lunes, 10 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 20

—Te lo agradezco. Paula piensa ponerse en contacto conmigo. Si quiere hablar con el coronel, le daré a Paula su teléfono.

—Me parece bien.

—Hasta pronto, Humberto.

Humberto Rich colgó el teléfono a tiempo de saludar a su próximo paciente.


— ¿Pedro?

Pedro asió con fuerza el auricular.

— ¿Erica? El barco está listo para zarpar, ¿Dónde estás?

—En el hotel. Lo he pensado mejor y he decidido volver a Atenas en avión.

Pedro frunció el ceño.

— ¿Ocurre algo?

—Nada... simplemente pensé que sería mejor así —había cierto nerviosismo en su voz.
Pedro se  quedó  callado  por  un  momento.  Dos  noches  atrás,  Erica había  ido  a  Nueva  York  en avión  para  hacer  algunas  compras,  como  habían  planeado.  Habían  decidido  que  conocería  a  Ariel  por  primera  vez  cuando  se  reuniera  con  ellos  en  el  barco.  Pero  había  ocurrido algo que le había hecho cambiar de idea. O tal vez alguien...  Sólo Fede y Caro conocían el plan de Pedro de casarse en Andros. Su hermana nunca le habría revelado aquellos detalles a Erica, así que sólo podía ser Fede.

— ¿Querido?  Te  has  quedado  callado.  Por  favor,  no  te  enfades  conmigo.  Tengo  que confesarte  una cosa.  Ya  sé  que  debí  habértelo  dicho  cuando  propusiste  la  idea  del  crucero, pero no soy buena marinera. Puedo aguantar unas horas con buen tiempo en alta  mar,  pero  siete  días  por  el océano  en  invierno...  ¿Sabes  que  han  pronosticado  un  huracán?

Estaba seguro, Fede se lo había dicho. A pesar de todos sus atributos, Erica tenía una vena  lo suficientemente  egoísta  como  para  prestar  oídos  a  los  argumentos de su  hermano. Pedro  no  se había  engañado  por  el  apoyo  aparente  de  Fede en  el  plan  de  integrar a  Ariel en la familia. Por razones todavía desconocidas, a Fede no le agradaba el giro que habían  tomado  los  acontecimientos en el clan  Alfonso.  Crear  problemas  con  Erica  le venía como anillo al dedo.

—No te preocupes —le dijo en voz baja—. No me gustaría que te pusieras enferma.

—Si tomaras el avión, podríamos estar juntos mucho antes de mañana.

Era  tan  transparente  que  su  irritación  hacia  ella  rayó  en  la  misma  clase  de  enojo  que  había  estado  albergando  hacia  Fede  desde  que  Paula le  hubiese  hecho  aquellas  revelaciones.

—Mi sobrino nunca ha tenido unas vacaciones de verdad. Siempre ha querido viajar en barco, no puedo decepcionarlo.

—A veces pienso que prefieres hacer de tío que de mi prometido. Pedro... no te estaré esperando en el muelle en Pireo. Si quieres verme, tendrás que venir a mí.

—Erica... sea cual sea el motivo de tu enojo, lo solucionaremos. No pongas condiciones.

—Ya estaban puestas antes de que nos conociéramos —la línea se cortó.

Como no podía decirle que tomaría un avión para Atenas aquella noche, colgó y no le devolvió  la  llamada.  Tendría  que  esperar  hasta  que  llegaran  a  Grecia  para  hacerla  razonar. Por el bien de Ariel, tenía que hacerlo.

— ¿Pepe? —oyó  un  golpe  suave  en  la  puerta  del  camarote  contiguo—.  ¿Ya  has  terminado dé hablar por teléfono?

—Sí. Pasa. ¿Qué tal la ducha?

—Bien. Hay un montón de jabones distintos. ¿Puedo quedármelos?

—Por supuesto. ¿Para qué los quieres?

—Porque tienen dibujos de barcos. Voy a coleccionarlos.

—Me   parece   un   proyecto   muy   loable.   Ahora,   antes   de   cenar,   ¿Te   gustaría   que   llamáramos a Analía y a Germán?

—Ya me han llamado a mi habitación.

Pedro no debía de haberse sorprendido. Otra de las  razones  de  aquel  viaje  era  ayudar  a  los padres  de  acogida  de Ariel  a  aceptar  las futuras separaciones de él. Pero el vínculo entre los tres era fuerte.

— ¿Están bien?

—Sí. Dicen que me echan de menos.

—No lo dudo. ¿Y tú? ¿Los echas de menos como para no hacer este viaje?

—Claro que no.

Llevado por un impulso de emoción, Pedro lo levantó en brazos y lo abrazó.

— ¿Adivina qué? Una persona especial va a cenar con nosotros esta noche.

—Ya lo sé.

— ¿Ah, sí?

No hay comentarios:

Publicar un comentario