lunes, 13 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 29

—Ese hombre tiene los modales de un Neandertal.

Paula estaba furiosa mientras caminaba hacia la cafetería con su mejor amiga.

—No te lo discuto —dijo Romina Richardson—. Pero es muy bueno en lo que hace.

—Lo sé. Respeto sus aptitudes como médico, pero como persona… — comentó sacudiendo la cabeza.

Romina suspiró.

—Tienes que admitir que algunas personas, digámoslo con sutileza,carecen de sentido común. Ese paciente se pegó un tiro en la pierna, Pau.

—Aun así, el doctor Tenney no tenía por qué hacer sentir a ese hombre como si fuera una basura.

Giraron a la izquierda y siguieron por el pasillo en dirección al olor a comida y a café. Paula necesitaba una taza puesto que Baltazar apenas la había dejado dormir. La cafetería estaba al final del pasillo. Era un gran espacio abierto,con mesas en el centro y el techo se elevaba hasta la torre de la campana que se veía desde el exterior. Pasando a través de un arco había otra habitación con más mesas para sentarse. En las paredes había tablones con anuncios sobre próximas actividades. Paula y Romina se pusieron en fila en un mostrador humeante. Al otro lado, estaba el mostrador de las bebidas.

—Piénsalo desde la perspectiva de Tenney —dijo Romina—. No deja de ver cosas como el incidente del disparo en la pierna. La gente no tiene cuidado. ¿Sabías que su hermano murió hace un tiempo en la sala de urgencias?

—No  —dijo Paula mirándola sorprendida—.  ¿Qué  pasó?  ¿Estaba trabajando Martín ese día?

—No  conozco  muy  bien  los  detalles  —dijo  Romina sacudiendo  la cabeza—. Fue hace un par de años, cuando empezamos a trabajar aquí.

Las dos habían buscado trabajo juntas y habían acabado trabajando en urgencias. Paula sabía que no habría podido sobrevivir sus altibajos emocionales si no hubiera sido por su amiga.

Cada una eligió su comida, luego tomaron un refresco y pasaron por la caja para pagar. Después, eligieron una mesa cerca de la máquina del café.

—¿Quién te ha contado lo del hermano de Martín?  —dijo Paula sentándose.

—Raquel. Hace mucho tiempo que es la encargada de urgencias y conoce los secretos de todo el mundo.

«Los míos no», pensó Paula.

Nadie sabía que había ido a ver al hermano de Pedro, por lo que su secreto estaba a salvo.

—Siento lo que le pasó, pero uno creería que eso debería hacerle más amable con la gente.

—Quizá una estupidez le costó la pérdida de alguien querido —dijo Romina—. Sólo digo que…

—Romi, tan sólo estoy molesta con ese tipo.

—¿Qué tipo? —dijo Pedro apareciendo junto a ellas con toda su gloria masculina.

—No es nada —dijo Paula sintiendo que el corazón comenzaba a latirle deprisa.

—Se refiere al médico de urgencias. Está enfadada con él —dijo Romina.

—Podría darle un escarmiento —se ofreció Pedro.

Romina  sonrió a Paula antes de mirarlo.

—No todos los días una mujer consigue un ofrecimiento así. Cuando aparece un héroe…

—Por muy interesante que pueda ser ese ofrecimiento, la respuesta no está en la violencia —dijo Paula reparando en la taza que Pedro llevaba en las manos—. Creo que te estabas yendo.

—Tengo un minuto —dijo dejando la taza en la mesa y sentándose con ellas.

—¿Quién eres? —preguntó Romina sorprendida.

Paula no podía creer que nunca se hubieran conocido. De pronto, los recuerdos de su apasionado romance volvieron a su cabeza. Entonces Pedro y ella tan sólo tenían ojos para el otro y habían pasado cada minuto a solas, abrazados, desnudos…

—Romi, él es Pedro Alfonso. Pedro, ella es Romina Richardson, mi mejor amiga.

—Encantado de conocerte.

La expresión de Romina se volvió fría como el hielo. Paula le había contado todo a su amiga, cómo se había enamorado de Pedro  y cómo la había dejado de la noche a la mañana. Sabía que era el padre de  Baltazar y que había vuelto de Afganistán. Sabía todo, lo bueno y lo malo.

—Así que tú eres Pedro Alfonso.

—El mismo —dijo antes de girarse a Paula—. ¿Cómo está Balta?

—Bien. Le he dejado en casa de Mariana esta mañana y acabo de llamar para ver cómo estaba. Ahora está durmiendo como un ángel.

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