— ¿Estás bien? —murmuró junto a su pelo. Olía a champú y a agua de mar. Estaba empapada. ¿Qué le habían hecho?
—Ahora sí —dijo, temblando de pies a cabeza—. ¿Cómo supiste que estábamos aquí?
—Juan tenía órdenes de vigilarte. El resto fue fácil.
Pedro tuvo un sentimiento lúgubre al comprender que aquellos ojos azules que lo miraban con gratitud nunca brillarían con la clase de amor que sentía por ella.
—Sabíamos que Pepe vendría a por nosotros, ¿Eh, Pau? Pepe puede hacer cualquier cosa.
Los oficiales que estaban a su alrededor echaron atrás la cabeza y rieron. —
Ven —lo llamó el jefe de policía—. Te llevaremos al puerto en mi barco. Estoy seguro de que habrá algo de beber para un chico tan valiente como tú.
—Pero tuve miedo hasta que vino Pau.
—Yo también cuando no te encontrábamos —reconoció el jefe.
«Y yo», murmuró Pedro para sus adentros, inclinándose para abrazar al niño. Ariel y el jefe de policía se alejaron para subir a bordo del barco de policía, charlando como viejos amigos. Pedro, que todavía tenía el brazo sobre los hombros de Paula, no pudo dar un paso al sentir que ella deslizaba la mano hasta su cintura para retenerlo. Le lanzó una mirada inquisitiva.
— ¿Cómo podré pagarte por lo que has hecho?
—Has protegido a Ariel con tu vida. Ya es bastante pago.
— Si no me hubiese presentado en tu oficina, nada de esto habría ocurrido —Pedro volvió a oír el temblor en su voz.
—Si no hubieras venido a verme, no nos casaríamos y Ariel nunca pertenecería a Caro.
Paula desvió la mirada.
—He estado pensando en nuestra boda.
— Yo también.
—No has llegado a decirme cuánto tiempo crees que deberíamos estar casados.
— ¿Te molesta? ¿Tanta prisa tienes por divorciarte?
— ¡No! Por supuesto que no. Sólo quería que supieras que comprendo que echarás de menos la compañía de Erica, así que...
— ¿Quieres decirme que comprendes cómo yo, como muchos hombres, puede estar prometido un día y al día siguiente hacer el amor a otra mujer?
—Bueno...sí.
—Pau, no estoy enamorado de Erica. Creo que nunca lo he estado. Y al contrario de lo que piensas, no he pensado verla o hablar con ella otra vez a no ser que sea por casualidad —hizo una pausa—. Eres una mujer extremadamente comprensiva. Yo no me sentiría así si estuviera en tu lugar.
—Sólo trataba de ser razonable —dijo acaloradamente.
—Razonable. ¿Puede deberse a que estés enamorada de otro hombre que no te parezca tan abominable el hecho de que mantenga contactos ocasionales con otra mujer?
— ¡Ya te he dicho que no estoy enamorada de Manuel! No comprendo por qué no me crees.
—Te creo. Respecto a Manuel.
Paula volvió la cabeza para mirarlo.
— ¿ De qué otro hombre estás hablando?
—Del que estás enamorada. Del que llevas enamorada desde hace mucho tiempo. Frunció el ceño.
— ¡No hay ningún otro hombre!
—Entonces ¿cómo explicas la visita de mi hermano a tu habitación en mitad de la noche?
—Fede vino a disculparse.
—Tienen una historia desde hace seis años.
—Fue un enamoramiento de adolescente. A todas las chicas les pasa al menos una vez en la vida.
—El tuyo duró un poco más de la media, ¿No crees?
Pedro vió que a Paula le costaba tragar saliva.
— ¿Cuánto te contó Fede sobre nuestra conversación de anoche? —preguntó con ansiedad.
«Eso fue todo, Rachel? ¿Una conversación?»
— ¿Pepe ? ¿Pau? ¡Vamos, el barco se va!
—Ariel nos llama. Ha sido un día muy largo. Creo que es hora de que volvamos a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario