«Oh, Fede. Ya fue bastante cruel lo que me dijiste el otro día en presencia de Erica. Pero nunca podré perdonarte lo que le hiciste a mi mejor amiga». Su dolor y su furia eran demasiado profundos para ser expresados. Lo único que pudo hacer fue estrechar con fuerza a su amiga. Durante mucho tiempo permanecieron abrazadas. Paula, con el rostro brillante de lágrimas, fue la primera en separarse. Tomó las manos de Caro.
—Pedro me dijo que si te contaba exactamente lo que le había contado a él, me perdonarías.
— ¿Conoces a Pedro? —preguntó Caro, que apenas podía ver a través de las lágrimas.
A continuación, Paula le relató su visita a Pedro y cómo había acabado haciendo el crucero hasta Grecia con él. La mente de Caro daba vueltas con tanta información.
—Entonces, si estabas en el barco, has conocido a...
— ¿Ariel? —Se adelantó Paula, y una sonrisa surcó su rostro—. Pasé siete días fantásticos con él. Se parece tanto a tí, es increíble. En cuanto supo que habíamos sido amigas en Suiza, no paró de hacerme preguntas sobre tí. Le dí unas fotografías tuyas y las estuvo mirando durante horas. Siempre las lleva en el bolsillo.
Para entonces, Caro estaba sollozando de forma entrecortada. Más lágrimas afloraron a los ojos de Paula.
—Caro, eres una mujer tan afortunada. Es adorable, te va a encantar cuando lo veas mañana. Si alguna vez tengo un hijo, quiero que sea como él. Y sé que Pedro piensa lo mismo.
En cuestión de segundos, el dolor de Caro se había transformado en alegría, y todo porque Paula había aparecido en la villa como una respuesta a sus oraciones. Miró a su amiga con nuevos ojos. Su rostro se había puesto radiante al mencionar a Pedro, casi como si... No. No era posible. Pedro y Erica iban a casarse. Y sin embargo, su hermano había hecho algo inusitado al invitar a Paula al crucero cuando iba a casarse con otra mujer en menos de cuatro semanas...
—Quiero que mañana estés presente cuando llegue Ariel, Pau. Ya te conoce, y se encuentra a gusto contigo y con Pedro. Creo que será más fácil para él conocerme si estoy rodeada de las personas en las que confía. Sobre todo si nada más yerme decide regresar corriendo con sus padres de Nue...
—No digas eso —la cortó Paula—. Ni siquiera lo pienses. Esta noche Pedro va a decirle que te verá mañana por la mañana. Sé que Ariel ha estado esperando ese momento desde que tiene uso de razón.
—Tal vez sea cierto, pero a veces la realidad no responde a nuestros sueños.
—Entonces, quiérelo mientras esté aquí y deja que tome la decisión cuando esté listo. Tal vez tenga que pasar tiempo entre Grecia y Nueva York hasta que sepa dónde será más feliz. Paula siempre había tenido la cabeza sobre los hombros.
—Lo que has dicho tiene perfecto sentido. ¿Tienes alguna idea de lo felíz que soy de que formes parte otra vez de mi vida?
— ¿ Y por qué crees que he venido? Nada me ha ido bien desde que me fui de Suiza sin aclarar nuestra relación.
El temblor en su voz le incitó a Caro a creer que su amiga también había sufrido de otras maneras. En poco tiempo, pensó, sabría la verdad. En una ocasión, se habían contado casi todo, y volverían a hacerlo. Caro se maravilló de que el vínculo entre ellas, que debería haberse roto hacía años, pareciera más fuerte que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario