viernes, 28 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 63

—Si me disculpas —susurró con voz ferviente—, quiero telefonear a Carlos Gordon antes de acostarme. Sé que tu servicio de seguridad ya se ha puesto en contacto con él, pero hay algunos asuntos personales de los que me gustaría hablar con Carlos.

—Adelante. Yo me quedaré levantado esperando a Fede. Buenas noches.

—Buenas noches, Pepe.

Pedro se deleitó contemplando sus piernas moldeadas mientras subía rápidamente las escaleras.  Emanaba  energía  suficiente  para  contagiar  a  todo  un  grupo  de  personas.  Anhelaba poder sentir aquella energía toda para sí.

Paula llegó  a  su  habitación  casi  sin  aliento.  En  cuanto  cerró  la  puerta,  se  recostó  en  ella. «Estoy  en  apuros.  Después  de  cómo  besé  a  Pedro  hace  un  rato,  va  a  saber  que  estoy enamorada  de  él.  ¡Esto  no  entraba  en  el  plan!  No  puedo  volver  a  cometer  ese  error.  Tengo que asegurarme de estar siempre rodeada de gente» Cargada de adrenalina, se dio una ducha, se preparó para acostarse y llamó a Carlos por teléfono. No estaba en su despacho, así que dejó  un mensaje diciendo que volvería a intentarlo al día siguiente. Todavía agitada, se metió en la cama con un libro pero no pudo concentrarse. Renunció a  mirar  las  páginas  y  encendió  la  televisión  para que  el  ruido  ahogara  los  latidos  frenéticos de su corazón. Diez minutos después, la apagó. Ya casi se  había  quedado  dormida  cuando  oyó  que  llamaban  suavemente  a  la  puerta.  No podía ser Caro, que habría entrado inmediatamente después. Volvieron a llamar.

— ¿Ariel? —Preguntó, y se incorporó en la cama—. Entra, cariño.


—Es la invitación más amable que me han hecho en mucho tiempo.

Fede. Entró y cerró la puerta.

—Siento no ser Ariel. ¿Tiene por costumbre despertarte?

Paula se cubrió hasta la barbilla con las  sábanas.

—No,  claro  que  no.  Tuvo  una  pesadilla  una  vez  en  el  barco  y  vino  a  mi  habitación porque Pedro estaba dormido.

—Entiendo —fue su comentario pensativo—. Salí a tomar una copa con un viejo amigo del  colegio  y  he  regresado  más  tarde    de  lo  que  pensaba.  Sé  que  ya  son  casi  las  doce,  pero   esperaba   que pudiésemos   hablar   a   solas...   Si   no   te   pido   perdón   ahora,   seguramente no podré reunir otra vez el valor de hacerlo.

Una visita de Fede a medianoche, y dispuesto a disculparse, era lo último que Paula habría esperado. Había supuesto que preferiría la compañía de Pedro.

— ¿Te importa que esté en tu habitación?

—No. Pero abre la puerta, de lo contrario no estaría bien visto. Rió suavemente mientras lo hizo.

 —Gracias, Paula. No has cambiado. Siempre has sido generosa —murmuró.

Luego, en lugar de buscar una silla se sentó al borde de la cama, junto a ella. Paula se trasladó al extremo opuesto y preguntó:

— ¿Por qué quieres pedirme perdón? Oyó cómo inspiraba profundamente.

—Déjame  empezar  diciendo  que  ya  me  he  disculpado  ante  Caro.  Tuvimos  una  larga  charla  esta  noche.  Me  lo  ha contado  todo.  Cuando  terminó,  me  sentí  como  un  idiota.  No tenía ni idea de que hubiese estado pensando en suicidarse, ni lo crucial que fue tu presencia para salvar su vida. Las lágrimas se agolparon en la garganta de Paula al recordar aquella época dolorosa.

— Y  luego  tuve  que  aparecer  yo  y  echarlo  todo  a  perder...  como  un  niño  malo  que  destruye de una patada un castillo de arena. «No  era  un  castillo  de  arena,  Fede,  era  mucho  más  importante.  Pero  supongo  que  estás haciendo lo posible para disculparte».

— Supongo  que  lo  que  me  gustaría  saber  es  por  qué  has  tardado  tanto  en  reaparecer.  ¿Tanto daño te hice que no has podido enfrentarte a mí hasta ahora?

Paula dobló las rodillas bajo las sábanas.

—El único daño que me hiciste fue herir mis sentimientos, pero ya lo he superado. La ruptura  con Caro es  otra  historia.  Pero  aunque  no  hubieras  hecho  lo  que  hiciste,  su  vida y la mía habrían tomado caminos diferentes, y habríamos mantenido nuestra amistad a larga distancia, tal vez pasando unos días al año juntas. Para serte del todo sincera, no pensé demasiado en el pasado, cuando me fui de Suiza. Los años en la universidad me mantuvieron  ocupada,  y  luego  estuve  viviendo  con  mi padre  en  la  base  hasta  que  murió.

No hay comentarios:

Publicar un comentario