domingo, 30 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 71

—Te toca a tí averiguarlo. Esta noche, cuando Paula entró sin llamar a mi habitación exigiéndome que  viniéramos  a  verte,  supe  que  era  una  mujer  enamorada.  Así  que...  ¿Qué  tal  si  dejo  que arreglen  este  asunto  ustedes solos?  Pero  antes  de  irme,  ¿Me  permiten  que  les  dé  mi bendición?  —Caminó  hasta  el  umbral,  y  luego  dió  media  vuelta—.  ¿Paula?  Bienvenida  a  la familia,  cherie.  Cuando  Pedro decida  traerte  de  vuelta  de  su luna  de  miel,  me  gustaría  contar con  tus  ideas.  Tal  vez  te  contrate  para que me ayudes a organizar esas escuelas de esquí. Voy a demostrarte que no soy el seductor sin cerebro que crees que soy. Y... Pedro, no puedo deshacer el daño que he hecho en el pasado, pero tenías razón. Ariel debe estar con nuestra hermana. Su bondad me recuerda a la de nuestra madre. No me extraña que no renunciaras a él.  Carraspeó. —Kalinichta —les  brindó  una  sonrisa  pícara—.  Que  todos  sus  problemas  sean  insignificantes. No me importará que le pongan mi nombre a su primer hijo.

El  único  sonido  que  Paula oyó  después  del  clic  de  la  puerta  fueron  los  latidos  de  su  propio  corazón.  Al  volver  la  cabeza  al  otro  lado  de  la  estancia,  los  ojos  de  Pedro  eran  como  cabezas  de  alfiler  de  fuego  negro.  Dejó  su  copa  en  la  mesilla  y  empezó  a  andar  hacia ella.

— ¡No, Pedro! —Paula retrocedió—. No des un paso más. Hay algo que debo decirte primero.

—Tienes  razón  —dijo  con  una  media  sonrisa—. Tengo  que  oír  de  tus  labios  que  estás  tan enamorada de mí como yo de tí.

— Ya  sabes  lo  que  siento  por  tí — suspiró  profundamente—.  Me  enamoré  nada  más  verte en tu oficina aquel día. Pero no conoces la verdadera razón por la que fui a verte. Cuando  sepas  la  verdad,  me  pedirás  que  me  vaya  de  Andros  y  que  no  vuelva  nunca.  Soy una mala persona, Pedro.

— ¿Cómo  de  mala?  —bromeó,  acercándose  más.

Paula no  podía  respirar,  y  menos  pensar. Desvió la mirada y confesó:

—Fui a verte a tu oficina porque tenía un plan para utilizar a tu familia y conseguir lo que quería. Te elegí a tí en concreto para conseguir vía libre. Carlos Gordon me ayudó.

A continuación, Paula le explicó todo lo ocurrido desde que se pusiera en contacto con el Instituto Miguel Ángel y planeara enamorar a Federico Alfonso  y casarse con él, hasta el día en que se presentó en su oficina con la excusa de averiguar el paradero de Caro.

—En cuanto empezamos a hablar de Caro, desperté del extraño aturdimiento en el que había  estado sumida.  Me  dí  cuenta de  que  el  miedo  a  Marcos me  había  impulsado  a  utilizar a tu familia, y que estaba mal. En aquel instante, supe que no quería hacer nada de lo que había planeado. Pedro, tienes que creerme. La única razón por la que fui en el barco  contigo  es  porque  quería  estar  a  tu lado.  De  lo  contrario,  habría  ido  en  avión  a  Atenas para ver a Caro antes de regresar a California. El silencio era angustioso.

—No...no  espero  que  me  perdones,  pero  estoy  enamorada  de  tí,  Pedro.  No  sé  cómo  podré seguir  viviendo  si  no  me  creyeras.  Ahora  que  hay  total  sinceridad  entre  nosotros, podré seguir adelante con la boda antes de volver a los Estados Unidos.

Oyó cómo Pedro inspiraba bruscamente. Su rostro se había ensombrecido.

— ¿Crees que hay total sinceridad entre nosotros?

—No entiendo... —los latidos de Paula resonaron aún con más fuerza.


— ¿Crees  de  verdad  que  te  invité  a  viajar  conmigo  en  el  barco  por  otra  razón  que  no  fuera ponerte las manos encima y hacerte el amor? —su voz tembló—. ¿Tienes idea de lo mucho que me desprecié por desearte a tí en lugar de a mi prometida?

Paula casi se desmayó de alegría. Nunca había esperado oír aquellas palabras.

—Cuando  llegamos  a  Pireo,  sabía  que  estaba  enamorado  de  tí  y  tenía  mi  plan  secreto  de convertirte  en  mi  esposa.  No  me  importaba  cómo  llevarlo  a  cabo  siempre  que  te  casaras conmigo.  Tenía  a  mi  propio  Carlos  en  forma  de  Costas.  No  estoy  orgulloso  de  haber utilizado a Ariel para conseguir mi objetivo, pero volvería a usarlo si hiciera falta... porque estoy locamente enamorado de tí. Ven aquí.

Incapaz de contener su emoción, Paula corrió a sus brazos.

—Pepe, te necesito tanto que me estoy muriendo.

—Yo llevo así mucho más tiempo que tu —la levantó en brazos y la llevó a la cama—. Busquemos  juntos  ese  alivio.  Es  lo  que  he  estado  ansiando,  mi  amor.  Dame  tu  boca,  agape mou. Déjame yacer contigo. Saborearte, sentirte.

Gimiendo su nombre, Paula se volvió hacia él y permanecieron echados uno junto al otro.  Pedro acarició  sus  temblorosos  labios  con  los  dedos  y  luego  los  cubrió  con  los  suyos.  Paula  gimió de  éxtasis.  Estar  en  la  cama  de  Pedro,  en  sus  brazos,  sentir  sus  piernas  fuertes  entrelazadas con  las  suyas  la  llenaban  de  un  calor  voluptuoso  que  le  hacía  pronunciar su nombre una y otra vez.

—Pau —suspiró Pedro  antes de colocarla sobre él, cubriéndola de besos—. Eres tan hermosa. No hay nada que desee más que hacer que esta noche dure eternamente. Pero necesito saber una cosa más.

Paula escondió el rostro en su cuello.

—La respuesta es no. Nunca me he acostado con ningún hombre porque nunca había  estado enamorada.

Con un gemido, Pedro enterró el rostro en su pelo.

—No  sé  cómo  puedo  tener  la  suerte  de  ser  el  hombre  que  amas,  pero  me  gustaría  ser  digno de tí. Así que te voy a pedir que salgas de mi cama. No te acerques a mí hasta la noche de bodas. Después, no te dejaré marchar nunca más.

—Pepe, ¡No quiero irme! Ahora que te he encontrado, no quiero perderte de vista. ¿No puedo hacer nada para tentarte?

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