—No. Hubo una emergencia.
Paula gimió al oír los detalles.
—No inhalé tantos gases tóxicos como los demás. Cuando llegamos a urgencias, me sentí bien y llamé a un taxi para que me trajera a casa.
—Me alegro de que no te haya pasado nada.
—Y yo, pero basta de hablar de mí. ¿Cómo va tu plan?
—Demasiado bien —Paula no pudo impedir que le temblara la voz—. Sólo que todavía no he visto a Federico y ya me he enamorado de su hermano. Pedro no sólo es maravilloso, no sabía que existiera un hombre así. Si alguna vez averigua por qué fui a su oficina, nunca me perdonará. Ni Caro, y no la culparía. Tenías razón, Carlos. No estaba enamorada de Fede y nunca lo estaré. Pero eso ya no importa, porque lo que be hecho está mal — se echó a llorar.
—Paula, espera un momento. Inspira hondo y dime una cosa. ¿Fuiste sincera con Caro? ¿Sabe por qué pusiste fin a tu relación con ella?
—Sí.
— ¿Y te ha perdonado?
—Sí. No podría haber sido más comprensiva. Las dos nos pusimos muy contentas. Somos mejores amigas que nunca.
— ¿Y que hay de malo en eso?
—Bueno, nada, pero...
—Nada de peros, Paula. Sabía que no acabarías con Federico; no es tu tipo. Pero tu furia por lo que te hizo era una emoción saludable. Te forzó a revalorizarte y te ayudó a intentar reanudar tu amistad con Carolina.
— ¡Pero no lo entiendes! Utilicé a Pedro para encontrar a Caro. Es un hombre tan maravilloso y ha sido tan generoso conmigo. Por eso lo que he hecho es horrible.
—No es horrible. Reconoce que lo que pasa es que te sientes culpable porque te has enamorado de él y eso no entraba en tus planes: Confiaba en que lo hicieras. Encaja más con tu forma de ser.
— ¡Carlos! —Gritó—-. ¿Tratabas de emparejarme? Rió entre dientes.
—Deliberadamente, no... ¿Pero y si así fuera?
—Entonces pasaste por alto un pequeño detalle —su voz volvió a temblar, a pesar suyo.
— ¿Cuál?
—Erica Souvalis.
— ¿Quién?
—La prometida de Pedro. Van a casarse estas Navidades.
— ¿Pedro Alfonso está prometido?
— Sí.
—No pude pasarme por alto un detalle tan importante.
—No lo hiciste. Acaba de hacerlo oficial.
—Aun así, me pagan para saber esa clase de cosas.
—No sé cómo podrías haberlo sabido. Se ha visto obligado a mantenerlo todo en secreto a causa de Ariel.
— ¿Quién es Ariel?
—Es una larga y triste historia —durante los siguientes minutos, le contó todo a Carlos.
—Si no recuerdo mal, hay una foto en mis archivos de Pedro Alfonso paseando por una calle de Atenas con una mujer que no está identificada. Te la describiré y así sabré si es Erica.
—No hace falta.
—Quiero hacerlo. Soy curioso. Dame un minuto y accederé al ordenador de mi despacho desde éste.
Paula sonrió al imaginarlo en su escritorio. Era un buen amigo. Se sentía mucho mejor sólo de hablar con él.
—Vaya —le oyó decir—. Vaya —la segunda vez pareció molesto.
— ¿Qué pasa?
—Alguien ha intentado acceder a mi ordenador.
— ¿Cómo lo sabes?
—Encargué un programa para ese fin. Dice la hora y la fecha del intento de acceso. Quien fuese lo hizo mientras estaba esta mañana en el hospital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario