—Era un tanto solitaria y me costaba trabar amistad. Madame, la directora, me prometió una habitación para mí sola el último año. Claro que renegó de su promesa cuando Carolina Alfonso, una joven griega, llegó al colegio. Obviamente era alguien importante, de lo contrario Madame no la habría aceptado cuando todas las plazas ya estaban ocupadas. Sólo quedaba una cama.., en mi habitación. Fue un milagro, pero Caro y yo congeniamos enseguida —Paula se encogió de hombros—. Sentimos como si nos hubiéramos conocido en otra vida, o algo así. Siempre fue muy amable conmigo, más aún cuando le hablé de la muerte de mi madre. La suya había muerto en un accidente de barco y creo que ésa era la razón de que pareciese siempre tan triste. Teníamos pérdidas en común, así que no tardamos en hacernos buenas amigas. Nunca había tenido una amiga íntima.
Paula se quedó mirando sus manos entrelazadas.
—La primera vez que Carolina me enseñó fotos de Federico, tuve un flechazo. Tenía docenas de instantáneas de su familia en la cartera. Cada vez que Federico venía al colegio durante el año, para llevarla a esquiar o de viaje los fines de semana, me enamoraba más de él. Pero a Madame no le gustaba que Carolina hiciera esas pequeñas excursiones. Le advirtió que suspendería si faltaba a muchas clases. Pensé que Madame era demasiado dura con ella, así que siempre me ofrecía a hacer Sus deberes mientras estaba fuera con Federico. Él me sonreía y me halagaba por ser una amiga tan leal. Su atención hizo que le entregara por completo mi corazón. En cuanto a Caro, me dijo que ninguna amiga suya había hecho nunca nada tan generoso por ella. Me prometió llevarme durante las vacaciones de Navidad a ver cómo Federico se entrenaba para las Olimpiadas. Sabía que estaba loca por su hermano.
— ¿Guardó su promesa?
—Ya lo creo. Nos alojamos en el chalé de su familia en Chamonix. La idea de estar cerca de él todo el tiempo me entusiasmaba. Fue lo más emocionante que me había pasado nunca. Aquellos diez días fueron el paraíso. No veía mucho a Federico durante el día porque estaba esquiando, pero cuando regresaba por la noche al chalé, bromeaba con nosotras y nunca quería irse a la cama. Escribí en mi diario que era el hombre al que amaría toda la vida... Pero la última noche antes de nuestro regreso al internado, oí cómo hablaba con Caro mientras yo estaba en el baño. En aquel momento no creí que supiera que yo estaba allí. Después, me di cuenta de lo ingenua que había sido. Federico quiso que oyera todas sus palabras... para que dejara en paz a Caro.
— ¿Qué dijo?
Paula levantó la cabeza.
—«Ahora que vuelves a Suiza, Caro, tenemos que hablar. ¿Cómo es que de todas las chicas del colegio te has traído a esa norteamericana mimada, gorda, bajita y rara?». Esas fueron sus palabras exactas. Caro se enfadó con él. Me defendió y dijo que no era una niña mimada. Le explicó que mi padre era piloto y trabajaba para el programa espacial. Recuerdo que casi gritó que yo no era gorda y que un metro sesenta de estatura ni era ser bajita, excepto para los hombres de su familia.
Paula recordaba el resto de aquella conversación casi palabra por palabra.
—Vamos, Caro —había dicho Federico—. Con ese pelo naranja, debería estar en el circo. No te va en absoluto.
—No tiene el pelo naranja, sino rojo. Estás siendo muy grosero.
—Y tú una tonta. Voy a decirte algo, hermanita. Con lo bonita que eres, si dejas que siga a tu lado, los chicos van a mirarla y salir espantados. Tú, más que nadie, no puedes permitir que eso ocurra.
—Pero la quiero, Fede. ¿Cómo puedes ser tan cruel cuando sabes que es gracias a ella por lo que no estoy suspendiendo en el colegio? Paula es una amiga de verdad, y también ha perdido a su madre. Te odio por decir esas cosas tan horribles.
—Ódiame todo lo que quieras, pero cuando vuelvas al colegio será mejor que te deshagas de ella antes de que Pedro averigüe que te has estado codeando con esa basura militar yanqui.
— ¡Pepe lo comprendería!
— ¿Estás segura? Tiene ojos y oídos por todas partes, Caro. Sería mejor que acabaras ya tu relación con ella. De lo contrario, volverás a Nueva York o a Grecia y estarás bajo la vigilancia de tu hermano mayor. Después de lo que ocurrió el año pasado, sabes mejor que nadie lo que eso significa. Pedro te permitiría aún menos libertad que antes. ¿Por qué arriesgarte? Además, te estás convirtiendo en toda una belleza. Créeme, no te gustará que te relacionen con ese patito feo y gordo que finge ser algo que no es.
Paula había dejado de llorar al recordar aquel sombrío momento hacía años. Sus crueles comentarios ya no le producían dolor, pero era humana y nunca había olvidado sus palabras. Carraspeó y dijo:
—Me agradó que Caro me defendiera, pero cuando volví al colegio, le dije a Madame que prefería compartir habitación con otra chica norteamericana. Quiso saber por qué, así que le conté lo que Federico había dicho. Madame me escuchó y luego reconoció que sería mejor no hacer nada que enojara a la familia Alfonso, así que trasladó a Caro al segundo piso y me asignó a otra norteamericana como compañera de habitación. Ella nunca supo que el cambio había sido idea mía. Lentamente, busqué la amistad de otras chicas y me fui alejando de ella para ahorrarle el dolor de tener que dejarme.
— ¿No intentó luchar por conservar tu amistad?
—Sí, incluso más de lo que yo habría imaginado. Ahora pienso que lo que le hice le dolió más que lo que Federico me había hecho a mí. Pero en aquel momento, pensé que no tenía elección.
— ¿Has tenido algún contacto con ella desde entonces?
—No. Cuando me fui de Suiza para estudiar en la universidad aquí en Filadelfia, le dije a la directora que no le diera a nadie mi dirección. Caro nunca supo cómo localizarme. Meses después de mi marcha, Madame me envió una carta que Caro me había escrito. La rompí sin leerla porque aquellos recuerdos me dolían demasiado. No he vuelto a verla, ni a ella ni a Federico, excepto en los periódicos y revistas, y por supuesto en los programas de celebridades de la televisión.
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