sábado, 1 de octubre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 63

—Hoy es la comparecencia ante el juez, ¿Verdad? —preguntó Eva el lunes por la mañana.

Paula asintió y se concentró en el trabajo. No tenía ganas de hablar con nadie. El fin de semana había sido muy intenso. Primero había conocido a su hija, y luego había estado con Pedro y había vuelto a sentir sus viejos miedos sobre el futuro. Todavía pensaba que solo quería estar con ella porque se sentía culpable.

—¿Por que no has ido a los juzgados? —preguntó su amiga.

Paula la miró.

—Porque no quería pedir otro día libre en el trabajo.

—Tonterías. Dame otra excusa.

Paula se limpió las manos y asintió.

—Es verdad, son tonterías. No he pedido el día libre porque no confió en mí. Si hubiera ido al tribunal, habría montado una escena. No puedo olvidar lo que Mariano me hizo. Si esas personas no lo hubieran visto en San Francisco por casualidad, yo todavía estaría en la cárcel y él seguiría viviendo a lo grande.

—Razón de más para asistir y asegurarte de que se hace justicia.

—Hoy solo era la comparecencia. Me llamarán como testigo cuando empiece el juicio. Ya he hablado con Patricio y me ha dicho que no hay problema…

—De todas formas, no deberías esperar. Venga, márchate. Yo te cubriré el resto del día.

—¿En serio?

—Por supuesto. Ojala pudiera acompañarte y arrojarle huevos podridos o algo así.

Paula rió.

—No estaría mal. Mariano cubierto de huevos…

—Le estaría bien empleado. Y unos cuantos tomates tampoco estarían mal. Lo mínimo que debería hacer ese hombre es disculparse en público —dijo—. Por otra parte, conviene que estés presente para que no intente alguna jugarreta legal.

—No, Pedro me ha prometido que no tiene escapatoria. Pero hoy solo va a comparecer ante el juez —explicó.

—Da igual, ve de todos modos.

Ella sintió.

—Esta bien, iré.

Paula  miró la hora. Todavía era pronto. Tenía tiempo de ir a casa, cambiarse de ropa y marcharse al tribunal. El proceso ya habría empezado para entonces, pero eso carecía de importancia. Cuando llegó, casi eran las once. Tuvo que preguntar para que le indicaran la sala de la vista y sintió cierta aprensión cuando avanzó por los anchos corredores del edificio. No podía dejar de pensar en el tribunal que la había condenado.

Entró en la sala, se sentó cautelosamente al fondo y contempló la escena. Esteban Johnson estaba hablando con el juez, presentando el caso. Pedro se encontraba en la primera fila en compañía de Noelia y de dos hombres con traje que tal vez fueran familiares suyos o abogados. Había pocos espectadores, pero tantos periodistas que la sala estaba prácticamente llena. Sin embargo, los fotógrafos tenían tapados sus objetivos. Era evidente que el magistrado había prohibido las fotografías en la que  Esteban hizo una magnífica exposición de lo sucedido ocho años atrás. Hablo de la relación de Tomás y Mariano Winters y de la posibilidad de que el primero fuera el hombre al que habían asesinado. Después le toco el turno al abogado de la defensa, pero no tuvo éxito y el juez se negó a dejarlo en libertad bajo fianza.

Cuando la vista termióo, los periodistas se abalanzaron sobre Mariano, su abogado y el fiscal. Algunos se dirigieron al banco donde estaban Pedro y Noelia y empezaron a interrogarlos. Susannah salió a toda prisa por miedo a que algún miembro de la prensa la reconociera. No había pensado en ese peligro y no quería arriesgarse. Pero se escondió tras una de las altas columnas de los corredores y esperó a que Pedro y Noelia pasaran por delante.

—No voy a hacer declaraciones —oyó que decía Pedro.

—No tengo nada que decir —añadió Noelia, que se aferraba a su ex marido.

Ahora que ya habían salido, los periodistas empezaron a hacer fotografías.

—¿Es cierto que van a volver a vivir juntos? —pregunto un reportero—. ¿El asunto de Mariano Winters ha servido para unirlos de nuevo?

—Sin comentarios —dijo Pedro.

—Es posible que en el pasado hayamos tenido nuestras diferencias —respondió Noelia—. Pero con los problemas familiares, nos unimos.

—Entonces, ¿Están juntos otra vez? —preguntó otro.

—Vámonos, Noelia —dijo Pedro con expresión de pocos amigos.

—¿Y que hay de Paula Chaves? ¿Que tiene que decir sobre todo esto?

—Haremos todo lo posible para ayudarla —dijo Noelia—. Tuvo muy mala suerte.

Paula prestó atención para oír lo que Pedro tenía que decir, pero el grupo se alejó y con él desapareció el tumulto.

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