Paula se despertó tarde a la mañana siguiente, más en paz consigo mismo desde que había confesado todo a Fede, incluso el hecho de que estaba locamente enamorada de su hermano. Ojalá tuviera permiso para hablarles a Caro y a Fede de Marcos y así comprendieran las medidas que Pedro había tomado para proteger a todos. Pero la precariedad de la situación exigía que permaneciera en silencio. Incapaz de esperar otro momento para volver a ver a Pedro, se puso una blusa de color crema de mangas largas y unos pantalones de lana de color beige. Después de cepillarse el pelo y ponerse un ligero maquillaje, se apresuró para reunirse con todos en el piso de abajo.
Su ánimo decayó cuando se dió cuenta de que Caro era la única que estaba en la casa. Adoraba a su amiga, pero después de soñar con Pedro toda la noche, esperaba con ansia volver a verlo. La expresión preocupada de Caro se animó un poco al verla.
—Buenos días, Pau. Estás preciosa.
—Podría decir lo mismo de tí. La maternidad te sienta muy bien.
Paula quería preguntar sobre Pedro pero no se atrevía.
— ¿Dónde está esta mañana el niño más hermoso del mundo? — inquirió mientras se sentaba a la mesa junto a Caro.
—Fede lo llevó a pescar hace una hora, ¿Puedes creerlo?
—La verdad es que sí. Vino a yerme a mi habitación anoche y se disculpó por todo.
—Debió de ser toda una disculpa —dijo Caro mientras la doncella les servía los huevos y el café.
—Lo fue. Aclaramos muchas cosas. Me siento mucho mejor.
—Yo también. No sé qué le ha pasado, pero ha cambiado. Nadie es más divertido y encantador que Fede cuando se lo propone.
—Tal vez sea el «efecto Ari».
Caro sonrió ante aquel comentario, pero su sonrisa se disipó rápidamente.
—Por extraño que parezca, hoy es Pedro el que parece estar fuera de tono. Entró en la villa a primera hora de la mañana, sin afeitar, con expresión furibunda, y salió sin decir ni una palabra. A continuación pude oír cómo se alejaba en su coche a toda velocidad. Nunca lo había visto tan furioso. Estoy asustada.
—Seguramente estás exagerando.
—No —insistió Caro—. Estaba furioso por algo. No parecía mi hermano.
Paula sintió cómo el trozo de pan que tenía en la boca se volvía serrín. ¿Sería rabia lo que Caro había visto en sus ojos porque la presencia de Paula estaba poniendo en peligro la vida de todos? No podía permanecer sentada a la mesa. La adrenalina la obligó a ponerse en pie.
—Pau —gimió Caro con suavidad—. No pretendía molestarte. Tal vez estoy paranoica porque Analía y Germán van a venir y tengo miedo de que Ariel decida vivir con ellos después de todo.
—No. Es muy feliz contigo. Todo va a ir bien, ya lo verás.
—Eso espero —su voz pareció lacrimógena. Hizo una pausa y luego soltó una trémula carajada—. Oye, ¿qué te parece si damos un paseo hasta la ciudad? Me gustaría comprarle un regalo a Ariel y dárselo después de la boda.
—Es una idea maravillosa —Paula no podría haberse quedado en la casa aunque su vida hubiese dependido de ello — Vamos.
Fueron a sus habitaciones a tomar sus chaquetas y luego atravesaron, la casa hasta la entrada. Al bajar del porche, Paula vió un deportivo rojo que se aproximaba a la casa a demasiada velocidad.
—Fede sabe que no debe conducir tan deprisa. Algo va mal... El coche se detuvo con un chirrido delante de ellas. Fede saltó del vehículo.
— ¿Han visto a Ariel? —preguntó con el rostro de color mortecino.
—No —Caro lo asió del brazo—. ¿Qué ha pasado?
—No lo sé —Fede parecía angustiado— Llevábamos un rato arrojando el sedal al agua, pero sin pescar nada. Había varias personas a lo largo de la orilla. Ariel dijo que iba a acercarse a un tipo que parecía tener más suerte. Le dije que lo alcanzaría en cuanto sacara un cebo distinto de la caja. Te juro que sólo lo perdí de vista treinta segundos, no más. Cuando me puse en pie, no pude verlo. Empecé a correr, pero no estaba en ninguna parte. El hombre tampoco. Cuando pregunté a las demás personas que estaban en la orilla, dijeron que no habían visto nada.
Caro se había puesto tan pálida que daba miedo.
— ¿Quieres decir que lo han secuestrado?
—No tengo otra explicación —dijo Fede con voz ronca—. Fui directamente a la policía y les di su, descripción. Ahora están batiendo la ciudad en su busca, pero me sugirieron que tal vez hubiese decidido venir a casa. El oficial dijo que los niños hacen cosas así. Así que vine lo antes posible.
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