lunes, 24 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 57

El comentario inocente de Ariel sacó a Fede de su largo silencio.

— ¿Ariel?  Será  mejor  que  pares.  Paula  se  está  poniendo  colorada.  Nunca  pudo  ocultar  su vergüenza.

—Pepe dice que es porque es pelirroja.

—Ya lo creo que lo es —murmuró Fede.

Por primera vez desde que lo conocía, Paula sintió que la mirada de Fede se paseaba por  su  rostro  y  por  su  figura  de  la  forma  que  hubiese  anhelado  hacía  seis  años.  La  expresión  en  los  ojos  de  un  hombre  era  inequívoca  cuando  una  mujer  le  parecía  atractiva.

—Vamos,  Ariel  —dijo  Caro—.  Vamos  a  la  habitación  de  Paula.  Te  enseñaré  tu  nuevo  traje.

— ¿Desde  cuándo  conoces  a  mi  hermano?  —preguntó  Fede en  voz  baja  después  de  que Caro y Ari salieran por la puerta.

—Desde hace diez días, más o menos.

— ¿Y por qué me cuesta creerlo? Erica debe de estar al borde del suicidio.

Paula se estremeció.

—Espero que sea una broma.

—Si  dices  la  verdad,  ¿Qué  poder  tiene  Pedro sobre  tí  para  conseguir  que  una  perfecta  extraña se case con él? Sólo para asegurar que puede adoptar al hijo de Caro...

—Vives  en  la  Suiza  francesa,  Federico.  ¿Conoces  la  expresión  coup  de  foudre?  ¿Amor  a  primera vista?

Fede entornó los ojos.

—Reconozco que te has convertido en una mujer arrebatadora. Pedro tendría que estar ciego para no darse cuenta, pero sigues siendo la misma que en Chamonix. Fingías ser una  joven  inocente  que  vivía  en  un  cuento  de  hadas,  pero  en  realidad  sabías  lo  que  hacías al escoger a Caro como amiga.

—Y  tanto  —dijo  Paula  en  tono  desafiante—.  Caro  era,  y  es,  la  persona  más  dulce  y  amable que he conocido.

—Hermosas palabras —repuso Fede con condescendencia—. Y ahora has vuelto a su vida,  como  siempre  habías  querido  —Fede se  encogió  de  hombros  con  desprecio—. ¿Esperas  sinceramente  que  me  crea  que  fue  una  mera  coincidencia  que  llegaras  en  el  momento exacto en el que Pedro necesitaba a alguien para sus planes? Lo siento, pero es demasiada coincidencia. Y tampoco me trago lo de amor a primera vista.

— ¿Por  qué  te  molesta  tanto?  ¿Tal  vez  te  preocupa  que  después  de  las  incontables  mujeres  que  has  conocido,  nunca  te  hayas  enamorado?  Así  que  no  puedes  creer  que  eso pueda ocurrirle a otra persona, y menos a tu hermano.

Su expresión se volvió borrascosa.

— ¡No intentes psicoanalizarme!

—Entonces no camines por ahí con ese peso sobre tus hombros. Tienes el potencial de ser un hombre maravilloso, ¿Sabes? No quiero parecer condescendiente. Pero hasta que no te tomes en serio a tí mismo, no vas a tomarte en serio ninguna de tus relaciones.

— ¿Qué diablos quieres decir?

—Pensaba  que  a  estas  alturas  serías  tu  propio  empresario,  en  lugar  de  trabajar  para  una compañía  como  Brousillac.  Te  imaginaba  creando  tus  propias  escuelas  de  esquí  por Europa y Estados Unidos. Eres uno de los mejores esquiadores del mundo y tienes una  medalla  olímpica  que lo prueba.  Te  juro  que  no  entiendo  por  qué  no  has  aprovechado  tu  talento.  Podrías  hacer con él  mil  cosas  diferentes  y  siempre  sería  más  satisfactorio que vender el equipo de otro. Tú, Federico Alfonso, tienes algo que millones de hombres darían cualquier cosa por poseer... y ni siquiera lo sabes.

—Tiene razón.

Paula  se volvió y vió a Pedro de pie en el umbral con las manos en las caderas. Había estado  tan absorta  en  la  conversación  con  Federico   que  no  se  había  dado  cuenta  de  que  tenían público. Los dos hermanos se saludaron con una inclinación de cabeza.

—Me alegro de verte, Fede. Siento interrumpir, pero Pau y yo tenemos una cita. No tardaremos. Cuando volvamos, sería grato reunir a la familia y hablar de la boda.

— ¿Por qué tanta prisa, Pedro? Pensaba que querías casarte en Navidades. Ni siquiera han pasado veinticuatro horas desde que rompiste tu compromiso con Eleni. Los ojos de Stasio tenían un brillo enigmático.

— ¿No has oído nunca la expresión «el amor no espera a ningún hombre»? Pau y yo queremos casarnos ya. Quiero que sea mi esposa lo antes posible.

«Ojalá fuera cierto», se dijo Paula.

—No  sabía  que  fueras  tan  romántico  —el  comentario  burlón  de  Fede  no  ocultaba  el  hecho de que estaba perplejo y asombrado por el comportamiento de su hermano.

Paula  no lo culpaba. Pedro estaba interpretando a la perfección el papel de un hombre enamorado.

—Fede... —su  voz  parecía  extrañamente  seria—.  Cuando  conozcas  a  la  mujer  de  tu  vida,  recordarás  esta  conversación  y  la  comprenderás  —se  volvió  hacia  Paula—. ¿Vamos, querida? El párroco nos espera.

Aquel  apelativo  inesperado  brotó  con  tanta  fluidez  de  labios  de  Pedro,  que  tomó  a  Paula por sorpresa. Antes de salir de la habitación, miró por casualidad a su hermano. Fede le lanzó una sonrisa secreta que le recordó al seductor de otra época. Casi podía oírlo decir: «No  me  engañas.  Además, estabas  enamorada  de  mí  hace  seis  años.  Puedo  tenerte  cuando quiera y los dos lo sabemos».

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