miércoles, 19 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 44

Su rostro se iluminó, provocando una transformación completa.

— ¡Sí!  Dice  que  ahora  puede  ocuparse  de  mí.  Quiere  que  viva  con  ella  todo  el  tiempo  porque me quiere. ¿Y sabes una cosa?

— ¿Qué?

— ¡Pepe es  el  hermano  de  mamá!  Y  tiene  otro  hermano,  el  tío  Fede,  que  va  a  enseñarme a esquiar.

—Eso  suena  maravilloso.  ¿Le  dijiste  a  tu  madre  que  querías  vivir  con  ella  más  que  nada en el mundo?

— No — su rostro feliz se ensombreció—. Tenía miedo.

—Porque pensabas que cuando Erica lo supiera, no se casaría con Pedro, y no quieres que él se sienta mal.

Ariel volvió a asentir.

—Pero no se lo digas a mi mamá.

El trauma de estar dividido de aquella forma podía ser fuerte para un adulto, y mucho más para un niño inocente que sólo quería amar y ser amado.

—Ven  aquí,  cariño  —lo  colocó  en  su  regazo  y  lo  abrazó,  meciéndolo  durante  largo  tiempo.

Paula anhelaba el consuelo tanto como él.  ¿Pero qué tenía que ver el deseo de Caro de vivir con su hijo con la decisión de Erica de casarse con Pedro?

—Hablaré con tu madre de esto. Tú quédate aquí. Iré a buscarla y le diré dónde estás. Si no le importa, los tres podemos cenar en mi habitación. Haremos una fiesta.

— ¡Genial!

—Encenderé la tele. Quédate viéndola mientras viene a buscarte, ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Apenas  había  cerrado  la  puerta  de  su  habitación  cuando  vió  a  Caro con  expresión  abatida a pocos pasos de distancia. Su amiga estaba agonizando, y no era de extrañar. Ariel no  le  había  dicho todavía  que  quería  vivir  con  ella,  sino  que  había  huido  con  una  excusa vaga. Corrió hacia su amiga y le rodeó los hombros con los brazos.

—Todo va a salir bien, Caro, te lo prometo. Ariel te adora, pero hay un problema que resolver primero con pedro. No tiene nada que ver contigo, te lo juro. Ahora mismo te está esperando en mi habitación. Le dije que  si  te  parecía  bien,  podríamos  cenar  juntos  los  tres  allí  esta  noche.  Lávate  la  cara  y  ve a verlo.

Caro gimoteó al tiempo que asentía.

— ¿No puedes decirme cuál es el problema?

—No.  Ariel  me  hizo  una  confidencia.  Tengo  que  hablar  con  tu  hermano,  sólo  él  puede  arreglar este asunto.

—Está abajo en el patio cubierto, con Erica.

— ¿De modo que ya ha llegado?

—Sí, hace unos minutos. Están tomando una copa.

—Me  temo  que  esto  no  puede  esperar  — le  dijo,  y  después  de  un  rápido  apretón  se  alejó por el pasillo.

— ¿Señor Alfonso?  Ante  aquella  interrupción,  Erica  emitió  un  sonido  de  protesta.  Pedro, en  cambio,  se  volvió  hacia  el  ama  de  llaves  con  alivio.  Apenas  hacía  unos  minutos  que  Erica  había  llegado y su conversación ya se había convertido en una batalla suscitada por los celos.

— ¿Sí, Melina?

— ¿Podría hablar un momento con usted? Volvió la cabeza para mirar a Erica.

— ¿Por  qué  no  vas  al  salón  y  te  calientas  junto  al  fuego  mientras  yo  averiguo  lo  que quiere?  Más  tarde,  después  de  la  cena,  seguiremos  hablando  —creyó  que  iba  a  protestar,  pero  pareció  pensarlo  mejor  y  se  limitó  a  asentir—.  Prometo  no  tardar  —la tomó por los hombros, le dió un beso en la frente y siguió a Melina a través del umbral hasta el pasillo.

—La señorita Chaves quiere hablar con usted. Lo espera en la biblioteca. Por precaria que fuese la situación con Erica, no pudo contener los fuertes latidos de su corazón al oír que Paula lo estaba esperando.

—Efcharisto, Melina.

 En pocos pasos, entró en su habitación favorita y cerró la puerta. Paula estaba de pie delante de los cuadros, pero se volvió al oírlo. El fuego ardía en la chimenea y su pelo brillaba como una llama. Pero su mirada nunca había sido más solemne.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Esa Erica merece desaparecer de una vez! Ojalá Pedro se la saque pronto de encima!

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