domingo, 28 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 40

—¿Qué quieres decir con eso? —exclamó.

No podía recordar lo que le había dicho y Pedro suspiró con fuerza.

—Ella me dijo que siempre tuviste la intención de irte —le recordó—. Corrígeme si me equivoco, pero tengo la impresión de que eso no es cierto.

—¿Acaso importa ahora? —se separó más de él. La frescura que entraba por la ventana la hizo sentirse mejor—. Hace tanto calor

—se frotó la nuca—. No hay aire.

—Es el jerez —comentó Pedro y se acercó de nuevo—. Has estado bebiendo desde que volvimos del funeral.

—¿Cómo lo sabes? —Paula lo miró indignada.

—Te he estado observando —se encogió de hombros.

—No tienes derecho.

—¿No? —alzó una ceja y se le aceleró el corazón.

 —No.

—Pau—susurró—. ¿Por qué me dejaste? Tengo que saberlo.

—Lo sabes —replicó con tensión—. Yo... nuestra relación se estaba volviendo demasiado... densa. Tú querías casarte y yo no.

—No te creo —exclamó Pedro con dolor.

Paula trató de no tocarlo, pero fue algo irresistible y le acarició los tensos nudillos. Entonces, Pedro la tomó de la mano con un ademán sensual—. Pau —habló con voz ronca y ella no se apartó—. Te amo, Pau—masculló y le dio un beso en la palma de la mano—. Siempre te he amado. Siempre te amaré.

—No... —entonces se apartó y sintió que él la había herido.

Con esa pequeña acción, Pedro  había abierto de nuevo una herida.

—Por el amor de Dios, Pau —se acercó y la tomó por la nuca.

Paula trató de escapar, pero supo que era inútil. No se resistió. Creyó que iba a besarla, pero no fue así. Tan sólo la abrazó, metiendo las manos bajo su chaqueta, sintiendo la cálida piel de su esbelta cintura. Tenía apoyada la mejilla contra su pecho y, como Pedro se había aflojado la corbata, la invadió su aroma masculino.

—¿Sabes lo maravilloso que es esto? —murmuró después de un minuto.

Aunque Paula estaba de acuerdo, sus palabras la sacaron de su estupor.

—Tienes razón —pero le puso las manos en el pecho para empujarlo cuando él trato de besarla—. Yo... he bebido demasiado —prosiguió, sabiendo que no era eso lo que Pedro esperaba oír—. Creo que sería mejor que te fueras.

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