— ¿Erica lo ha visto alguna vez?
— No.
— ¿Y tú? ¿Lo has visto hace poco?
Después de un largo silencio, Pedro dijo:
—Siempre que estoy en Nueva York, lo veo todos los días.
— ¿Todos estos años? —barbotó Carolina con incredulidad. Pedro asintió—. ¿Quieres decir que durante todo el tiempo que estuve en el internado, en Suiza? ¿Y cuando viví contigo mientras iba a la universidad, en Nueva York?
—Eso es. En cuanto Ariel tuvo edad para comprender, le conté que era su padrino.
Federico lanzó un silbido.
— ¿Lo sabe alguien más?
—Sólo Costas y yo conocemos el secreto. Analía y Germán, que son dueños de un restaurante de Nueva York, son parientes lejanos suyos. Ariel cree que soy un buen amigo de su madre. Le dije que te había prometido cuidar de él.
Carolina sintió que las lágrimas inundaban sus ojos. Eran demasiadas revelaciones para asimilarlas todas de golpe.
—Lo quieres.
—Como si fuera hijo mío. Pronto lo adoptaré.
Caro creyó que no había oído bien. Al parecer, Fede tampoco.
—Primero le hablas a Caro de su hijo y le enseñas su foto —explotó—-. ¿Y luego le anuncias que quieres adoptarlo? Y tienes el valor de llamarme a mí cruel.
—Antes de que saques los pies del tiesto, Fede, déjame terminar. Ariel ha estado solo durante todo este tiempo. Caro renunció a él, diciendo que sólo un matrimonio con creencias religiosas podría adoptarlo. Pero Costas y yo pensamos que podría cambiar de idea algún día... y también pensamos en Fernando, que tal vez querría algún día volver y ofrecer un hogar a Caro y al bebé — Pedro miró a su hermana directamente a los ojos—. Así que Costas añadió la condición de que durante los cinco primeros años de la vida de Ariel, no podría ser adoptado. Si durante ese tiempo, Caro no se casaba con Fernando o con cualquier otro hombre que quisiera adoptar a Ariel, entonces, después del uno de enero, Ariel sería entregado en adopción. No falta mucho para esa fecha, y el tiempo se ha agotado. Podrá ser adoptado por cualquier pareja cualificada y no podremos evitarlo.
Analía y Germán ya han expresado su interés. Había otra salida, simplemente permitir que Ariel pasara a estar al cargo de Caro. Pero Pedro no creía que aquél fuera el momento idóneo para hablar de ello. A Costas le preocupaba que el juez cuestionara duramente ese punto. Para reducir el riesgo de una decisión que pudiera perjudicarla lo mejor sería que se casara con Erica y adoptaran a Ariel de inmediato. Sus revelaciones siguieron dejando perpleja a Caro.
-¿Quieres decir que durante todo este tiempo lo has mantenido a salvo para mí por si acaso lo quería? —no podía comprender aquel sacrificio.
—Por supuesto. Por buenos que fueran los consejos, no estaba seguro de que con apenas dieciocho años pudieras comprender lo que esa decisión significaba. Pero tendremos las manos atadas después del uno de enero.
Caro miró a Pedro con intensidad.
—Todos los días desde que renuncié a él, he querido decirte que había cometido un error, pero no dije nada porque creía que no podría darle al bebé todo lo que necesitaba.
—Tienes lo que nadie puede dar a Ariel — dijo con firmeza—. El amor de una madre. Seis años de dolor te han hecho madurar mucho. Creo que hablo en nombre de Fede cuando digo que queremos que Ariel conozca tu amor. Tendrás el respaldo financiero y emocional de todos en esta familia. ¿No es cierto, Fede?
—Por supuesto. No tenía ni idea de que todavía lamentabas su pérdida, Caro.
—Nunca he dejado de lamentarla —repuso con voz trémula.
—Bien, entonces, asunto arreglado —dijo Pedro—. Iré a Nueva York la próxima semana. Cuando vuelva, el día uno de diciembre, traeré a Ariel conmigo. Iremos directamente a Andros.
« ¿Voy a ver a mi hijo el uno de diciembre?» ¡Apenas faltaban unas semanas!
—Esto es un sueño. Tengo miedo de despertar.
Pedro sonrió.
—Hace unos meses le pregunté si quería pasar las vacaciones conmigo en Grecia. Se puso muy contento porque sabe que es aquí donde vive su madre. Siempre pregunta por tí, Caro, siempre quiere saber todo lo posible sobre tí. Cuando vengamos, será todo tuyo.
—¡No puedo esperar!
—Te corresponderá a tí decirle que estás preparada para cuidar de él y ser su madre de forma permanente. Estoy seguro de que sabrás cuándo será el momento idóneo para ello. Prepárate para un bombardeo de preguntas. Para empezar, enseguida se dará cuenta de que soy su tío, no su padrino. Pero debes comprender una cosa más. Quiere a sus padres de acogida y siempre querrá tenerlos en su vida.
—Por supuesto. Les estoy tan agradecida por haberlo querido todos estos años —susurro, todavía conmocionada—. Y es más que posible que después de conocerme no quiera dejarlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario