sábado, 1 de octubre de 2016

Otra Oportunidad: Capítulo 61

—Si, nos lo ha contado —dijo Rebeca—. Y puedes estar segura de que la queremos como si fuera de nuestra propia sangre. Nos la dieron cuando solo tenía tres días y no hemos dejado de cuidarla desde entonces.

Paula alcanzó el bolso y sacó dos sobres, que dió a la mujer.

—Escribí esto cuando Pedro me dijo que podía verlos. En el primero está el historial médico de mi familia y de la de Sergio, por si es útil. Pero de todas formas, les adelanto que ningún familiar nuestro padecía de enfermedades hereditarias.

—¿Y el segundo? —preguntó José.

—Es una carta a mi hija. La he dejado abierta por si quieren  leerla. Esperaba que se la dieran  en algún momento del futuro, si es que alguna vez pregunta por mí. Sabe que es adoptada, ¿Verdad?

—Lo sabe, y también sabe lo mucho que la queremos —respondió su madre—. Pero no sabe nada de lo que pasó. Si cuando crezca pregunta por tí, le entregaremos el sobre.

—Muchas gracias… No sabía que nombre le pusieron, así que la he dirigido a «Angela». Era el nombre de la madre de Sergio, y la llamé de ese modo durante el poco tiempo que estuvo conmigo.

Rebeca miró a su marido.

—La pusimos Sofía por una de las abuelas de José.

Los ojos de Paula se llenaron de lágrimas. Era evidente su hija no podía tener el nombre que ella le había puesto. Y ahora que conocía su nombre real, ni siquiera podría recordarla como Angela.

—¿Por que no vas a llamar a Sofi, José?

El hombre se levantó y Rebeca añadió:

—Esta en su habitación, jugando con su amiga Victoria. Le hemos dicho que vamos a presentarles a dos amigos que están en Denver de visita.

—Me parece muy bien —dijo Paula—. Les estoy inmensamente agradecida, créeme…

José entro en la habitación unos minutos después. Lo seguía una niña pequeña que llevaba una muñeca y que miró a Pedro y a Paula con curiosidad.

—Dios mío, es igual que Sergio —murmuró Paula.

Miró a la pequeña con intensidad, como si quisiera recordar cada uno de sus rasgos. Deseaba abrazarla y decirle cuanto la había echado de menos. Pero no podía hacerlo. Ahora tenía padres y eran buenas personas.

—Cariño, voy a presentarte a Paula y a Pedro. Están en Denver de visita y querían conocerte…

—Hola, Sofía —dijo Paula, intentando contener las lágrimas—. ¿Sabes una cosa? Te ví una vez cuando eras un bebe… pero has crecido mucho. Y estas muy guapa.

—Es que tengo siete años.

—Si, lo sé. Y estas en segundo, ¿Verdad? ¿Te gusta el colegio?

—Esta bien. Victoria y yo nos sentamos juntas y jugamos cuando llega la hora del recreo.

—Tener una amiga especial esta muy bien…

Pedro la tomó de la mano y se la apretó con fuerza. Sabía que aquello era muy difícil para Paula.

—Mami, ¿puedo marcharme ya? —preguntó la niña.

—Claro. Cuando nuestros invitados se marchen, les prepararé la comida a Vicky  y a tí.

—Vale… Hasta luego —se despidió Sofía—. Encantada de conocerlos…

Por fin, Paula rompió a llorar. Pedro la miró y le dió un pañuelo.

—Gracias —dijo ella—. Gracias por todo… Creo que será mejor que nos marchemos.

Paula se levantó y añadió:

—Para mí ha sido muy importante.

—No te preocupes por ella —dijo Rebeca—. Toma, he preparado un pequeño álbum con fotografías de Sofi, para que puedas ver como ha ido creciendo a lo largo de los años… Si quieres, puedo enviarte más en el futuro. Tal vez a través del despacho de Pedro.

Paula tomó el álbum y asintió.

—Gracias.

Se despidieron y salieron de la casa. Cuando entraron en el coche, ella todavía estaba llorando y Pedro la abrazó.

—Llora, cariño, desahógate. Sé que ha sido muy difícil para tí,  pero ya has visto que es feliz. Tiene amigos y sus padres la quieren mucho. No tienes por que preocuparte.

Paula lloró durante diez minutos más, hasta que por fin se tranquilizó.

—Oh, vaya, te he empapado la camisa y me he comportado como una idiota… pero ella es preciosa, ¿No te parece?

—Lo es. Será muy guapa de mayor.

—Y han sido muy amables al permitir que la viera.

—Si. La mayoría no habría querido.

Ella pasó un dedo por el álbum.

—Además, ahora tengo esto. Se han arriesgado mucho al presentármela.

—Rebeca es una mujer encantadora. Sabe lo que sientes.

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