—Si lo que dices es cierto, tenemos que hacer algo para que Pedro se dé cuenta. No puedo perderlo, Fede.
—Me temo que tal vez sea demasiado tarde. Ahora mismo están con el párroco.
— ¿Qué?
—Pedro está decidido a casarse con ella dentro de tres días.
Erica lanzó un grito de agonía.
— ¿Cómo ha podido hacerme esto? ¿Cómo ha podido humillarme de esta manera?
—A decir verdad, nunca había visto a mi hermano comportarse así. Hay algo en él...
—Muchas gracias, Fede. Su dolor lo puso a la defensiva, como si de alguna forma, aquello fuera culpa suya.
— ¿Crees que me agrada esta situación? Si no se hace algo, esa pequeña cazafortunas será mi cuñada. Sería su venganza definitiva contra mí, ¿No crees? —Movió la cabeza—. No podría soportar que formara parte de la familia.
—Entonces, haz algo.
—Eso pretendo —dijo en tono ausente. Una idea cobró forma en su mente. No había nada que Pedro detestara más que una mentirosa con un plan. Lo único que Fede tenía que hacer era enfrentarse a su hermano con una prueba irrefutable.
— ¿Cuándo?
—Esta noche. Pero primero tengo que hacer unas averiguaciones antes de que Paula y Pedro regresen a la villa. Volveré a llamarte mañana por la mañana.
—Cuento contigo, Fede. No me decepciones.
—No te preocupes, Erica. Tengo un plan. Hasta luego.
Fede colgó el teléfono. Sin vacilación salió de su suite y se dirigió a la otra parte de la casa, donde se hallaba la habitación de su hermana. Su primer objetivo era hacer las paces con Caro y reparar el daño que había hecho en un par de conversaciones bien intencionadas pero tal vez poco aconsejables, la más reciente en la casa de Atenas la semana anterior. Así conseguiría sacarle información sobre Paula. Quería saber dónde había estado viviendo y qué había estado haciendo durante los últimos seis años. No sería fácil ganarse otra vez la confianza de Caro. Sin duda, necesitaría ayuda. Para ello utilizaría a su sobrino. Llamó a la puerta de Caro y preguntó:
— ¿Todavía estás levantada?
—Pasa, Fede.
—Hola —al entrar, miró rápidamente a su alrededor—. ¿Dónde está Ariel?
—En la bañera, chapoteando con unos juguetes nuevos que le he comprado.
—Bien, me alegro de que estemos a solas durante unos minutos.
Una expresión de recelo cruzó su rostro. Con el paso de los años, Caro se parecía cada vez más a su madre. Fede deseó que no fuera así. Aquel parecido turbaba su conciencia.
—Caro, me hago cargo de que si quisiera disculparme por cómo te traté delante de Erica, todavía no podrías perdonarme. La verdad es que me gustaría que lo hicieras, pero comprendo cómo debes de sentirte. Sólo quiero decirte que ahora entiendo por qué Pedro siempre ha querido a Ariel. Sólo he pasado una hora con él y ya siento un cariño que no puedo explicar. Por extraño que pareciera, al decirlo supo que era verdad.
Caro tenía la cabeza inclinada. No había dicho nada pero Fede sabía que estaba escuchando.
—Sé que como hermano no siempre he estado a tu lado, como Pedro. Mi problema es que nunca he querido profundizar nuestra relación porque siempre he estado demasiado preocupado conmigo mismo. Y todavía lo estoy. Soy egoísta, lo reconozco. Pero tengo ojos y veo que Ariel y tú deben estar juntos.
—Gracias —dijo en voz baja, todavía sin mirarlo—. Significa mucho para mí.
—De nada. En cuanto a Erica, tengo que reconocer que me cae bien. Desde el principio se esforzó por ser amable conmigo, hasta vino a ver algunas de mis carreras. Tal vez por eso me puse de su lado y no me paré a ver la importancia que tenía Ari en tu vida.
—Ahora que Pedro ha roto su compromiso con Erica no tiene importancia. Nuestro hermano está enamorado de Paula.
—Al principio pensé que era absurdo, pero percibí algo en la voz de Pedro que me indujo a creer que tal vez no estuviera mintiendo, después de todo.
— ¡No miente! —Dijo Caro con vigor—. Fede... ya que estás siendo sincero, ¿Te importaría decirme qué tiene Paula que desprecias tanto?
Fede se frotó la nuca con la mano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario