—Creía que habían evacuado a todo el mundo.
— Así es. Allí sólo estaba la policía y el equipo de la compañía de gas. No me extrañaría que algunos paparazzi hubiesen pagado a alguien del personal para obtener información sobre un cliente. Ya ha ocurrido otras veces.
— ¡Pero eso es un delito!
—Paula, dame tu número de teléfono y te volveré a llamar dentro de un día o dos. Quiero que mi detective privado investigue este asunto antes de que el personal entre mañana a trabajar.
—Está bien.
Después de darle los datos, Carlos dijo:
—Por cierto, ¿Sigues sin querer que te encuentren?
Paula sintió que se le helaba la sangre.
— ¿Paula?
— ¿Es... es que alguien ha intentado localizarme?
—Sí. Un tal coronel Dodd. Dice que es un gran amigo de la familia.
Cielos, no. Paula asió con fuerza el auricular.
—Era el mejor amigo de mi padre... al menos, eso pensaba.
—Al parecer, telefoneó al doctor Rich, que a su vez, me telefoneó a mí. Puse sobre aviso a Elena, y no le dijo nada al coronel cuando se presentó en el instituto preguntando por tí.
— ¿Carlos? —gritó con voz frenética—. Escúchame. Él y quienquiera que esté con él son los que intentaron entrar en tu ordenador, estoy segura.
Después de un breve silencio, Carlos dijo:
— ¿Qué tiene en contra tuya, cielo?
—Tengo pruebas sobre algo que están encubriendo, un asunto que seguramente parte de la Casa Blanca. Estoy segura de que Marcos está obedeciendo órdenes de alguien del Pentágono, seguramente un tal general Berman. El médico de la base me dijo que mi padre había muerto de un ataque al corazón, pero sé que lo habían asesinado por guardar los negativos de unas fotografías confidenciales de Marte. Mi padre me habló de ellas en su lecho de muerte, me dijo dónde las había escondido... Al decirle que se las daría a Marcos, papá reaccionó tan violentamente que supe que algo iba mal. Murió antes de que pudiera preguntarle qué debía hacer con los negativos. En aquel momento, inspiró profundamente mientras trataba de borrar de su mente aquel triste recuerdo.
—Tiempo después, Sean empezó a insistir en venir a casa para ayudarme a ordenar las cosas de papá. Se mostró tan agresivo al respecto, que comprendí que quería las fotografías... y que seguramente había sido él el asesino de mi padre. Estaba tan aterrorizada que no sabía en quién confiar. Por eso llamé al doctor Rich. Al hablarme del instituto, me pareció algo providencial y desaparecí sin dejar rastro. Pero hace tres meses intenté hablar con mi antiguo jefe y me dijeron que Manuel había tenido un ataque al corazón. Sin duda ha sido cosa de Marcos. Me temo que eres la próxima persona en su lista. No puedes ir mañana al trabajo, Carlos. Te matarán. No podría soportarlo.
Carlos emitió un gruñido.
—Ojalá me hubieras hablado de esto mucho antes. Por fin tengo la explicación completa de tu idea de casarte con Federico. No sólo querías vengarte, también buscabas protección. Y reconozco que la seguridad que ofrece la familia Alfonso, que es poderosa tanto económica como políticamente, no es peccata minuta. Tiene sentido.
— ¿Entonces me crees?
—Excepto por una mentira por omisión, eres la persona más sincera que he conocido. Sí, te creo. Lo que pasó hoy no fue obra de un aficionado. Hubo que evacuar toda una manzana.
—Entonces, haz las maletas y lleva a tu esposa y a tu familia a un lugar seguro, por Favor.
—Deja que yo me preocupe por los míos. ¿Qué harás tú?
—Pensaba pasar un tiempo en Grecia con Caro, pero ahora que tengo la prueba de que Sean no va a parar hasta encontrarme, tendré que irme mañana. Aquí hay demasiadas personas a las que quiero. Lo último que desearía sería poner en peligro sus vidas.
— ¿A dónde irás?
—A Los Ángeles. Allí podré perderme y averiguar cómo está Manuel. Si todavía razona, me ayudará a elaborar un plan.
—Es preciso que entres en el programa de protección de testigos mientras se investiga la situación. Veré lo que puedo hacer.
— ¿Carlos? —gritó conmocionada—. ¿Quién eres exactamente?
—Un amigo, espero. Pero para responder a tu pregunta, te diré que solía trabajar como psicólogo para el FBI. Después de veinticinco años en el cuerpo, decidí llevar una vida normal y anónima. El instituto fue una oportunidad ideal.
—No me extraña que seas tan brillante en lo que haces.
—Eres muy amable, pero confiemos en que pueda serte de ayuda. Te daré un número de teléfono. Cuando llegues a California, llámame. La persona que conteste me transmitirá tu mensaje y ya pensaremos qué podemos hacer.
Paula se secó las lágrimas.
—Gracias por todo, Carlos. Pero por favor, no subestimes a Marcos.
—No lo haré, lo que es más importante todavía es que salgas de Grecia lo antes posible.
—Lo haré. —Espero tener noticias tuyas en un par de días.
Carlos colgó el teléfono.
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