lunes, 3 de octubre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 65

Suspiró y se pasó una mano por la cabeza. Después del divorcio, se había prometido que no volvería a mantener una relación seria con nadie. Pero quería tanto a Paula que estaba dispuesto a arriesgarse de nuevo. La deseaba tanto que necesitaba despertar cada mañana a su lado, salir a pasear, ayudarla con su claustrofobia, oír su risa y hacer lo que estuviera en su mano para que fuera felíz. Era una mujer desconfiada, obstinada y con una tendencia exagerada a ponerse a la defensiva, pero lo comprendía perfectamente teniendo en cuenta lo que había sufrido. Definitivamente, el matrimonio era la única solución. Le asustaba, pero también le apetecía. Así podría estar siempre con ella. No solo una noche o dos. Al día siguiente la llamaría por teléfono y saldrían a cenar. Después la llevaría al hotel Brown, un lugar precioso. Y tras una cena romántica, le propondría que se casara con él. Solo esperaba que su respuesta fuera positiva.


Noelia caminaba de un lado a otro. Pedro le había prometido que la llamaría por teléfono, pero no lo había hecho. Necesitaba hablar con él para trazar un plan y librar a su familia del desastre que se le venía encima con el asunto de Mariano. Pedro tenía que proteger a su hijo. Era sangre de su sangre. Y sin embargo, se había negado a hablar con la prensa durante la vista en los juzgados. Estaba muy enfadada con su primo por haberla metido en ese lio. Pero por otra parte, podía aprovechar la situación. Era la oportunidad perfecta para demostrarle a Pedro que había cambiado y que debían volver a vivir juntos. Sin embargo, antes tenía que quitarse su manía de hacer de defensor de causas perdidas. Sobre todo en lo relativo a esa mujer. No podía negar que Paula Chaves había pasado por una experiencia muy dolorosa, pero no era culpa de él. El culpable era Adrián Denning, no Pedro. Él ya había hecho bastante por ayudarla. Demasiado incluso. Debía convencerlo para que se alejara de Paula y se concentrara en su hijo y en ella. Pensó en la posibilidad de pedirle un favor a Esteban Johnson. Era arriesgado porque no conocía bien al fiscal, pero merecía la pena. En ese momento sonó el teléfono y pensó que sería Pedro. Pero se equivocaba.

—¿Dígame?

—¿Noelia?

—Martín, que sorpresa… ¿No es un poco tarde en Londres?

—Estoy en Denver. Me quedaré unos cuantos días para arreglar mis asuntos y hacer el traslado de mis cosas. ¿Quieres cenar conmigo esta noche?

—Tengo planes. Si hubiera sabido que ibas a estar aquí…

—Lo comprendo. Siempre has sido una mujer muy popular. ¿Y mañana?

Noelia no tenía nada que hacer al día siguiente, pero albergaba la esperanza de que Pedro la llevara a cenar o se presentara en la casa para ver a Franco.

—Mejor el jueves, si te viene bien.

—Por supuesto. Tenemos cosas de las que hablar.

—Hasta el jueves entonces.

Noelia colgó y deseo que Martín no hubiera regresado hasta una o dos semanas más tarde. Su aparición llegaba en mal momento, en un punto crucial de su relación con su ex marido. Además, sabía que Martín quería pedirle otra vez que se casara con él. Y no tenía respuesta. Ni siquiera sabía por que se aferraba con todas sus fuerzas a Pedro. Tal vez, porque la había abandonado. Tal vez porque no habían sido sus sentimientos los que habían cambiado con el paso de los años, sino los de él. En ese instante se hizo una pregunta que nunca se había planteado. Si el divorcio lo hubiera propuesto ella, ¿Seguiría obsesionada con Pedro?


Paula se llevó una sorpresa cuando Pedro la llamó al trabajo al día siguiente. Obviamente se había cansado de dejar mensajes en el contestador y había preferido localizarla a través de su jefe.

—¿Sí?

—Te llamo para invitarte a cenar.

—Estoy ocupada —dijo, mirando a Patricio.

—Todavía no he dicho cuando…

—No importa.

—¿El viernes por la noche? Tengo que hablar contigo.

Por suerte, Patricio salió del despacho en ese momento y cerró la puerta.

—Estaré ocupada el viernes y el resto de mi vida. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Por el trabajo, por el piso, por localizar a mi hija y conseguir que la viera —dijo—. Pero no creo que tenga sentido que nos veamos más. Yo tengo mi vida y tu tienes la tuya.

—¿Se puede saber que te pasa, Paula?

—Nada. Me ofreciste tu ayuda y la acepté. Pero ya no la necesito. Tu deuda está pagada con creces.

—No he ayudado porque me sintiera en la obligación… —dijo, frustrado.

—¿Ah, no?

Pedro tardó unos segundos en hablar.

—Bueno, tal vez al principio. Pero solo entonces.

—Sea como sea, ya da igual. Y ahora te dejo. Tengo que volver al trabajo.

—Cena conmigo para que podamos hablar…

—No tenemos nada de lo que hablar. Gracias por ayudarme.

Paula colgó y tomó aliento, pero no sirvió de nada. Sentía un profundo dolor.

—¿Estás bien? —pregunto Eva al verla.

—No, pero lo estaré. Es que tenía que cortar unos cabos sueltos.

—¿Vendrás conmigo el viernes por la noche? Me han hablado de un sitio nuevo que por lo visto esta muy bien. Tienen buena música y actuaciones.

Paula no lo dudó. Era hora de seguir su camino.
—Me encantaría.

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