domingo, 30 de octubre de 2016

Dos Hermanos: Capítulo 69

Rodeando  a  su  sobrino  con  un  brazo,  utilizó  el  otro  para  ayudar  a  salir  a  Paula.  En  cuanto pudo  sostenerse  en  pie,  la  apretó  contra  su  cuerpo.  Fede  o  no  Fede,  era  su  vida.

— ¿Estás  bien?  —murmuró  junto  a  su  pelo.  Olía  a  champú  y  a  agua  de  mar.  Estaba  empapada. ¿Qué le habían hecho?

—Ahora sí —dijo, temblando de pies a cabeza—. ¿Cómo supiste que estábamos aquí?

—Juan tenía órdenes de vigilarte. El resto fue fácil.

Pedro tuvo  un  sentimiento  lúgubre  al  comprender  que  aquellos  ojos  azules  que  lo  miraban con gratitud nunca brillarían con la clase de amor que sentía por ella.

—Sabíamos que Pepe vendría a por nosotros, ¿Eh, Pau? Pepe puede hacer cualquier cosa.

Los oficiales que estaban a su alrededor echaron atrás la cabeza y rieron. —

Ven —lo llamó el jefe de policía—. Te llevaremos al puerto en mi barco. Estoy seguro de que habrá algo de beber para un chico tan valiente como tú.

—Pero tuve miedo hasta que vino Pau.

—Yo también cuando no te encontrábamos —reconoció el jefe.

«Y yo», murmuró Pedro para sus adentros, inclinándose para abrazar al niño. Ariel  y  el  jefe  de policía  se  alejaron  para  subir  a  bordo  del  barco  de  policía,  charlando  como viejos amigos. Pedro, que todavía tenía el brazo sobre los hombros de Paula, no pudo  dar  un  paso  al  sentir  que ella  deslizaba  la  mano  hasta  su  cintura  para  retenerlo.  Le lanzó una mirada inquisitiva.

— ¿Cómo podré pagarte por lo que has hecho?

—Has protegido a Ariel con tu vida. Ya es bastante pago.

— Si  no  me  hubiese  presentado  en  tu  oficina,  nada  de  esto  habría  ocurrido  —Pedro volvió a oír el temblor en su voz.

—Si no hubieras venido a verme, no nos casaríamos y Ariel nunca pertenecería a Caro.

Paula desvió la mirada.

—He estado pensando en nuestra boda.

— Yo también.

—No has llegado a decirme cuánto tiempo crees que deberíamos estar casados.

— ¿Te molesta? ¿Tanta prisa tienes por divorciarte?

— ¡No! Por supuesto que no. Sólo quería que supieras que comprendo que echarás de menos la compañía de Erica, así que...

— ¿Quieres  decirme  que  comprendes  cómo  yo,  como  muchos  hombres,  puede  estar  prometido un día y al día siguiente hacer el amor a otra mujer?

—Bueno...sí.


—Pau, no estoy enamorado de Erica. Creo que nunca lo he estado. Y al contrario de lo  que  piensas, no  he  pensado  verla  o  hablar  con  ella  otra  vez  a  no  ser  que  sea  por  casualidad —hizo  una  pausa—.  Eres  una  mujer  extremadamente  comprensiva.  Yo  no  me sentiría así si estuviera en tu lugar.

—Sólo trataba de ser razonable —dijo acaloradamente.

—Razonable. ¿Puede deberse a que estés enamorada de otro hombre que no te parezca tan abominable el hecho de que mantenga contactos ocasionales con otra mujer?

— ¡Ya te he dicho que no estoy enamorada de Manuel! No comprendo por qué no me crees.

—Te creo. Respecto a Manuel.

Paula volvió la cabeza para mirarlo.

— ¿ De qué otro hombre estás hablando?
—Del que estás enamorada. Del que llevas enamorada desde hace mucho tiempo.  Frunció el ceño.

— ¡No hay ningún otro hombre!

—Entonces  ¿cómo  explicas  la  visita  de  mi  hermano  a  tu  habitación  en  mitad  de  la  noche?

—Fede vino a disculparse.

—Tienen una historia desde hace seis años.

—Fue un enamoramiento de adolescente. A todas las chicas les pasa al menos una vez en la vida.

—El tuyo duró un poco más de la media, ¿No crees?

Pedro vió que a Paula le costaba tragar saliva.

— ¿Cuánto  te  contó  Fede sobre  nuestra  conversación  de  anoche?  —preguntó  con  ansiedad.

«Eso fue todo, Rachel? ¿Una conversación?»

— ¿Pepe ? ¿Pau? ¡Vamos, el barco se va!

—Ariel nos llama. Ha sido un día muy largo. Creo que es hora de que volvamos a casa.

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