domingo, 16 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 30

— ¿Ariel?  Quiero  que  conozcas  a  mi  prometida,  Erica  Souvalis.  Erica,  éste  es  mi  maravilloso ahijado.

Pedro observó  con  orgullo  cómo  su  sobrino  desplegaba  sus  intachables  modales  y  se  levantaba de la mesa para estrecharle, la mano.

—Hola, Erica. Me alegro de conocerte.

—Hola, Ariel.

Al no  escuchar  nada  más  por  su  parte,  el  pobre  Ariel  no  supo  cómo  reaccionar.  Incluso  en su  inocencia,  percibía  la  tensión  en  el  ambiente.  Pedro sintió  enojo  hacia  su  prometida  por negarse  deliberadamente  a  hacer  que  aquel  momento  fuese  cómodo  para Ariel.

—Te presento a Paula Chaves, Erica.

Paula  se puso rápidamente en pie y le extendió la mano con afecto.

-Cómo está, señorita Souvalis? Es usted aún más bonita en persona que en la fotografía que el señor Alfonso le dió a su ahijado.

De algún modo, Paula siempre sabía qué decir. Era un don.

—Me temo que estoy en desventaja, señorita Chaves.  Era el momento de que Pedro interviniera.

—Fede y ella son viejos amigos, Erica —por el momento era la única parte de verdad que quería revelar a su prometida.

- ¿Fede?

Hubo la más leve vacilación antes de que oyera a Paula decir:

—Sí.  Pasé  algún  tiempo  con  él  en  Europa  hace  años,  mientras  se  entrenaba  para  las  Olimpiadas.  Todas  las  adolescentes  estábamos  locas  por  él.  Compraba  todos  sus  posters. Adornaron las paredes de mí habitación durante mucho tiempo. Parecía  realmente  convincente.

Pedro  observó  sus  rasgos  animados.  La  revelación  sobre Fede no debería  haberlo molestarlo, pero lo hizo. « ¿Estabas enamorada de él hace seis años, Paula?» Unos celos sin precedentes lo sacudieron. Hasta aquel momento, nunca se había creído vulnerable a aquella emoción, y no en lo referente a su hermano.

—Cómo  ha  coincidido  en  el  barco  con  Pedro?  —la  voz  de  Erica  fue  seguramente  más  áspera de lo que pretendía.

—Estoy de vacaciones. Lo primero que hice fue pasarme por la oficina de su prometido en  Nueva  York  y  pedirle  ayuda  para  volver  a  contactar  con  Fede.  Como  Grecia  ya  estaba en mi itinerario, el señor Alfonso hizo posible que tomara este barco.

—Me  sorprende  que Pedro   no  le  dijera.  que  cuando  Fede no  trabaja,  pasa  la  mayor  parte de su tiempo libre en Suiza.

—Me lo dijo. En cuanto vea los lugares de interés de su maravilloso país, pienso viajar a  Suiza  y, con  suerte,  volver  a  ver  a  Fede.  Ahora,  si  me  disculpa,  estoy  ansiosa  por  iniciar mis vacaciones. Ha sido un placer conocerla, señorita Souvalis. ¿Ariel? —se volvió al sobrino de Pedro—. Tengo una pequeña sorpresa para tí. Si vienes a mi camarote, te la daré.

Una  vez  más,  Paula había  llevado  una  situación  precaria  con  la  clase  de  delicadeza  que la caracterizaba. Había reaccionado a su sugerencia tácita de no mencionar a Caro, y había comprendido que sacar a Ariel de la habitación era crucial.

— ¿Puedo ir con Pau, Pepe?

—Por supuesto.

Cuando llegaron al umbral del pasillo, Paula se volvió.

—Estoy en deuda con usted, señor Alfonso. El camarero me informó que había dispuesto un  coche  para  mí.  No  debería  haberlo  hecho,  pero  agradezco  no  tener  que  buscar  mi  propio medio de transporte en el puerto.

Pedro le brindó una fugaz sonrisa.

—Fede me cortaría la cabeza si supiera que estaba buscándolo y no había hecho todo lo que estaba en mi mano para ayudarla.

—Adiós, entonces. Gracias otra vez.

—Ha sido un placer.

Paula tomó con fuerza la mano de Ariel. Sumida en sus pensamientos echó a andar por el pasillo en dirección a su camarote. Ariel debió de percibir que algo iba mal, porque no hizo una sola pregunta mientras caminaba a su lado.

En  cuanto  Paula  había  oído  la  voz  de  Erica  al  otro  lado  de  la  puerta,  había  visto  una expresión de pesar en el rostro de Pedro. Hasta aquel momento, había imaginado que su  prometida estaría  esperándolo  en  el  puerto  para  darle  la  bienvenida,  pero  a  juzgar  por la reacción de Pedro, no había esperado su aparición. Erica  Souvalis  era  todo  lo  que  ella nunca  podría  ser.  Por la rendija  de  la  puerta  había  visto  cómo  se  abrazaban  y  aquella  imagen  la  había conmocionado  y  suscitado  emociones que no se atrevía a analizar.

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