viernes, 7 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 7

Uno de septiembre. Aquella noche marcaba la mitad del camino a su nueva vida para Paula. Habían pasado tres meses y todavía estaba a salvo. No había duda en su mente de que ir al Instituto Miguel Ángel le había salvado la vida. Pero sólo faltaban tres meses para que el miedo acuciante a ser encontrada volviera a acosarla. Inspiró  profundamente  y  siguió  estudiando  la  última  revista  de esquí  en  la  que  aparecían fotos de Federico Alfonso. A la cámara le encantaba su apuesta figura, lo mismo que a las actrices y modelos que revoloteaban en torno a él.

Gracias  a  la  investigación  llevada  a  cabo  Carlos,  Paula había  podido  seguir  sus  movimientos durante los últimos seis años. Federico no estaba participando en de esquí en Europa o luciendo botas  y esquís para la firma  Brousillac,  pasaba  el  tiempo  en  los  casinos  de  Montreux,  en  Suiza, donde  tenía  un apartamento. Cuantas  más  cosas  aprendía  sobre  el  hermano  de  Carolina,  más de  acuerdo  estaba  con  Carlos. Aunque Fede era un atleta fabuloso, también era un hombre inquieto que jugaba a   la   vida   sin   un   plan   definido.   Concluyó  que a  pesar   del   dinero   que   ganaba   publicitando  la  firma  de  esquís, sus  ganancias  no  podían bastar  para  mantener  su  ritmo de vida sin la ayuda de la fortuna que producía la industria naviera de la familia Alfonso. Tiempo  atrás,  en  Chamonix,  había  oído  cómo  le  decía  a  Caro que  apenas  estaba  en  Grecia porque  no  le  interesaba  el  negocio de la familia.  También  había  dicho  que  detestaba  sentirse culpable  por  no  satisfacer  las  expectativas  de  su  padre  y  de  su  dominante hermano.

Paula entendía  que  a  ningún  hombre  le  gustara  que  le  recordaran  que  no  podía  mantenerse solo  económicamente.  Fede tenía  orgullo  de  sobra  en  aquel  respecto.  Y  junto  con  sus sentimientos  de  inadecuación,  inducidos,  sin  duda, por  su  padre  y  su  hermano mayor, no era de extrañar que rehuyese su casa. Una casa que también servía como doloroso recordatorio de la muerte de su madre. Lo  que  necesitaba  era  a  alguien  que  creyera  en  él.  Alguien  que  pudiera  ayudarlo  a  convertir sus talentos naturales en un legado duradero para su propia esposa y familia algún día. Con la ayuda de Carlos, y las nociones que poseía sobre la familia Alfonso, Paula creía que tenía una imagen bastante clara de la complicada psique de Fede. Estaba convencida de que podría ayudarlo a encontrar la fuerza y la integridad que poseía. En cuanto volviera a ver a Fede, tocaría aquella parte vulnerable en él que ignoraban las mujeres superficiales de su vida. Aquello le otorgaría la ventaja... y el premio.

A  no  ser  que  aquellos  hombres  la  encontraran  antes.  A  no  ser  que  consiguieran  localizarla. Se  estremeció  de  terror  antes  de  apagar  la  lámpara  de  su  mesilla.  Por  primera  vez  en  meses, deseo poder recurrir a alguien. Aquella noche, mientras había estado hojeando la   revista  de  esquí con  las  fotografías  de  Fede,  había  visto  un  anuncio  de  una  convención  internacional  de  esquí  en  Las  Vegas,  Nevada.  La  vista  aérea  de  la  ciudad  había  desatado  en  ella  una  oleada de  añoranza...  por  su  padre,  sobre  todo,  y  por  su  vida en la emisora  de  radio.  Echaba  de  menos  sus  largas  y  fascinantes  conversaciones  con  Manuel.  Su  interés  en  la  posibilidad  de  que  existiera  vida  en  el  universo  aún  sin  explorar era comparable a la suya. Su querido Draco, su mentor, gurú y amigo todo en uno.  Hacía  semanas  que  no  dejaba  que  ningún  pensamiento  del pasado  interfiriera  en  su  concentración.  Siguiendo  el  consejo  de  Carlos,  había  dejado  de  ver la televisión  y  de  escuchar la radio. Volvería a hacerlo, le había dicho, cuando lograra su objetivo.

Paula había obedecido  todas  sus  normas,  pero  el  impulso  de  oír  la  voz  de  Manuel  al  menos por unos minutos hizo que las rompiera por una vez. Encendió  la  radio,  en  el  1060  AM.  En cuanto  oyó  a  Tomás  Elder  con  su  programa  deportivo  de  Washington,  supo  que  había cometido  un  error.  La  diferencia  de  tres  horas de costa a costa implicaba que el programa de Manuel no empezaría hasta las tres de la madrugada. Se  incorporó  y  colocó  la  alarma  de  su  reloj  a  esa  hora,  pero  por  mucho  que  lo  intentó  no  se  quedó  dormida.  Estaba  demasiado  cansada  para  levantarse  y  estudiar,  así  que  permaneció tumbada escuchando el programa.  A  las  tres  y  cinco,  después  de  las  noticias  de  cada  hora,  unas  interferencias  de  alta  frecuencia  resonaron en  sus  oídos,  ahogando  el  monólogo  inicial  de  El  mundo  de  Draco.  Se  incorporó  de  golpe  en  la  cama.  Era  el  mismo  sonido  que  recordaba  haber  oído después de que las Fuerzas Aéreas hubiesen bloqueado uno de sus programas. No  les  gustaba  que  difundiera  pruebas.  Algunos miembros  del  gobierno  estaban  encubriendo los avistamientos de ovnis protagonizados por pilotos de pruebas. Como represalia, habían emitido una señal fantasma en la misma frecuencia de 1060 Khz para interferir deliberadamente con las ondas del programa. Cuando sabotearon el programa por primera vez, Paula tuvo miedo de que Manuel la despidiera por haber ido demasiado lejos.  En cambio,  le  subió  el  sueldo  y  la  alentó  a  seguir  averiguando  la  verdad.  Le  dijo  que  su emisión había subido las cotas de audiencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario