lunes, 15 de mayo de 2017

Has Vuelto A MÍ: Capítulo 6

—Aquí tienes —le puso enfrente un pastel de duraznos—. Está caliente, como querías, pero tal vez no sea tan sabroso como los que sueles comer.

—No seas así —lo miró al ver que él no se sentaba. Usó todo su encanto para que la acompañara—. No te vas a ir al coche, ¿Verdad?

—Pau... —sus ojos se oscurecieron.

—Es la primera vez que me llamas así! —exclamó tomando un pedazo de pastel.

—Estoy casado —los ojos de Pedro reflejaron el tormento de la chica.

Aunque ya lo sabía, Paula sintió un nudo en la garganta.

—¿Y qué? —logró tragar—. Sólo quiero hablar contigo.

 Pedro vaciló, pero se volvió a sentar, resignado.

—Está bien —suspiró—. Habla. Te escucho.

Paula apartó los ojos de los de él.

—No es fácil —supo que debió dejar que él se marchara.  Jugar con Pedro Alfonso era como jugar con fuego. Y, a pesar de que conocía los riesgos y peligros, no había podido evitarlo—. Supongo... que sólo quiero que seamos amigos —al fin alzó los ojos—. Como dices, diez años es mucho tiempo.

—De alguna manera —Pedro la miró con hostilidad—. Yo dije que estaba dispuesto a olvidar el pasado, pero eso no significa que quiera que seamos amigos.

—¿No te parece que eso es algo contradictorio? — suspiró Paula—. ¿Cómo puedes decir que estás dispuesto a olvidar y luego usar eso como motivo para rechazar cualquier relación entre tú y yo?

—No me interesa hablar del asunto —se impacientó—. ¿Te importaría terminar para que nos vayamos?

—Somos personas diferentes —se inclinó hacia él—. Como has dicho,estás... casado. Yo estoy con otro hombre. Y... no sabemos nada el uno del otro en realidad. Me gustaría volver a conocerte; claro, de manera objetiva nada más. ¿No sería eso más civilizado?

—¡Civilizado! —se atragantó Pedro, ruborizado—. ¿Qué tuvo nuestra relación de civilizada? No conoces el significado de esa palabra, Paula. Me utilizaste. Me hiciste creer que me querías tanto como yo a tí. Y para tí todo fue un juego, nada más. Sólo querías que estuviera loco por tí. Bueno, pues eso se acabó. Aprendí la lección. No volverás a utilizarme.

—Eso no es cierto.

—¿Ah, no? —la miró con amargura—. Supongo que el hecho de que la chica con quien pensabas casarte se fuera a Estados Unidos con un guitarrista, no fue algo humillante, ¿verdad?

—No fue así —negó con la cabeza—. Sabes que yo era la niñera de los Kramer. Esteban Kramer no estaba interesado en mí. Estaba muy enamorado de Denise.

 —Mira, lo único que sé es que estábamos pensando en irnos a vivir juntos y al día siguiente te fuiste a Nueva York en un avión. Fue un tormento para mí, te lo aseguro. Por no decir que me destrozaste emocionalmente. Me sedujiste, Paula. Y ahora estás hablando de ser civilizados —se mofó.

—¡Qué... yo te seduje! — tragó saliva y contuvo el aliento—. ¿Acaso has olvidado que yo era virgen hasta que tú me hiciste el amor?

—No te hice el amor, hice el amor contigo —corrigió—. Oh, ¿Qué sentido tiene? El amor es una palabra que no significa nada para tí, ¿Verdad? Anda. Vámonos de aquí —se puso de pie—. ¿Vienes?

Paula agachó la cabeza. No tenía alternativa y él lo sabía. Mientras salían del restaurante, la volvió a invadir el resentimiento. No podía repetir muchas cosas que él había dicho, pero nunca aceptaría que sólo ella era responsable de la forma en que se había desarrollado su relación. Ella era inocente cuando fue por primera vez al cuarto que Pedro tenía en la universidad. No podía decirle que ella fue quien lo sedujo. Por unos momentos, la indignación la cegó. Cuando salieron del restaurante, lo tomó del brazo.

—No me importa lo que digas... ¡Tú me deseabas! —declaró con voz ronca y miró los ojos de Pedro.

Éste maldijo en voz baja y la tomó de la nuca.

—Ya lo sé —sus dedos la apretaron más.

 De pronto, inclinó la cabeza y la besó. Paula quedó embargada por el deseo. Era algo que no podía evitar. Todo fue muy rápido, inesperado. La súbita calidez de los labios de Pedro sobre su boca entreabierta la mareó. En vez de apartarlo de ella, se aferró a su camisa y un botón se desabrochó, permitiéndole acariciar el vello de su pecho.

—¡Dios!

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