domingo, 9 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 16

— ¿Qué dijo?

—Que  muy  pronto  ya  no  viviría  con  ellos.

Sus  palabras  tuvieron  en  ella  un  efecto  turbador.

— ¿Sabían que los escuchabas?

—No.

-Entonces tal vez oíste mal.

El niño movió la cabeza. — Analía lloró.

—Parece  una  buena  persona.  ¿Por  qué  no  hablas  con  ella  y  le  dices  lo  que  oíste?  Así  podrá explicártelo. Seguramente te sentirás mucho mejor.

-¿Señorita Chaves? Por favor, pase a mi despacho.

Paula  no  se  había  dado  cuenta  de  que  tenían  público.  Se  volvió  hacia  aquella  voz  cortante masculina.  Su  mirada  chocó  con  unos  ojos  negros  nada  amistosos,  aún  más  ariscos  por  las cejas  oscuras  que  los  enmarcaban.  El  hermano  mayor  de  Caro  parecía  mucho  más  fuerte  y autoritario  en  persona,  pero  como  toda  la  familia  Alfonso,  había  heredado  rasgos  que  lo convertían  en  una  figura  impactante.  Tal  vez  más  porque,  al  contrario que Fede, no le importaba lo que pensaran de él.

-¿Pepe? Adivina...

-Enseguida, Ari —le dijo con amabilidad—. Señora Karina, ¿Por qué no le ofrece a Ari un refresco?

—Precisamente iba a sugerirlo. ¿Vamos Ari?

El  niño  obedeció  y  despidió  tímidamente  a  Paula con  la  mano  antes  de  salir  del  vestíbulo con la secretaría. Aquel gesto la conmovió.

—Pase, señorita Chaves.

Cuando  se  adentraron  en  su  despacho  ultramoderno,  con  varios  gráficos  interesantes  que adornaban la única pared que no era de cristal, Pedro le señaló la silla que estaba frente a su escritorio.

En cuanto se sentó, Paula dijo:

—Siento molestarlo sin cita previa, pero no sabía cómo ponerme en contacto con Caro. Me temo que perdimos el contacto hace mucho tiempo.

Pedro  ya  se  había  sentado  en  el  sillón  giratorio  de  cuero  y  no  se  disculpó  por  mirarla detenidamente.  A  Paula  le  sorprendió  ver  desaprobación  más  que  admiración  en  su  mirada inflexible. Desde que saliera del Instituto Miguel Ángel el día anterior, había estado combatiendo las miradas de apreciación de casi todos los hombres que cruzaba en su camino. Como no  estaba  acostumbrada  a  tanta  atención  del  sexo  opuesto,  todavía  estaba  intentando  acostumbrarse al hecho de que la mayoría de los hombres la encontraban atractiva.  Recordó una de las advertencias de Carlos.

—"Un hombre como Pedro Alfonso no va a tragarse tu historia de inmediato. Pensará que quieres insinuarte  a  él,  bien  para  conseguir  un  buen  trabajo  o  porque  te  interesa  convertirte en su amante. Cualquiera de las dos posibilidades le repugnará, ya que su reputación es  opuesta  a  la  de Federico,  al  menos  en  los  aspectos  públicos  de  su  vida.  Tendrás  que  presentarte  en  su despacho  con  una  prueba  irrefutable  de  tu  anterior  relación con Carolina".

Paula abrió su bolso y empezó a buscar su cartera cuando Pedro dijo:

—Mi secretaria no oyó bien su nombre de pila. Hizo una pausa mientras sacaba algunas fotografías.

—Me llamo Paula. Un  silencio  inquietante  reinó  en  la  estancia

—Paula,   murmuró,  como  si  hubiese  resuelto  un  acertijo  difícil.  El  desagrado  en  su  voz  era  tangible—. Puede  ahorrarse  las  fotografías. Sé quién es.

Paula se quedó  helada.  ¿Acaso  alguien  la  había  estado  vigilando  durante  su  estancia  en el instituto y la había seguido hasta allí? ¿Los seis meses de planificación no habían servido de nada?

—Se ha quedado blanca, señorita Chaves.

Todos  los  gritos  del  mundo  no  podían  compararse  con  la  rabia  callada  que  contenían  sus palabras.

— ¿Me  equivoco  al  pensar  que  tiene  remordimientos  de  conciencia  por  haber  sido extremadamente cruel con Caro en el momento más difícil de su vida? ¿O  es  una  mirada  de genuina  decepción  porque  su  plan  de  irrumpir  en  la  vida  de  Caro para volver a utilizarla ha fracasado nada más empezar?

Sus suposiciones  la  llenaron  de  alivio.  De  haber  podido,  habría  gritado  de  alegría.  ¡Seguía estando a salvo! No le importaba que Pedro Alfonso hubiese dado en el blanco, aunque  con  una perspectiva  equivocada.  Siempre había querido a Caro y a Fede  y  siempre los querría.

—Tiene todo el derecho del mundo a despreciarme — murmuró. —Porque tengo razón en todo lo que he dicho.

Paula se enfrentó a su glacial escrutinio.

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