Durante el tiempo que había emitido el programa La dimensión de Casiopea, se habían producido otros dos accidentes desagradables. En uno, una pequeña avioneta había derribado la torre de radio de Manuel. En otro, otro avión había causado destrozos temporales en su antena parabólica. Por mucho que las Fuerzas Aéreas lo negaran, Paula sabía que los altos mandos querían que Manuel abandonara la radio.
La muerte de su padre le había proporcionado la prueba irrefutable de sus actividades saboteadoras. Desde su muerte inesperada, temía por su valiente ex jefe. Manuel seguía emitiendo la verdad para una población cada vez más numerosa de oyentes que estaban hartos de mentiras. Antes de que Paula se fuera de Las Vegas, le había hecho prometer que se mantendría en contacto con él. Pero por su seguridad, así como la suya, no se había atrevido a establecer contacto con él desde su ingreso en el Instituto Miguel Ángel. Tenía miedo de que pudiera estar bajo vigilancia, de que le hubiesen intervenido la línea de teléfono o interceptado el correo. Su programa de radio era el único vínculo que mantenía con él, y hasta eso se lo habían negado. Paula sintió cómo la invadía la rabia, junto con el miedo. ¿Durante cuánto tiempo tratarían de sabotear el programa de Manuel aquella vez? La pregunta la mantuvo despierta el resto de la noche. A mediodía del día siguiente, no pudo soportarlo más y decidió telefonear al café Slot Machine de Las Vegas. Manuel siempre desayunaba allí después de terminar su programa. A veces, Paula lo acompañaba. A todos los que trabajaban en el local les encantaba El mundo de Draco, y Manuel era una celebridad.
Aprovechando un descanso en su horario, Paula salió del instituto y se alejó varias manzanas para llamar desde una cabina. Después de conseguir el número en información, pulsó las teclas y esperó que alguien respondiera a su llamada.
—Café Slot Machine —contestó una voz masculina.
—Hola, soy una amiga de Manuel Novak. – ¿No sabrá si...?
—Un momento, llamaré a Betty —la interrumpió antes de que Paula pudiera terminar la frase. Paula detestaba molestar a la encargada, pero tenía que averiguar si Manny se encontraba bien.
— ¿Sí? Soy Betty. Parecía más brusca de lo habitual, seguramente porque estarían abarrotados de clientes a aquella hora.
—Betty? Soy Paula Chaves—al no oír ninguna reacción, continuó—. Tal vez me recuerdes mejor como Casiopea. Antes de irme de Las Vegas solía ir al café con Manuel Novak. -
—Claro que te recuerdo, sobre todo por tus programas sobre los ovnis. ¡Eran estupendos! Lo de Manuel es una pena. Era una leyenda. Vamos a echarlo de menos. La voz de Rachel se volvió gélida.
—Llevo tiempo sin hablar con él. ¿Qué le ha pasado a Manuel?
— ¿No lo sabes? Ha tenido un ataque al corazón y ya no puede seguir con el programa. El pobre se ha tenido que ir a vivir con unos parientes suyos a California. «Dios mío».
— ¿Qué planes tienes para las vacaciones, Fede?
A juzgar por el tono de voz de Carolina supo lo que seguiría y deseó estar a kilómetros de distancia de Atenas. Pedro ya había despachado al ama de llaves para que la familia pudiera hablar en privado. Salvo que sus hermanos no se hablaban. Pedro hacía las preguntas que su padre habría hecho de haber estado presente. Federico daba respuestas sucintas y bruscas.
— ¿Tenemos que hablar de eso justo ahora?
—Creo que sí. No falta mucho para diciembre. Voy a hacer hueco en mi agenda y confiaba en que tú hicieras lo mismo.
Federico yació otra taza de café.
—Tengo carreras programadas hasta mediados de diciembre, y luego varias sesiones de fotos para Brousillac en Chamonix.
—Pero vendrás a casa en Navidad para ir a misa con la familia.
—No estoy seguro.
—Es importante que mantengamos la traición de nuestros padres.
— ¿Y si no puedo venir? —lo desafió.
Carolina se estremeció y detestó aquellos momentos en los que Federico se ponía difícil.
—Entonces supongo que tendremos que ir a verte.
Pedro nunca mordía el anzuelo que Federico le echaba. Carolina quería a sus dos hermanos, pero vivía atemorizada por Pedro y nunca quería averiguar qué pasaría si le hacía enfurecer.
—Fede, antes de que te levantes de la mesa, hay un asunto que quiero tratar con Caro y me gustaría que estuvieras presente, ya que te afectará a tí también.
Intrigada, Carolina se volvió hacia él.
— ¿Han fijado Erica y tú la fecha para la boda?
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