— ¿Señorita Chaves?
Paula estaba a punto de seguir a un grupo de viajeros por el muelle cuando oyó que alguien la llamaba. Llevaba viviendo con paranoia desde hacía tanto tiempo que sospechaba de cualquier cosa. Intelectualmente, sabía que Marcos no podía haberla alcanzado todavía, pero su reacción siempre era emocional. Dió media vuelta para ver quién era. Un hombre con uniforme de aspecto oficial le indicó que subiera a la pasarela.
- ¿Sí? ¿Ocurre algo?
—Si hace el favor de acompañarme — hablaba inglés con un fuerte acento griego.
— ¿Por qué?
—El señor Alfonso quiere hablar un momento con usted.
Con el corazón agitado, la boca seca, se limitó a asentir. Caro debía de haberle contado sus planes a Pedro. Por eso la estaba telefoneando al ferry. El hombre tomó su maleta y la condujo a un camarote bajo la cubierta principal.
— ¡Pedro! — exclamó al verlo de pie en el interior. No había imaginado que se volverían a encontrar. Sus manos la sujetaron por los hombros para serenarla. Cerró la puerta con el pie mientras sus ojos escrutaban los suyos con intensidad. Enseguida supo que estaba molesto.
—Hace años le diste la espalda a mi hermana y desapareciste de su vida. Cuando viniste a mi oficina, me tragué tu excusa e hice lo posible para que volvieras a verla. Ahora veo que se repite la misma historia — sus ojos brillaron peligrosamente.
Paula se echó a temblar, pero aquello parecía enfurecerlo más. Sus dedos se tensaron sobre su chaqueta de cuero.
— ¿Cómo puedes volver a hacerle daño a Caro, decepcionar a Ariel y huir de mi casa al amanecer sin pensar en los sentimientos de los demás? ¿Qué clase de mujer eres?
—Sé... Sé lo que parece...
—No —dijo en voz baja, controlada—. No tienes la menor idea. En una ocasión te hice una pregunta, ahora volveré a hacértela, y quiero una respuesta sincera.
— ¿De qué se trata? —susurró, desviando la cabeza.
— ¿Estás enamorada de Draco?
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