lunes, 20 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 46

Pedro salió pronto del trabajo y recogió a Baltazar en casa de Mariana. Paula tenía razón sobre  aquella mujer. Todo niño cuyos padres trabajaran, debería tener una niñera tipo abuela como Mariana  a la que recurrir. Con el pequeño dormido en brazos, abrió la puerta del departamento. Entró y miró a su alrededor.

—¿Pau? —preguntó con voz queda.

 El médico le había dicho que tardaría unas tres semanas en poder volver a hacer vida normal. Hacía una semana de la operación y todavía se cansaba enseguida, teniendo que dormir siesta por las tardes. Avanzó por el pasillo hasta su dormitorio. Allí, Paula estaba reclinada sobre unas almohadas, dormida con un libro en su regazo. Sus largas pestañas descansaban sobre la fina piel de sus mejillas. Al verla, deseó acariciar su rostro. Por un momento, detuvo la mirada en su boca mientras su cuerpo se tensaba deseando besarla y volver a hacerle el amor. Llevaba una semana durmiendo a escasos metros de donde ella estaba ahora y se había controlado para no meterse en su cama, tomarla entre sus brazos y sentir su piel contra la suya. A pesar de que deseaba tenerla cerca, tan sólo quería abrazarla. No quería hacerle daño ni a su mente ni a su corazón. Pero quería acariciarla y amarla. Llevaba mucho tiempo deseándolo, pero se contenía como nunca antes había hecho. Y por eso había estado noche  tras noche agonizando y tratando de no mirarla durante el día. Había aprendido a no reparar en el olor de su piel, pero estar bajo el mismo techo que ella, era una forma de tortura. Conteniendo un suspiro,se apartó y salió de la habitación, cerrando la puerta tras ella para que nada la molestara. Dejó la bolsa de los pañales en la mesa, mientras pensaba qué hacer y de pronto, llamaron a la puerta. El bebé se movió y giró la cabeza, frotando su rostro contra el hombro de su padre. Abrió la puerta y se encontró con una mujer. Tenía unos cincuenta años y no parecía estar vendiendo nada.

—Sea lo que sea, no es un buen momento. El bebé está dormido y no puedo…

—¿Eres Pedro?

—Sí.

No reconocía a aquella mujer, pero era posible que trabajara en el hospital. La mujer lo miró de arriba abajo.

—Soy Alejandra, la madre de Paula.

Entonces vió el parecido: la misma estatura, los mismos ojos, el mismo color de pelo. Al mirarla, quedaba resuelto el misterio de dónde venían los hoyuelos de  Paula,  aunque  el  rostro de aquella mujer evidenciaba una vida dura.

—Encantado de conocerla —dijo él—. Pau está durmiendo, pero…

Alejandra levantó la mano.

—No la despiertes. No quiero que se preocupe. Estaba por la zona para una cita con el médico.

—¿Ocurre algo?

 Sus ojos avellana se ensombrecieron, a pesar de que esbozó una sonrisa y sacudió la cabeza.

—No, es sólo una revisión. ¿Qué tal va Pau?

—Bien. ¿Quiere pasar? —preguntó él.

—No  quiero  molestar  —dijo  acariciando  una  pierna  del  bebé—. Aunque no veo a mi nieto todo lo que me gustaría. Vivo a una hora de aquí, en Pahrump.

—Pau me lo comentó —dijo él dando un paso atrás.

Alejandra entró y Pedro cerró la puerta. Luego se quedó mirando fijamente al bebé.

—¿Podría tomarlo en brazos?

—Claro —dijo señalándole la mecedora que había comprado hacía poco tiempo—. Siéntese ahí y se lo colocaré.

Ella dejó el bolso en el suelo e hizo lo que el había dicho. Al ponerle el niño en los brazos, Baltazar se agitó y ella comenzó a mover la silla para tranquilizarlo.

—¿Así que Pau se está recuperando bien?

—Sí. El médico dice que está muy bien. Tiene una hija muy testaruda.Es una continua lucha conseguir que esté quieta.

—Paula tiene sus propias ideas —dijo Alejandra sonriendo al bebé—. Está bien que esté descansando. No me quedaré mucho tiempo.

—Estoy seguro de que se despertará pronto y querrá verla.

Alejandra  levantó la mirada. En sus ojos había un brillo de ironía.

—No estoy segura de eso. No me refiero a que se despierte pronto, sino a que esté deseando verme.

—Es su madre.

 —Exactamente. Debería haberla cuidado. T

Tratando de comprender aquel comentario, Pedro se sentó en el sofá frente a ella.

—Vivo cerca de aquí y paso mucho tiempo con Balta.  Paula sólo necesita un poco de ayuda hasta que vuelva a la normalidad.

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