miércoles, 15 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 34

—¿Me deseas?

El brillo de sus ojos era hipnotizador al atraerla hacia él.

—Nunca he dejado de desearte.

Paula  le desabrochó un botón de la camisa.

—Entonces, creo que ya hemos hablado demasiado.

—No discutiré eso.

Paula había dicho que no había energía para el amor, pero no tuvo que esforzarse  demasiado  para  mostrarse  entusiasmada.  Poniéndose  de puntillas, apretó su boca contra la de él. Olía a madera de sándalo y a especias, además de a su propio aroma. Aquel olor hizo que se iniciara un fuego en su interior. Pedro tomó su rostro entre las manos mientras la besaba y luego fue bajando por sus hombros hasta acariciar los finos tirantes del vestido.Continuó besándola por el cuello hasta la zona sensible junto a su oreja. Un gemido de placer escapó de sus labios, debido al deseo y la necesidad que se iba acumulando en su interior. Llevada por el fuego de su interior y por el hormigueo de su piel,apenas sintió la bajada de la cremallera hasta que el vestido cayó al suelo,junto a sus pies. Se quedó frente a él, con un sujetador sin tirantes de encaje negro y bragas a juego, además de todas las inseguridades que sentía por su cuerpo después de dar a luz.

Pedro contuvo el aliento al verla.

—Si hubiera sabido lo que había bajo este vestido, no habría esperado tanto tiempo.

—¿Eso es bueno?

—¿De veras no te das cuenta de lo atractiva que eres? —preguntó incrédulo.

—He tenido un bebé. Yo… —dijo sacudiendo la cabeza.

Su mirada ardiente y su sonrisa traviesa lo dejaban claro, pero sus palabras borraron cualquier duda.

—La primera vez que te ví, pensé que eras la mujer más guapa que había visto nunca. Y ahora…

Pedro alargó las manos y la tomó por la cintura. Luego acarició sus pechos por encima del sujetador.

—Nunca pensé que pudieras volverte más guapa, pero Paula, has superado tu propio récord.

—Respuesta correcta —susurró, conteniendo el aliento al sentir sus dedos sobre los pezones— Creo que deberíamos seguir esta conversación en el dormitorio.

—Sí, señora.

Ella lo tomó de la mano y lo guió por el pasillo. El interruptor de la pared encendió la lámpara de cristal que había junto a la cama. Sin dudarlo, ella apartó la colcha, dejando al descubierto unas sábanas rosas.Luego, se giró hacia Pedro y se encontró con su intensa mirada mientras continuaba desabrochándole el resto de los botones, uno por uno. Al terminar, le quitó la camisa deslizándola por sus hombros y dejándola a un lado. Paula apoyó las palmas en su pecho, disfrutando de su masculino vello. Siguió bajando las manos hasta su firme estómago y se asombró de su poder al hacer que se estremeciera y que su respiración se acelerase. Su cuerpo también había cambiado. Estaba más delgado, a la vez que más musculoso y tenía cicatrices donde antes no las recordaba. Al acariciar una de ellas junto a sus costillas, Pedro tomó su mano y se la llevó a los labios, lamiendo uno por uno sus dedos.

Después de eso, Paula no podía pensar en nada más que en el nudo de deseo que crecía en su interior. Caminó hacia la cama tirando de él y se sentó, haciéndole sitio a su lado. Él se quitó los zapatos, se desabrochó el cinturón y se quitó los pantalones y luego los calzoncillos. Luego, tomó la cartera del bolsillo trasero y sacó algo. Ella se quedó mirando una funda cuadrada.

—¿Has traído un preservativo?

—Soy optimista. Además, un marine siempre ha de estar preparado.

 —¿Así que pensabas que sería tan fácil?

—Eres todo menos fácil. Eso espero —dijo él mirándola con deseo y ternura.

Pedro la tomó en brazos y comenzó a besarla  apasionadamente, haciendo que su piel ardiera. Luego, con destreza, le quitó las bragas y continuó besándola deteniéndose en su pecho derecho y continuando por su vientre hasta hacerla estremecer de deseo. La agarró por la cadera,antes de deslizar su mano hasta su femineidad e introducirle un dedo,acariciando sus zonas más sensibles. Estaba decidido a darle placer. Un grito se ahogó en su garganta al sentirlo en su interior. Lo había echado mucho de menos. Hacía tanto tiempo…

—Te necesito, Pedro —dijo, sorprendida por el tono ronco de su voz.

Él la miró intensamente a los ojos mientras tomaba el preservativo.Por suerte, sus reflejos eran rápidos y en cuestión de segundos se lo puso. Luego, se colocó junto a ella, separó sus piernas con el muslo y la penetró.El vacío que hacía tanto tiempo que sentía, se desvaneció.

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