—Han decidido pasar la noche en el yate.
Paula tuvo que ahogar un gemido. Sin duda, al amanecer los dos habrían solucionado sus problemas y el plan de Pedro de adoptar a Ariel seguiría adelante según lo previsto. Aunque no era asunto de ella, sufría sólo de pensar en su mutua pasión.
—Me alegro de que no esté aquí para que no haya que molestarlo. Iba a decir que preferiría ir en coche hasta Gavrion y tomar allí el ferry hasta Rafina.
— ¿Por qué, si el helicóptero es mucho más rápido?
—Porque me.. mareé durante el vuelo desde Pireo.
Otra mentira. Pero Paula no quería arriesgarse a volver a ver a Pedro. No podría soportar decirle adiós.
— ¡Pau! No lo sabía.
—No podías saberlo. Después de todo lo que tu familia ha hecho por mi ¿No me dejarías que me ocupara de mi marcha y mis gastos yo sola? Sólo son dos horas de viaje por mar. Tengo un horario. Te estaría muy agradecida si Juan pudiera llevarme allí a las seis para tomar el primer barco. Ya he reservado mi vuelo desde Atenas para última hora de la tarde.
Todavía no lo había reservado, pero no importaba. Lo haría desde Rafina. Caro la miró con una mezcla de perplejidad y tristeza. Finalmente, asintió.
—Por supuesto. Juan siempre está en la cocina a las cinco y media, desayunando con Melina. Podrás pedírselo tú misma.
—Gracias. Por favor, despídete de Ariel por mí. Me iré antes de que se haya levantado. Dile que le enviaré algunas fotos interesantes de ovnis tan pronto como pueda.
—Le encantará, pero va a echarte mucho de menos. Tanto como yo —Caro rodeó a Paula con los brazos—. Ojalá no tuvieras que irte, pero si ese hombre te necesita...
—Detesto marcharme así, Caro. Pero siempre te agradeceré por haberme escuchado. Ahora me voy feliz porque volvemos a ser amigas.
— ¡Amigas íntimas! —exclamó.
—Te prometo que te llamaré en cuanto llegue. Pero tú tienes que prometerme que me escribirás y me enviarás montones de fotografías. Quiero cartas de Ariel y otras largas, muy largas, de tí.
—Te lo prometo. Nada volverá a separarnos —ojalá aquello fuera cierto—. Tal vez cuando Manuel se encuentre mejor, podrías venir a pasar aquí unas vacaciones.
—Eres la persona más cariñosa y generosa del mundo, Caro. No olvidaré tu invitación. Cuídate, y dale las gracias a Pedro de mi parte.
—Lo haré.
—Ahora, vuelve a la cama antes de que Ariel se despierte y descubra que te has ido. No queremos que se asuste en su primera noche en casa.
Los ojos de Caro se llenaron de lágrimas.
—Confío en que pronto sienta que ésta es su casa.
—Ya lo siente, querida amiga. De lo contrario le habría pedido a Pedro que lo llevara de vuelta a Nueva York.
— ¿Eso crees?
—Lo sé. No olvides que pasé una semana con él en el barco. Confía en mí.
En su oficina de Atenas, Pedro se inclinó hacia delante y apoyó las dos manos sobre su mesa. La reunión con Costas no había ido bien. El abogado de la familia había sido franco al advertirle que no era probable que un juez americano le permitiera a él, un hombre soltero, sacar a Ari de un entorno emocional- mente estable y amoroso para llevarlo a vivir con su madre genética que conocía apenas hacía unos días. Se apartó de la mesa y se puso súbitamente en pie. «Después de todos mis planes, no puedo creer que esto vaya a terminar así». Y sin embargo, en su mente ya se había forjado una solución. Y para vergüenza suya, no había sido capaz de pensar en ninguna otra Cosa. El timbre del teléfono lo sacó de su reflexión. Al descolgar, vio que el número era de Andros.
— ¿Caro?
—No, soy Ariel. Oír la voz de su sobrino le hizo sonreír.
—Buenos días, Ari, ¿qué tal has dormido?
—Bien. ¿Cuándo vas a venir?
—Ahora mismo. He resuelto mis asuntos antes de lo que esperaba.
— ¡Genial!
—Está todo el mundo vestido para la excursión?
—Yo sí.
— ¿Paula también?
—Paula se ha ido.
Pedro sintió que su corazón se paralizaba.
— ¿Cómo has dicho?
—Draco la llamó. Mamá dice que la necesita, así que ha vuelto a los Estados Unidos esta mañana. Ojalá no se hubiera ido. Mamá está muy triste y yo también. Ven pronto a casa, por favor.
—Dile a tu madre que se ponga, Ari.
—Está bien. Espera un momento.
Pedro todavía se estaba recuperando de la noticia cuando Caro se puso al teléfono.
— Supongo que Ari ya te lo ha dicho.
—¿A qué hora salió el helicóptero? —preguntó sin más preámbulos.
—No le gustan los helicópteros. Juan la llevó en coche al ferry a las seis de la mañana.
Las revelaciones eran demasiado sorprendentes para su comprensión. Miró su reloj. Si Paula había tomado el primer barco, estaría arribando a Rafina al cabo de cinco minutos.
— ¿Pepe? Estás muy callado, ¿Qué pasa?
—Dile a Ari que volveré a casa lo antes posible.
— Pero...
—Tengo que irme, Caro.
Nunca había cortado a su hermana de aquella manera, pero el tiempo era crucial. Minutos después subió al helicóptero, que ya estaba listo para despegar. Todavía podía recordar cómo Paula lo había mirado con aquellos fabulosos ojos azules al decirle que no estaba enamorada de Draco. Si era una mentira...
Geniales estos capítulos! La va a buscar? Ojalá llegue!
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