domingo, 23 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 56

Qué extraño pensar que Federico Alfonso estaba en el piso de arriba.  Seis  años  antes,  una  Paula mucho  más  joven  se  habría  vuelto  loca  de  excitación  al  saber que vería al galán más apuesto de Europa en pocos segundos. Pero aquel día, la Paula adulta se sentía claramente indiferente. Enseguida volvió a meter el pequeño traje en la caja y tomó todo en los brazos antes de seguir a Caro escaleras arriba, con Pedro a corta distancia. Estaba tan locamente enamorada de él que no tenía que fingir el papel de prometida embelesada. Horas antes en su oficina, Pedro le había dicho que tendrían que convencer a Caro de que   estaban   enamorados.   De   lo   contrario,   su   hermana   no   podría   soportar   la   culpabilidad  de  saber  que  su  mejor  amiga  había  ocupado  el  puesto  de  Erica en el último  momento  para  asegurar  que  Pedro pudiera  adoptar  a  Ariel.  Paula estaba  de  acuerdo con él. Tenía que parecer de verdad, de palabra y de hecho. Para ella, era real.  Cuando  llegaron  a  la habitación  de  invitados  que  había  desocupado  aquella  misma  mañana, Pedro dejó todo en el suelo y luego le pasó el brazo por los hombros.

—Voy a llamar otra vez al párroco para decirle que ya estamos en Andros. Volveré en unos minutos. Después de darle un beso en el cuello, salió de la estancia.

Camino de la puerta, se paró para dar a su hermana un rápido abrazo. Sabía  que  Caro los  había  observado.  De  algún  modo,  Paula encontró  la  fuerza  para  mantenerse  en  pie,  aunque  su  cuerpo  había  iniciado  su  inevitable  reacción  cuando  Pedro había posado sus labios sobre su piel acalorada. Caro estaba sonriendo.

—Deja todo y ven a mi habitación. Me muero de ganas de ver la cara de Ariel. En cuanto a Fede...  Se quedaron mirándose, intercambiando mensajes silenciosos.

—Después de lo que dijo de mí, tengo que reconocer que he deseado varias veces que me viera ahora.

Caro asintió.

—Ya lo creo que te verá.., y va a tener un ataque al corazón.

Sonriendo,  Paula siguió  a  Caro a  su  habitación.  Cuando  entró,  enseguida  notó  los  cambios en Fede. Pero tenía que reconocer que todos eran buenos. Los años lo habían vuelto más atractivo que nunca.

— ¡Pau!
El  grito  alegre  de  Ariel  hizo  que  Fede volviera  la  cabeza.  Mientras  Ariel  saltaba  de  la  cama, cambiando  las  damas  de  sitio  con  las  prisas  por  saludarla,  Fede se  limitó  a  mirarla durante interminables momentos. Paula llevaba un traje negro de lana sencillo pero elegante. Cuando se lo había puesto horas antes para ir de compras, Pedro le había dicho que tenía un gusto extraordinario para vestirse, porque su elegancia y su recato realzaban su glorioso pelo.

Aunque no se estaba casando con ella por amor, Paula todavía quería que se sintiera orgulloso de su esposa. Ante el mundo, sería la mujer de Pedro Alfonso. Quería hacer bien su papel. Aunque apenas hacía un mes había querido hacer bien su papel para Fede. Tal vez se debiera  a  la  proposición  matrimonial  de  Pedro,  pero  mientras  seguía  mirando  a  su  hermano pequeño, se sintió lo bastante osada para decir:

—No me digas que no te acuerdas de mí, Fede. La niña mimada americana —aligeró su  broma  con  una  sonrisa—.  Pensé  que  al  menos,  mi  pelo  naranja  me  delataría.  Por  extraño  que  te parezca,  nunca  me  uní  al  circo.  Y  tal  vez  te  resulte  más  extraño..  que  vaya  a  casarme  con tu hermano  dentro  de  unos  días.  Creo  que  estabas  equivocado  sobre  su  opinión  sobre  la  basura militar.  Pero  no  importa.  No  te  lo  echaré  en  cara  porque vamos a ser cuñados y estoy dispuesta a quererte.., como a un hermano.

Seguramente,  Paula  nunca  había  pronunciado  un  discurso  que  le  hubiese  producido  tanto placer.  Podía  oír  a Caro por  detrás  tratando  de  contener  la  risa.  Ariel,  con  expresión  perpleja, todavía  tenía  el  brazo  alrededor  de  la  cintura  de  su  madre.  Se  produjo  un  intenso  silencio mientras  un  color  rubicundo  teñía  las  mejillas  bronceadas  de Fede. Vaya, vaya, tenía conciencia. Lentamente, Fede se puso en pie.

— ¡Fede! —rió—.  Sólo  estaba  bromeando,  no  pongas  esa  cara  tan  seria.  ¿Qué  tal  un  abrazo? —caminó  hacia  él  y  lo  estrechó  con  afecto.  Su  cuerpo  estaba  rígido—.  Ha  pasado  mucho  tiempo.  Por  favor,  no  te  culpes  por  algo  que  oí  hace  años.  Además,  ahora somos adultos y quiero mucho a Pedro, así que no podría soportar que hubiese animosidad entre nosotros. Dime que te alegras de ello.

— ¡Yo me alegro! —barbotó Ariel.

Con una sonrisa, Paula se volvió hacia él.


—Yo también.

—Pepe te trajo de vuelta, ¿Eh?

—Sí.  Vamos  a  casarnos  en  esa  pequeña  iglesia  que  hay  colina  arriba.  Fede y  tú  y  tu  madre  estarán  en  el  primer  banco.

-¿Sabes  una  cosa?  Analía  y  Germán  también  vendrán  para la boda. ¿Y sabes otra cosa?

— ¿Qué? —Sus  ojos  brillaban  corno  estrellas

—Pepe y  yo  hemos  comprado  algo  especial para que te lo pongas durante la ceremonia.


— ¿Sí?

—Sí.

Ariel se quedó callado un momento, y luego dijo:

—Me alegro de que vayas a casarte con Pepe. Porque en el barco me dijo que le hacías felíz.

Aquellas palabras desataron una oleada de calor por todo su cuerpo.

—A mí me pasaba lo mismo.

— Se enfadó cuando insistías en leerle a la señora DeMaio.

«Oh, Ari, Ari»

— ¿Ah, sí?

—Sí. Dijo que quería que le leyeras a él en la cama.

Un  calor  abrasador  trepó  rápidamente  por  su  cuello  hasta  su  rostro.  No  se  atrevió  a  mirar a Caro.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Muero con la inocencia de Ariel! Los deja en evidencia!

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