Uno de septiembre. Aquella noche marcaba la mitad del camino a su nueva vida para Paula. Habían pasado tres meses y todavía estaba a salvo. No había duda en su mente de que ir al Instituto Miguel Ángel le había salvado la vida. Pero sólo faltaban tres meses para que el miedo acuciante a ser encontrada volviera a acosarla. Inspiró profundamente y siguió estudiando la última revista de esquí en la que aparecían fotos de Federico Alfonso. A la cámara le encantaba su apuesta figura, lo mismo que a las actrices y modelos que revoloteaban en torno a él.
Gracias a la investigación llevada a cabo Carlos, Paula había podido seguir sus movimientos durante los últimos seis años. Federico no estaba participando en de esquí en Europa o luciendo botas y esquís para la firma Brousillac, pasaba el tiempo en los casinos de Montreux, en Suiza, donde tenía un apartamento. Cuantas más cosas aprendía sobre el hermano de Carolina, más de acuerdo estaba con Carlos. Aunque Fede era un atleta fabuloso, también era un hombre inquieto que jugaba a la vida sin un plan definido. Concluyó que a pesar del dinero que ganaba publicitando la firma de esquís, sus ganancias no podían bastar para mantener su ritmo de vida sin la ayuda de la fortuna que producía la industria naviera de la familia Alfonso. Tiempo atrás, en Chamonix, había oído cómo le decía a Caro que apenas estaba en Grecia porque no le interesaba el negocio de la familia. También había dicho que detestaba sentirse culpable por no satisfacer las expectativas de su padre y de su dominante hermano.
Paula entendía que a ningún hombre le gustara que le recordaran que no podía mantenerse solo económicamente. Fede tenía orgullo de sobra en aquel respecto. Y junto con sus sentimientos de inadecuación, inducidos, sin duda, por su padre y su hermano mayor, no era de extrañar que rehuyese su casa. Una casa que también servía como doloroso recordatorio de la muerte de su madre. Lo que necesitaba era a alguien que creyera en él. Alguien que pudiera ayudarlo a convertir sus talentos naturales en un legado duradero para su propia esposa y familia algún día. Con la ayuda de Carlos, y las nociones que poseía sobre la familia Alfonso, Paula creía que tenía una imagen bastante clara de la complicada psique de Fede. Estaba convencida de que podría ayudarlo a encontrar la fuerza y la integridad que poseía. En cuanto volviera a ver a Fede, tocaría aquella parte vulnerable en él que ignoraban las mujeres superficiales de su vida. Aquello le otorgaría la ventaja... y el premio.
A no ser que aquellos hombres la encontraran antes. A no ser que consiguieran localizarla. Se estremeció de terror antes de apagar la lámpara de su mesilla. Por primera vez en meses, deseo poder recurrir a alguien. Aquella noche, mientras había estado hojeando la revista de esquí con las fotografías de Fede, había visto un anuncio de una convención internacional de esquí en Las Vegas, Nevada. La vista aérea de la ciudad había desatado en ella una oleada de añoranza... por su padre, sobre todo, y por su vida en la emisora de radio. Echaba de menos sus largas y fascinantes conversaciones con Manuel. Su interés en la posibilidad de que existiera vida en el universo aún sin explorar era comparable a la suya. Su querido Draco, su mentor, gurú y amigo todo en uno. Hacía semanas que no dejaba que ningún pensamiento del pasado interfiriera en su concentración. Siguiendo el consejo de Carlos, había dejado de ver la televisión y de escuchar la radio. Volvería a hacerlo, le había dicho, cuando lograra su objetivo.
Paula había obedecido todas sus normas, pero el impulso de oír la voz de Manuel al menos por unos minutos hizo que las rompiera por una vez. Encendió la radio, en el 1060 AM. En cuanto oyó a Tomás Elder con su programa deportivo de Washington, supo que había cometido un error. La diferencia de tres horas de costa a costa implicaba que el programa de Manuel no empezaría hasta las tres de la madrugada. Se incorporó y colocó la alarma de su reloj a esa hora, pero por mucho que lo intentó no se quedó dormida. Estaba demasiado cansada para levantarse y estudiar, así que permaneció tumbada escuchando el programa. A las tres y cinco, después de las noticias de cada hora, unas interferencias de alta frecuencia resonaron en sus oídos, ahogando el monólogo inicial de El mundo de Draco. Se incorporó de golpe en la cama. Era el mismo sonido que recordaba haber oído después de que las Fuerzas Aéreas hubiesen bloqueado uno de sus programas. No les gustaba que difundiera pruebas. Algunos miembros del gobierno estaban encubriendo los avistamientos de ovnis protagonizados por pilotos de pruebas. Como represalia, habían emitido una señal fantasma en la misma frecuencia de 1060 Khz para interferir deliberadamente con las ondas del programa. Cuando sabotearon el programa por primera vez, Paula tuvo miedo de que Manuel la despidiera por haber ido demasiado lejos. En cambio, le subió el sueldo y la alentó a seguir averiguando la verdad. Le dijo que su emisión había subido las cotas de audiencia.
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