Pero el resto de la frase no brotó de sus labios. Alguien estaba saliendo del asiento trasero de la limusina. Caro sólo había conocido una persona con el pelo que brillase como oro hilado rojizo a la luz del sol. Pero había sido una adolescente de larga melena que confinaba en trenzas cuando no podía soportar su comportamiento rebelde. La mujer elegante se volvió hacia ella. Caro se quedó mirando un par de ojos azules inolvidables del mismo color que su traje. Brillaban con lágrimas y parecían implorar a Caro.
—Bonjour, chere amie —dijo la voz que tan bien recordaba en francas—. Est-ce que tu me souviens?
Era Paula. ¿Estaría soñando?
— Claro que me acuerdo de tí.
—Pero no con cariño —dijo, cambiando al inglés—. Te hice mucho daño y de paso, me hice daño a mí también.
Caro asió su bolso con fuerza mientras los recuerdos de aquel momento oscuro y doloroso de su vida volvían con fuerza a su mente. Que Paula apareciera de la nada y reconociera lo que le había hecho era demasiado insólito. Movió la cabeza, apenas capaz de creer que aquello estaba pasando.
— ¿Qué haces aquí?
—Podría decirte que estoy de vacaciones, y es cierto, pero en realidad he venido a verte. Sé que llevo seis años de retraso, pero me gustaría explicarte por qué me distancié de tí y puse fin a nuestra amistad. La sinceridad que emanaba aquella mujer le hacía recordar a su amiga Paula, antes de su dolorosa ruptura.
—Si no te sientes capaz de escucharme, no te culparé. Simplemente le pediré a Juan que me lleve al hotel.
Parpadeó con confusión.
— ¿Cómo conoces a Juan?
—Es una larga historia. Caro, si quieres que me vaya, me iré. Pero antes, quiero que sepas que lo que hice hace seis años fue porque te quería, por ninguna otra razón. Siempre te he querido como a una hermana y siempre te querré.
Se volvió para volver a subir al coche. La acción sacó a Caro de su estupor.
—Espera, Paula. No te vayas.
Paula vaciló, luego dió media vuelta.
— ¿Lo dices en serio? —preguntó con voz trémula, revelando una vulnerabilidad contra la que Caro no tenía defensas.
—Sí. Sí has venido desde tan lejos sólo para verme, lo menos que puedo hacer es escuchar lo que tienes que decir.
—Gracias a Dios, no has cambiado, Caro —gimió en voz baja—. Sigues siendo la misma persona maravillosa que se convirtió en mi mejor amiga. Pero no quiero molestarte, sobre todo cuando es obvio que ibas a ir a alguna parte.
— Sí, a la iglesia que hay en lo alto de la colina. ¿Por qué no me acompañas? Será como en los viejos tiempos en Montreux, cuando íbamos de excursión los fines de semana al lago y pasábamos todo el tiempo hablando.
Las dos sonrieron al recordar aquellos días antes de la catástrofe. Empezaron a caminar por el camino bordeado de árboles que las conduciría montaña arriba. Después de unos minutos de silencio, Paula barbotó:
—Caro, necesito que me prometas una cosa.
Caro inspiró profundamente.
—Me pides algo muy difícil.
— Lo sé, pero lo haré de todas formas.
—Está bien, ¿Qué debo prometerte?
Paula se humedeció los labios nerviosamente.
—Que recordarás que lo que te cuente pasó hace mucho tiempo y que no va a alterar tu amor o tu relación con Federico.
¿Federico? La sola mención de su hermano la angustió. ¿Qué le había hecho Fede a Paula en Chamonix? ¿Se habría acostado con ella, o peor, la habría violado?
— Te lo prometo — mintió—. Dime qué fue lo que hizo.
Paula inició el relato de la última noche que pasaron en Chamonix, cuando había entrado en el baño y había oído lo que Federico hablaba con Caro. De repente, Caro rememoró las palabras crueles de Fede... pero comprendió que Paula también las había oído. Gimió horrorizada. Ninguna adolescente habría sobrevivido a un ataque tan brutal de un hombre como Fede. Sabía que Paula lo adoraba, y sin embargo, él se había burlado de ella, la había despreciado física y emocionalmente, se había reído de la profesión de su padre y había puesto en duda sus motivos para salir con Caro. Y había hecho que Pedro pareciera un monstruo, asustando a Paula. No era de extrañar que hubiese pedido una nueva compañera de habitación y se hubiese retirado a un lugar solitario a lamer sus heridas. Y mientras tanto, no había dicho ni una sola palabra en contra de Fede. Ni siquiera en aquellos momentos quería que lo culpara.
Muy buenos capítulos! Quiero que Pedro se deshaga de Erica! Que lindo que Caro sepa la verdad!
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