viernes, 26 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 35

Paula  tragó saliva. Temblaba, pero a pesar de su temor, quería hacer lo que él sugería.

—Yo... está bien —se arqueó para que Pedro pudiera quitarle la prenda. Pero profirió una exclamación de protesta cuando él hundió la cara entre sus muslos—. Pepe... ¡No deberías hacer eso!

—¿Por qué no? —inquirió al mirarla—. Te amo y quiero hacer el amor contigo. Y quiero que tú también me desees.

—Te... deseo —se humedeció los labios y, con un suspiro reacio, Pedro volvió a acostarse sobre ella.

—Está bien. Sin embargo, estoy demasiado vestido. Ayúdame.

Paula sintió algo de aprensión pero con decisión, le quitó los calzones. Y jadeó cuando tuvo entre sus manos su tensa masculinidad. Pedro tembló y la besó. Hundió la lengua en su boca, hambriento. Y ella también sintió el calor aterciopelado de su deseo. Le parecía que era tan grande y poderoso, que palpitaba con vida propia. A ella le pareció imposible que su cuerpo lo absorbiera y se asustó cuando él se apretó contra ella.

 —Relájate —jadeó contra su boca—. Estás listas para mí, mi amor. Lo puedo adivinar. Sólo déjame enseñarle lo que puedes sentir.

Paula se alzó contra sus dedos, abriendo las piernas cuando entendió lo que él quería de ella. Unas oleadas de inmenso placer le subieron por los muslos e invadieron todo su cuerpo, haciéndola aferrarse a sus hombros y suplicarle que siguiera. Empezó a jadear y ya no tuvo consciencia de nada más que de la necesidad que Pedro le había provocado. Se arqueó para tener una satisfacción que ni siquiera había imaginado que existiera, y cuando la experimentó, sintió que estallaba en mil pedazos. Y entonces, cuando sintió que el placer disminuía, se hundió en ella, suave, pero con firmeza. Paula contuvo el aliento al sentir un dolor breve e intenso en su vientre. El deleite que la había embargado por las caricias de él, fue sustituido por una sensación de dolorosa incomodidad. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

Sin embargo, Pedro había dejado de considerar los sentimientos de Paula antes que los suyos. Su propia necesidad prevaleció y tuvo que desahogarse. Se salió un poco y arremetió una, dos veces contra ella. Y luego salió por completo, temblando al experimentar el clímax, fuera de la chica. Durante uno momento, ella se sintió tan sorprendida, que no pudo hacer nada. Todo había sido muy diferente a lo que esperaba y la separación de él la había confundido. «Tanto alboroto para nada», pensó. Pedro seguía acostado con el brazo sobre la cara. Ella esperó poder vestirse antes de que él se diera cuenta.

—No te vayas, por favor —la tomó del brazo cuando ella se apartó un poco. Se alzó sobre un codo y la miró—. Lo siento. Pero no he podido contenerme.

—No importa —sollozó.

—Sí importa —le apartó un mechón de la sudorosa frente. El pelo le cayó sobre los hombros, suave y atrayente—. Quería que sintieras la misma maravilla que yo, pero... lo he estropeado todo.

—No importa —repitió y apartó la cara—. Este... ¿No deberías irte? Ya es tarde.

—¿Quieres que me vaya?

—¿Qué quieres decir con eso?

—Que quiero quedarme —susurró con la voz ronca—. Pau, no me mires así. Te prometo que haré que sea una experiencia fantástica para tí. Por lo menos, dame una oportunidad, ¿No?

—¿Cuándo? —lo miró fijamente.

—Ahora —hizo una mueca sonriente.

—¿Ahora? se escandalizó—. Pero... —miró su cuerpo y se ruborizó—. Yo pensaba...

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