos—. Me equivoqué al no confiar en dejarte con Balta. No cometeré el mismo error otra vez.

—¿Así que vas a dejarme pasar un tiempo a solas con mi hijo?

—Siempre que quieras —dijo ella asintiendo y quitó la mano—. Tiene derecho a conocer a su padre porque eres un buen hombre.

Comenzó a marcharse, pero de pronto sintió sus fuertes dedos en la muñeca. Al rodearla con sus brazos y ver el brillo de sus ojos, se quedó sin aire en los pulmones.

—Si fuera un hombre decente, no estaría pensando en esto y mucho menos en hacerlo en medio de un hospital.

Inclinó la cabeza y rozó sus labios. Aquel beso era un reto, una prueba. No era dulce ni cortés. Sus manos eran posesivas y su boca hambrienta. Aquel beso era tan asombroso, impactante y sorprendente como el primero y el último que le dió antes de marcharse. Pero el deseo era más intenso de lo que recordaba. Cuando sus labios se abrieron instintivamente, él aceptó la invitación. Introdujo su lengua, haciendo que se quedara débil y sin aliento. Con la fuerza de su brazo rodeándole la cintura, la sostuvo contra él. Por fin apartó la boca de la de ella  y se la quedó mirando,  respirando pesadamente al igual que ella.

—Un hombre decente no habría hecho esto —dijo acariciando su mejilla—. Pero para que te quedes tranquila, nunca haría daño a mi hijo.Daría mi vida por él.

—Lo sé.

Antes de que pudiera decir nada más,  la soltó y desapareció tras la esquina. Ella se llevó los dedos a los labios. No podía pararse a pensarlo mucho que le dolería cuando volviera a irse. Y ese momento llegaría. Tenía miedo por ella. Ahora más que nunca,tenía que encontrar la manera de mantener su corazón de una sola pieza.

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