Cuando Fernando la abandonó sin ni siquiera despedirse por teléfono o con una carta, perdió la fe en los hombres. En lo único que podía pensar era en que había dado a luz, que en algún lugar del mundo, otras personas estaban criando a su hijo.
— ¿Por qué diablos sacas ahora ese tema? —la pregunta de Federico resonó con rabia no encubierta.
-Por que Ariel no llegó a ser adoptado. — Caro sintió que el corazón le palpitaba con fuerza—. ¿Tuve un niño? Los ojos de su hermano se empañaron con una dulzura y ternura que ella apenas lo reconoció.
— ¿Nació con algún defecto? ¿Por eso nadie lo quiso? —dijo con voz angustiada a pesar suyo.
Pedro le apretó la mano antes de soltarla.
—Ariel es perfecto, Caro. Tiene la sonrisa cautivadora de Fede, tus hermosos ojos y pelo oscuros, la inteligencia de nuestro padre y el encanto de nuestra madre.
Carolina se apartó de la mesa y pie con el corazón desbocado.
— ¿Y en qué se parece a tí?
—Es alto para su edad.
— ¿Dónde está, Pepe? Tengo que verlo.
—Si te sientas, te lo contaré todo.
— ¡No puedo sentarme! —Corrió hasta colocarse detrás de su hermano y le rodeó el cuello con los brazos—. ¡Lo has visto! ¿Tienes una foto suya?
— Sí.
Pedro metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta y sacó una instantánea. Con manos temblorosas, Caro tomó la preciada fotografía y vió por primera vez a su hijo, Ariel.
— ¡Es hermoso! ¡Adorable! No puedo creerlo.
Empezó a sollozar, estrechando la imagen contra su pecho. Para entonces Federico se había levantado para echar un vistazo. Ella le tendió la fotografía.
— ¿Cómo que mi sonrisa? Tiene la sonrisa de Caro y mi atractivo.
Histérica de gozo, Carolina dió un codazo a Federico, medio riendo medio llorando. Podía ser tan bromista. Se aferró a los hombros anchos de Pedro.
— ¿Dónde está? ¿Cuándo puedo verlo?
—Tal vez no deberías —la advirtió Fede.
— ¿Cómo puedes decir eso? —Caro levantó la cabeza.
Fede le devolvió la foto.
—Porque si no sabe que existes, sería un impacto muy fuerte para él.
—Pero quiero decírselo. Quiero ser su madre, ¿No lo entiendes? Desde que renuncié a él, he anhelado estar a su lado. Y ...,y Pepe dice que no lo han adoptado.
En aquel momento, Pedro se levantó de la silla y la asió con fuerza por los hombros.
—Estaba convencido de que lamentabas a decisión.
-He esperado todos estos años a que dijeras algo, pero nunca lo hiciste. No hasta esta noche. Ahora tengo la prueba que había estado esperando... Pero hay cosas que debes comprender. Todavía está al cuidado de sus padres de acogida, Analía y Germán Kiriakis, de Nueva York. Lo quieren y él los quiere mucho a ellos.
Por supuesto. Durante cinco años había sido criado por otras personas y no por ella. El dolor de aquel hecho era casi insoportable.
— ¿Está en Nueva York? —una lágrima, luego otra, se deslizaron por sus mejillas ardientes —. ¿Sabe al menos que estoy viva?
Pedro inspiró pesadamente.
—Le han dicho que su madre lo amaba mucho, pero que no fue capaz de cuidar de él cuando nació, así que se aseguró de que viviera con unas personas maravillosas que lo amarían. Pero si llegaba el día en que ella podía cuidar de él, iría a buscarlo.
— ¡Cielo Santo! —murmuró Fede.
Carolina tragó saliva.
— ¿Sabe cómo soy?
—Por supuesto. Siempre le llevo una foto reciente de tí. Tiene un álbum lleno de ellas. Sus palabras la embargaron de una alegría inexplicable.
— ¡Pepe! ¿Crees de verdad que me quiere?
—Todos los niños quieren a sus madres. Por supuesto que te quiere, aun sin haberte conocido.
—Lo quiero con locura. Siempre he querido a mi hijo. Ahora que tengo mi trabajo seguro en la oficina de nuestra compañía, podré mantenerlo. Haré lo que haga falta para recuperarlo.
—Lo sé. ¿Por qué no nos sentamos y lo hablamos?
De nuevo, Carolina ocupó su puesto en la mesa, pero Fede permaneció de pie, a cierta distancia. Ella no podía apartar los ojos de la fotografía de su hijo.
Muy buenos capítulos! Cuantas historias distintas hay para conocer!
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