— ¿De verdad?
Paula asintió. Había salvado aquel momento delicado maravillosamente bien. Ariel estaba encantado, igual que Pedro, cuyo instinto le decía que Paula era capaz de sumar y que ya había adivinado el motivo de la gran tristeza que apesadumbraba a Caro.
— ¿Por qué no vamos a cenar? —sugirió Pedro.
Los tres echaron a andar por el pasillo. Para su consternación, Pedro se sorprendió sintiéndose atraído por la americana que caminaba a su lado. En un par de ocasiones, sus muslos se rozaron involuntariamente y experimentó una oleada de deseo, algo que no le había ocurrido hacía tanto tiempo que no podía explicárselo.
— ¿Vamos a reunirnos con tu prometida?
Tenía una voz sensual, grave y modulada. Se preguntó si sería cantante.
—Erica cambió de idea. No va a hacer el viaje con nosotros — anunció Ariel en su lugar
-Ah.
Paula se sobresaltó al oír un suave golpe en la puerta del camarote de Ariel. Lo había acostado a petición suya.
— ¿Sí?
—Soy Pedro.
—Pasa —murmuró, y Pedro entró en la habitación vestido con la camisa de seda azul y pantalones de color gris oscuro que se había puesto para cenar. En la oscuridad parecía alto y corpulento, pero se movía con sorprendente agilidad mientras recogía las prendas de Ariel y las colgaba en el armario. No debía complacerla tanto mirarlo.
Ya había disfrutado bastante durante la cena, cuando sentados en una mesa privada habían saboreado plato tras plato de exquisita comida. A Paula le encantaba verlo comer. La verdad era que le encantaba ver cómo hacía cualquier cosa.
—Ya está dormido. Ven a mi habitación, tenemos que hablar —le susurró al oído. Su cálido aliento junto a su mejilla desató deliciosos escalofríos por todo su cuerpo.
Como una sonámbula, Paula se levantó de la cama de Ariel con el mayor cuidado posible y salió de puntillas por la puerta que comunicaba el camarote del niño con la suite de Pedro. Parecía un salón francés del siglo diecinueve. Había dejado encendida únicamente la luz de su mesilla de noche. Había cierta intimidad en el hecho de estar en la misma habitación con aquel hombre a altas horas de la noche.
Por alguna razón, a Paula le costaba incluso recordar la imagen de Fede. Carlos le había advertido que habría ocasiones como aquélla en la que se sentiría hermosa y deseable con un hombre que no fuera Fede. Siempre que Pedro la miraba, la hacía sentirse así. Pero estaba prometido con Erica, así que no había nada personal en aquella reunión.
—Será mejor que te sientes o te caerás, Paula.
Su advertencia llegó justo a tiempo. Una ola balanceó el barco y Paula cayó en la silla más próxima. Pedro, en cambio, se sentó con una calma envidiable en la silla contigua a la suya. Las dos estaban clavadas al suelo.
— Quiero agradecerte que te hayas quedado con Ari hasta que se quedara dormido, sé que echa de menos que Analía lo meta en la cama.
—Ha sido un privilegio. Es encantador, y se parece mucho a Caro. La primera vez que lo ví en tu oficina, me recordó a ella y a Fede.
—Los genes no engañan, ¿Verdad? — elevó la comisura de sus labios y Paula sintió cómo su pulso se aceleraba. Tragó saliva.
—Pedro...
—Sé lo que me vas a preguntar. Ya que antes has sido completamente sincera conmigo, pienso devolverte el favor. Supongo que debería empezar hablándote de Fernando , el joven que se acostó con mi hermana y huyó de la responsabilidad al saber que estaba embarazada. Rachel inspiró hondo.
—Cuando conocí a Caro, noté que albergaba una gran tristeza. Creo que ya te lo he dicho.
—Ahora sabes que es porque entregó a su hijo en adopción.
Durante los veinte minutos siguientes, Paula permaneció absorta mientras Pedro le explicaba la dolorosa decisión de su hermana y los años de pesar y depresión que se habían sucedido. Cuando le habló de sus razones para no permitir que Ariel fuese adoptado por extraños, por si Caro cambiaba de idea, a Paula le costó contener las lágrimas.
Muy buenos capítulos! Los de la maratón y estos. Paula y Pedro están cada vez más cerca, que pasará cuando aparezca Federico...
ResponderEliminarMe encanta está historia!!
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