domingo, 16 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 34

Pero  el  resto  de  la  frase  no  brotó  de  sus  labios.  Alguien  estaba  saliendo  del  asiento  trasero de  la  limusina.  Caro sólo  había  conocido  una  persona  con  el  pelo  que  brillase  como oro hilado rojizo a la luz del sol. Pero había sido una adolescente de larga melena que confinaba en trenzas cuando no podía soportar su comportamiento rebelde. La  mujer  elegante  se  volvió  hacia ella.  Caro se  quedó  mirando  un  par  de  ojos  azules  inolvidables del mismo color que su traje. Brillaban con lágrimas y parecían implorar a Caro.

—Bonjour, chere amie —dijo la voz que tan bien recordaba en francas—. Est-ce que tu me souviens?

Era Paula. ¿Estaría soñando?

— Claro que me acuerdo de tí.

—Pero no con cariño —dijo, cambiando al inglés—. Te hice mucho daño y de paso, me hice daño a mí también.

Caro  asió  su  bolso  con  fuerza  mientras  los  recuerdos  de  aquel  momento  oscuro  y  doloroso de su vida volvían con fuerza a su mente. Que Paula apareciera de la nada y reconociera  lo  que  le había  hecho  era  demasiado  insólito.  Movió  la  cabeza,  apenas capaz de creer que aquello estaba pasando.

— ¿Qué haces aquí?

 —Podría  decirte  que  estoy  de  vacaciones,  y  es  cierto,  pero  en  realidad  he  venido  a  verte.  Sé  que  llevo  seis  años  de  retraso,  pero  me  gustaría  explicarte  por  qué  me  distancié de tí y puse fin a nuestra amistad. La sinceridad que emanaba aquella mujer le hacía recordar a su amiga Paula, antes de su dolorosa ruptura.

—Si no te sientes capaz de escucharme, no te culparé. Simplemente le pediré a Juan que me lleve al hotel.

Parpadeó con confusión.

— ¿Cómo conoces a Juan?

—Es  una  larga  historia.  Caro,  si  quieres  que  me  vaya,  me  iré.  Pero  antes,  quiero  que  sepas que  lo  que  hice  hace  seis  años  fue  porque  te  quería,  por  ninguna  otra  razón.  Siempre te he querido como a una hermana y siempre te querré.

Se volvió para volver a subir al coche. La acción sacó a Caro de su estupor.

—Espera, Paula. No te vayas.

Paula vaciló, luego dió media vuelta.

— ¿Lo  dices  en  serio?  —preguntó  con  voz  trémula,  revelando  una  vulnerabilidad  contra la que Caro no tenía defensas.

—Sí.  Sí  has  venido  desde  tan  lejos  sólo  para  verme,  lo  menos  que  puedo  hacer  es  escuchar lo que tienes que decir.

—Gracias  a  Dios,  no  has  cambiado,  Caro  —gimió  en  voz  baja—.  Sigues  siendo  la  misma  persona  maravillosa  que  se  convirtió  en  mi  mejor  amiga.  Pero  no  quiero  molestarte, sobre todo cuando es obvio que ibas a ir a alguna parte.

— Sí, a la iglesia que hay en lo alto de la colina. ¿Por qué no me acompañas? Será como en los viejos tiempos en Montreux, cuando íbamos de excursión los fines de semana al lago y pasábamos todo el tiempo hablando.

Las dos sonrieron al recordar aquellos días antes de la catástrofe. Empezaron a caminar por  el camino  bordeado  de  árboles  que  las  conduciría  montaña  arriba.  Después  de  unos minutos de silencio, Paula barbotó:

—Caro, necesito que me prometas una cosa.

Caro  inspiró profundamente.

  —Me pides algo muy difícil.

— Lo sé, pero lo haré de todas formas.

—Está bien, ¿Qué debo prometerte?

Paula se humedeció los labios nerviosamente.

—Que recordarás que lo que te cuente pasó hace mucho tiempo y que no va a alterar tu amor o tu relación con Federico.

¿Federico? La  sola  mención  de  su  hermano  la  angustió.  ¿Qué  le  había  hecho  Fede  a  Paula en Chamonix? ¿Se habría acostado con ella, o peor, la habría violado?

— Te lo prometo — mintió—. Dime qué fue lo que hizo.

Paula inició  el  relato  de  la  última  noche  que  pasaron  en  Chamonix,  cuando  había  entrado  en  el  baño  y  había  oído  lo  que  Federico  hablaba  con  Caro.  De  repente,  Caro rememoró las palabras crueles de Fede... pero comprendió que Paula también las había oído. Gimió horrorizada. Ninguna adolescente habría sobrevivido a un ataque tan brutal de un  hombre  como  Fede.  Sabía que Paula  lo  adoraba,  y  sin  embargo,  él  se  había  burlado  de  ella,  la  había  despreciado  física  y emocionalmente,  se  había  reído  de  la  profesión de su padre y había puesto en duda sus motivos para salir con Caro. Y  había  hecho  que  Pedro  pareciera  un  monstruo,  asustando  a  Paula.  No era  de  extrañar que hubiese pedido una nueva compañera de habitación y se hubiese retirado a  un lugar  solitario  a  lamer  sus  heridas.  Y  mientras  tanto,  no  había  dicho  ni  una  sola  palabra en contra de Fede. Ni siquiera en aquellos momentos quería que lo culpara.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Quiero que Pedro se deshaga de Erica! Que lindo que Caro sepa la verdad!

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