lunes, 20 de marzo de 2017

Nadie Como Tú: Capítulo 45

—De  ninguna manera  —dijo Paula sacudiendo la cabeza—.  Esa proposición fue fruto de su reacción al descubrir que era padre. Desde entonces, se ha dado cuenta de que podemos ejercer de padres sin necesidad de estar casados.

—Si te lo pidiera ahora, ¿Qué harías?

—Otra vez haciéndome preguntas difíciles —protestó Paula.

—No tienes que contestar.

—Bien. ¿Cómo van las cosas por el hospital?

Romina hizo una mueca ante aquel cambio de conversación.

—Como  siempre.  Todo  el  mundo  está  agotado,  mal  pagado  y estresado. Y el doctor Tenney nos está volviendo locos a todos. El caso es que lo admiro por decir las cosas como son.

Paula sabía a lo que se refería.

—Dice todas las cosas políticamente incorrectas que todo el mundo piensa y nadie más se atreve a decir.

—Sí —dijo Romina apoyando los codos en las rodillas—. Es un médico muy brillante, pero si no se muestra más sensible, esa vena agresiva va a costarle caro. Puede que incluso su puesto de trabajo.

—Espero que no. Me alegro de que estuviera de guardia el día en que Pedro me llevó al hospital.

Paula sabía de primera mano lo bueno que era Martín Tenney. Le había diagnosticado enseguida el problema con su apéndice, evitando que se le reventara.  Si  eso  hubiera  pasado,  la recuperación habría sido más complicada.

—Sería una lástima que el hospital lo perdiera —concluyó Paula.

—Sí, lo sería —dijo Romina  poniéndose de pie—. Ahora que he visto con mis propios ojos que estás bien, tengo que irme.

—¿No puedes quedarte hasta que Pedro regrese con Baltazar?

—No querrá verme.

—Al bebé le caes muy bien.

—Me refiero a Pedro —dijo Romina sacando las llaves del coche del bolsillo de su pantalón—. Cuando te llevó al hospital, le dí a entender que me parecía un idiota.

Paula se acomodó en el asiento y extendió las piernas.

—¿Qué le dijiste?

 —Que  me  preguntaba si se quedaría cerca de tí hasta que te mandaran a casa.

¿Se había quedado por su sentido del deber o porque  se había sentido retado? Peor, se había sentido culpable y había adoptado una actitud de niñera. La pequeña burbuja de esperanza y felicidad que estaba creciendo en su interior, estaba empezando a desinflarse.

—Me está facilitando muchos las cosas —dijo Paula—. Por cierto, si lo ves, no le digas nada de que me has visto limpiando el suelo de la cocina.

Romina rió.

—Sólo si prometes no volver a hacerlo hasta que estés completamente recuperada.

—Lo prometo.

Romina  se fue a la puerta y la abrió. Luego se quedó dubitativa antes de girarse.

—Quizá me haya equivocado con respecto a Pedro.

Aquello era lo último que Paula quería oír. Necesitaba munición para mostrarse firme, no tener la vía abierta para enamorarse. Desde que estaba enferma, había visto su vulnerabilidad como nunca antes había hecho. En el pasado siempre había contado con sus amigos. Después de su crisis médica y de vivir con Pedro, sabía que había algunos rincones de su corazón que los amigos no podían llenar. Esta vez, cuando se fuera, se sentiría más vacía que la vez anterior.

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