miércoles, 29 de marzo de 2017

Enamorada: Capítulo 5

El lunes por la mañana a primera hora, Paula entró en su despacho del Centro Médico Mercy. Allí la esperaba su asistente. Sofía Castillo, una joven de veintipocos años morena de ojos marrones. Era guapa, inteligente y divertida. Y en aquel instante estaba entusiasmada.

—Quiero saberlo todo sobre la boda —le pidió—. No te dejes nada. ¿Qué aspecto tenía Zaira?

—Buenos días a tí también. ¿Quieres que te lo defina en una palabra? Impresionante —afirmó Paula sonriendo al recordarlo—. Pensé que a Nicolás se le iba a desencajar la mandíbula al verla. Y Pedro dijo que…

Lo había hecho. Había abierto la caja de Pandora. De lo último que quería hablar era de él, pero reconoció aquel brillo en los ojos de su asistente. No cabía esperar que se le hubiera escapado el desliz.

—¿Qué dijo el doctor Tío Bueno? —quiso saber—. Vamos, suéltalo.

Paula suspiró.

—Dijo que nunca había visto a Zai  tan guapa y que todas las novias deberían casarse embarazadas.

—Oh, Dios, qué monada —aseguró Sofía  con expresión arrebolada.

Paula estaba de acuerdo. Las preciosas palabras de Pedro le habían pasado por la mente más de una vez durante la celebración de la boda. Estuvo embarazada en una ocasión y pensó que iba a casarse, pero el destino se interpuso y dijo que no.

—Bueno, pues Nicolás y Zai ya están casados —miró a su asistente—. Ahora, a trabajar…

Sofía  alzó la mano.

—Tan escasa información no colma ni por asomo mi gran curiosidad.

Eso era lo que Paula temía. Sofía no era la única que se sentía fascinada por Pedro. La mayoría de las mujeres que trabajaban en el hospital actuaban como idiotas cuando el médico aparecía por el pasillo. Paula era la única excepción, que ella supiera, pero tal vez se debiera a que solo ella había resultado profundamente herida en el pasado por alguien en quien confiaba. Alguien como él.

—¿Qué más quieres saber?

 —Háblame de tu vestido.

 Paula sonrió.

—Era de un tono lavanda con una falda muy femenina que se agitaba cuando andaba. Y…

—¿Y? —la urgió Sofía al ver que no seguía.

—Nada. Que encontré unas sandalias de tacón que le iban a la perfección.

No tenía sentido contarle que Pedro  la había mirado como si le gustara lo que veía. Le había clavado la mirada en el escote y la había dejado allí unos instantes mientras componía una expresión de curiosidad.

—Cuéntame qué llevaba puesto el doctor.

—Nicolás llevaba un traje oscuro y…

—No me refiero a ese doctor —Sofía puso los ojos en blanco—. Me refiero al otro.

—También un traje oscuro. Camisa de vestir color crema y corbata de seda a juego.

Sofía se llevó la mano al pecho.

—Se me acelera el corazón.

No era de extrañar. Paula le había visto en pijama de quirófano, en vaqueros, pantalones de algodón y camisas de sport. En la boda fue la primera vez que le vio con traje y corbata. Y se quedó impresionada. Si no fuera tan bueno en su trabajo, podría haberse dedicado a la carrera de modelo. Pero se llevaría aquella idea a la tumba, ahora era el momento de cambiar de tema.

—No se debe juzgar un libro por la portada —sentenció.

 Su asistente alzó una ceja.

—No entiendo por qué te cae mal. Es un hombre encantador.

—¿Sabe tu novio que tienes una fijación con el doctor Alfonso?

—No pasa nada por admirar a un hombre guapo. Mi corazón le pertenece a Julián, pero no estoy ciega.

 —Así que no conoce tu secreto, ¿Verdad?

—No. Y hablando de secretos, quiero saber cómo se las arregla el doctor Alfonso  para seguir siendo amigo de todas sus ex.

—¿Crees que esa es una cualidad admirable?

—Sí, ¿Tú no? —Sofía sacudió la cabeza—. ¿Por qué te cae mal, Paula? — insistió.

—Piensa en lo que acabas de decir. «Todas» sus ex. ¿Tal cantidad de mujeres no te da ninguna pista?

—Cuando el hombre es así de encantador, no —aseguró Sofía—. Deberías aprender de él.

Pedro le había dado a entender lo mismo cuando le preguntó por qué no le caía bien. Pero no pensaba compartir aquel detalle. Ni tampoco el hecho de que quisiera despejar el aire entre ellos. ¿De qué iba todo aquello? ¿Y lo de pedirle que conociera a su familia en Dallas? Le había dejado claro que le estaba ladrando alárbol equivocado. Tener una relación personal no era un requisito para trabajar juntos.

1 comentario: