lunes, 17 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 39

Y  desde  luego  no  estaba  dispuesta  a  admitir  su  amor  por  Pedro,  no  cuando  planeaba  casarse con  Erica  en  menos  de  un  mes.  Caro ya  tenía  bastantes  preocupaciones  pensando en el hijo al que nunca había visto.  Cuando el sonido de un helicóptero rasgó el aire, las dos se volvieron hacia la ventana que daba al mar. Caro llegó primero.

— ¡Están aquí! — Se agarró al alféizar—. Me gustaría ir a recibirlos al helipuerto, pero tal vez no sea buena idea.

— ¿Por qué no caminas hasta la verja de la entrada?

— ¿Quieres acompañarme?

—Sólo un poco. No se me ocurriría inmiscuirme en tu momento especial.

Caro miró a Paula con los ojos bañados en lágrimas y luego le dio un largo abrazo.

—Tengo  bien  el  pelo?  —preguntó  cuando  se  separó  finalmente.   El  pelo  liso  de  Caro  brillaba en larga cascada a ambos lados de su rostro.

—Es perfecto. Igual que como aparece en las fotos de Areli. Ne t’enfaispas.

—Está bien, no me preocuparé. Supongo que ha llegado el momento. Vamos.

Recorrieron  la  suntuosa  villa  de  suelos  de  mármol  y  alfombras  otomanas  hasta  el  vestíbulo.

—Buena suerte —susurró  Paula.

Le  apretó  la  mano  antes  de  que  se  separaran  en  los  peldaños del porche. Desde allí, podría ver el reencuentro sin incomodar a Caro. Observó cómo su amiga corría por el camino de entrada como una niña pequeña. El  coche  negro  apareció  poco  tiempo  después.  Cuando  se  detuvo,  vió  cómo Caro  se  acercaba a la puerta de atrás. Paula esperó sin aliento a que algo ocurriera. Pronto vio cómo Ariel bajaba del coche. El niño y Caro permanecieron de pie, mirándose. No se tocaron. Paula supo que habían iniciado  una  conversación  seria,  pero  desde  aquella  distancia  no  podía  oír  palabras  aisladas.  Ariel  asintió  con  su  cabeza  morena  varias  veces  mientras  Caro  inclinaba  el  rostro hacia él.  Madre e hijo.  Un  minuto  después,  vió  cómo  Ariel  deslizaba su pequeña mano con confianza en la de Caro. Juntos echaron a andar a través de la verja hacia la calle en dirección al puerto. La imagen se volvió borrosa mientras Paula trataba de contener un sollozo.

Cuando volvió a ver con claridad, Pedro estaba recorriendo el camino de entrada.  Solo.  Paula pensó que  el  corazón  iba  a  fallarle  de  un  momento  a  otro.  Su  felicidad  se  reflejaba en sus ojos y en la curva de su boca. Parecía más joven. ¿Acaso era extraño? Después de seis años de espera y preocupaciones, había reunido a Caro con su hijo. Pedro se acercó a ella. Más  tarde,  Paula recordaría  aquel  momento  y  se  mortificaría  por  la  forma  en  que  había tomado las manos que Pedro le había tendido sin la más mínima vacilación. Llevada por una compulsión más fuerte que su voluntad, dejó que su mirada se posara en los pantalones tostados de hilo y el jersey blanco de cuello alto hasta que unos ojos negros vivos e intensos captaron toda su atención.

—Cuéntamelo todo, por favor. No aguanto más. Su risa vibró en todas las células de su cuerpo. —Ariel se sorprendió tanto al verla esperándolo en la verja vestida con unos vaqueros y un jersey, igual que él, que se olvidó de los nervios y bajó corriendo del coche.

— ¿Qué fue lo primero que dijo? —preguntó Paula con una sonrisa.

—«Hola. Soy tu pequeño, Ariel».

—Oh, Pedro.

—Mi  hermana  dijo:  «Té  reconocería  en  cualquier  parte.  Eres  mi  hijo  y  te  he  echado  mucho de menos».

— ¿Qué dijo Ariel?

— «Espero que no estuvieras muy triste, mamá. Echar de menos a alguien pone triste a la gente».

—Eso es propio de Ari. Es tan sensible a los sentimientos de los demás.

—Lo es —corroboró Pedro—. Después, perdí la cuenta de las preguntas. Cuando Caro le preguntó si le gustaría ver los restos de unos edificios que quedaron enterrados en el mar, lo desarmó. Ari tomó su mano y se fueron juntos.

— ¿Te pidió primero permiso?

—No.

—Eso es porque Ari sintió su amor. Funcionará, Pedro. Lo sé.

—Yo también lo sé.

Habló  en  voz  grave,  un  poco  ronca.  Desde  que  habían  empezado  a  hablar  tenían  las  manos entrelazadas.  Avergonzada,  Paula lo  soltó,  aunque  Pedro no  parecía  desear  romper  el  contacto. El  regreso  de  Ari  los  había  atrapado  en  un  tumulto  de  emociones  difíciles de definir o contener.

1 comentario:

  1. Hermosos capítulos! Ojalá Pedro se saque a Erica de encima! Es con Pau con quien tiene que estar!

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