viernes, 28 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 62

Pedro  se  esforzó  por  mantener  las  manos  firmes  en  el  volante.  Aquella  noche  había  tenido su bautismo  de  fuego.  ¡Menudo  beso!  Se  sentía  como  si  los  dos  hubiesen  inventado aquel acto íntimo.  Si  paula podía  reaccionar  así  en  su  primer  encuentro,  no  sabía  cómo  iba  a  poder esperar  a  que  fuese  su  esposa.  Gracias  a  Dios  sólo  tendría  que  pasar  dos  noches  más  solo. Si el beso hubiese durado un segundo más, no habría sido capaz de controlarse. Paula creía que se divorciarían unos meses después. Sólo le permitiría pensar así hasta que  hubiesen  pronunciado  sus votos.  En  cuanto  le  hubiese  arrancado  de  sus  labios  la  confesión de que estaba tan enamorada de él como él de ella, todo cambiaría. Lo amaba. Incluso antes de aquella noche, lo había intuido. Su beso había dicho todo lo que  todavía  no  podían  decirse  por  muchas  razones.  Pero  pronto llegaría  el  momento  en el que no se guardarían nada. Ni palabras ni amor. Quería  llevarla  de  luna de  miel,  pero  hasta  que  los  hombres  que  intentaban  hacerle  daño  no  fuesen  detenidos, necesitaba  estar  en  la  casa  para  proteger  a  todos  sus  seres  queridos.

—Confiaba en poder reunir a la familia para planear los detalles de la boda, pero se ha hecho tarde —el párroco se había demorado por una emergencia en la ciudad y ya casi eran las diez.

—Estoy  de  acuerdo.  Ariel  ya  estará  dormido  y  seguro  que  Caro también.  Ahora  que  tiene a su hijo, su vida ya no es sólo para ella.

Pedro la miró de soslayo.

— ¿Tienes hambre, o sed? No muy lejos de aquí hay una taberna con música en vivo. Podríamos parar allí un rato antes de volver a  casa.  Necesitaba abrazarla otra vez. El beso no sólo lo había dejado insatisfecho, sino que su ansia   se   había   intensificado.   Al   mirarla,   vio   que   había   entrelazado   las   manos   nerviosamente en el regazo. Normalmente estaba más serena. Pedro tuvo que reprimir un gemido de satisfacción. Se estaba debatiendo entre decir sí o no.

—Creo que estoy un poco cansada.

Pedro se fijó en cómo sus senos ascendían con agitación.

«Estás mintiendo, Pau. Te sientes tan viva como yo».  Pau debió de percibir su incredulidad, porque dijo:

—Bueno, para serte sincera, en realidad estaba pensando en Fede.

La  mención  de  su  hermano  hizo  que  Pedro sintiera  una  punzada  de  celos  sin  precedentes. «Después de tanto tiempo, ¿todavía sientes algo por él?»

— ¿En Fede?

—Como  raras  veces  está  en  casa,  pensé  que  tal  vez  disfrutaría  de  tu  compañía,  sobre  todo si Caro y Ariel ya están acostados. A no ser, claro, que esté con una mujer.

Detectó  un  temblor  curioso  en  su  voz.  Tal  vez  se  había  dado  cuenta  de  que  había  demostrado demasiada ansiedad. Pedro apretó con fuerza el volante.

—No lo creo. Hasta ahora, no ha demostrado su debilidad por las mujeres griegas.

Paula  se  apartó  un  mechón  de  pelo  de  la  cara,  permitiéndole  ver  mejor  su  perfil  juvenil.

— Seguramente será porque no ha conocido a ninguna que esté a la altura de vuestra madre.

—Eres  muy  perspicaz  —murmuró,  sintiéndose  cada  vez  más  desencantado  con  la  dirección que tomaba la conversación—. En cuanto a que me esté esperando, habrá que verlo — sería  la  primera  vez—.  Pero  como  siempre,  tienes  razón.  Ha  venido en avión desde Suiza, así que lo menos que puedo hacer es estar allí.

Oyó cómo Paula contenía el aliento.

—Pepe,  si  te  he  ofendido  de  alguna  forma,  perdóname.  Me  encantaría  ir  a  ese  bar  contigo, pero tengo la sensación de que desde que te conté lo que me pasó en Suiza con Fede,  su relación  se ha  resentido.  Lo  último  que  desearía  es  provocar  una  ruptura en tu familia.

—No lo has hecho. Siento haberte dado esa impresión. «Señor, espero que se trate sólo de eso, Pau». Pero  durante  el  resto  del  trayecto  a  la  villa,  no  pudo  dejar  de  recordar  cierta  conversación con Erica.

— ¿No puedes ver que el patito feo se ha convertido en un hermoso cisne? Si yo fuera Paula y  hubiese  oído  decir  a  Fede esas  cosas  horribles  sobre  mí,  volvería  a  verlo  aunque sólo fuera para vengarme.

—Paula no es así.

—Todas las mujeres lo son...

Los  neumáticos  derraparon  cuando  atravesó  la  verja  de  la  propiedad.  Todo  parecía  tranquilo mientras paraba el coche a la entrada y ayudaba a Paula a bajar.

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