—La señora DeMaio ha estado padeciendo fuertes dolores desde su caída. La lectura parece distraerla un poco.
—Estoy seguro de que ha agradecido tu ayuda, pero necesitaba hablar contigo antes de que nos retiráramos a dormir.
—Siento no haber estado disponible. Supuse que nos veríamos en el comedor para desayunar.
—Mañana no.
—No entiendo.
—Mañana, mejor dicho, hoy, los tres tomaremos un desayuno especial en mi camarote a las siete.
— ¿Tan pronto? —la emoción de aquella perspectiva desencadenó temblores por todo su cuerpo.
Pedro asintió.
-Arribamos a eso de las cinco de la mañana. Desembarcaremos después de desayunar e iremos en coche al helipuerto. Ari y yo iremos a mi oficina en Atenas, y tú a la antigua capital de Andros. Allí te esperará un coche que te conducirá a la villa de la familia., donde podrás ver a Caro.
— Me muero de ganas de verla — era la verdad—.. Pedro, Ariel no sabe lo que está pasando, ¿Verdad?
—Si te refieres a si sabe que va a ver a Caro pasado mañana, no. Le daré la noticia mañana por la noche. Pero sí sabe que mañana te vas e inicias tus vacaciones. Ya te echa de menos. Ha dicho que ojalá pudiéramos viajar juntos los tres.
«Yo también lo deseo».
— ¿Qué le dijiste?
—Le prometí que volveríamos a verte muy pronto. Dejó de llorar, pero no está muy contento. Has hecho un amigo para toda la vida.
Paula medio rió medio lloró, y luego utilizó la sábana para secarse las lágrimas de las pestañas.
—Es tan inteligente y adorable. Caro no va a creérselo. La envidio por tener un hijo así.
—Me has quitado las palabras de la boca —con un movimiento ágil y rápido se puso en pie y colocó la silla en su sitio—. Buenas noches, Paula.
-Antes de irme... ¿Dónde está mi chocolate?
Paula sonrió en la penumbra.
—Me temo que Ariel y yo nos lo comimos todo.
—La próxima vez acuérdate de guardarme un trozo.
La puerta se abrió y se cerró. «La próxima vez. Qué no daría yo por una próxima vez». «Acuérdate de Federico», pensó con desesperación. «El hombre que amas, el hombre que quieres... No, nunca ocurrirá. No si la persona que mató a mi padre me atrapa primero». Emitió un gemido y luego se tumbó boca abajo para ahogar las lágrimas en la almohada.
— ¿Qué es todo esto?
Pedro rió entre dientes porque la incredulidad en la voz de Paula había intensificado la alegría de Ariel.
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