domingo, 21 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 21

—Así que no volverás a Estados Unidos después del funeral —comentó Pedro, al cabo de un rato.

 —No... Bueno, por lo menos, no enseguida —corrigió, cautelosa—. Mi madre quiere que me quede un tiempo.

—¿Y tú?

—Claro —se encogió de hombros—. Es muy agradable volver a ver a mi familia.

—¿Ah, sí? —arqueó las cejas—. ¿Entonces, por qué no hiciste un esfuerzo por venir antes? ¿Por qué tenía que haber un funeral para que regresaras? ¿Acaso estabas muy ocupada haciendo dinero?

—No tienes ningún derecho a decirme eso —contuvo el aliento.

 —Es cierto —concedió y suspiró—. Lo siento. Estoy tratando de que esto sea impersonal y objetivo, pero no es fácil.

—No deberías sacar conclusiones —apretó los labios—. Las cosas... no son muchas veces lo que parecen.

—¿No? —la miró con intensidad y Paula lamentó su comentario—, ¿Insinúas que hubo otros motivos por los cuales te fuiste de aquí?

—¡No! —Paula quería hacerlo olvidar sus sospechas—. He querido decir que tenías razones de peso para no volver —lo corrigió.

—¿Yo?

—¿Tú? —Paula escondió su asombro—. Este... no. No. Tú no. Yo... pensé que mi padre no me había perdonado. Y... tenía razón.

 —¿Por qué? ¿Ha sido muy duro contigo?

 —No precisamente —bajó la cabeza—. Preferiría que habláramos de otra cosa —alzó los hombros.

—Está bien. ¿Y ese fue el único motivo por el cual no quisiste volver antes al pueblo?

—Sí —«eso y que mi abuela me advirtió que me mantuviera lejos de la familia», se dijo para sus adentros.

Pedro no dijo más y ella sintió alivio. Le era más fácil tomar su vino y ver comer a los demás parroquianos. Y también era más seguro, pues, cada vez que abría la boca, sentía que enredaba más la situación y se dificultaban más las cosas. Amablemente, él le sugirió que pasaran al restaurante a comer.

—¿No podríamos tomar un sándwich aquí? —no quería estar mucho tiempo comiendo pues estaba convencida de que cometería más imprudencias—. Yo... me temo que no tengo mucha hambre.

—Está bien. Si eso quieres... Preparan una lasaña bastante buena, si te apetece.

—Yo… no— Un sándwich de jamón estará bien —le aseguró—. Y algo de café, si tienen.

—Claro que tienen, aunque no sé si te gustará —comentó secamente, antes de ponerse de pie—. Está bien. Vuelvo enseguida.

Cuando volvió, llevaba un plato lleno de sándwiches surtidos. Paula los miró con entusiasmo. Estaban recién hechos y el aroma del pan fresco le abrió el apetito.

—Traerán el café dentro de poco —volvió a sentarse—. Sírvete.

Paula mordió el pan crujiente con más entusiasmo que el que había mostrado durante años por la comida. Estaba segura de que tenían mantequilla y de que a David le daría un infarto si lo supiera, pues rechazaba abiertamente las grasas saturadas. Pero sólo Pedro era testigo de la transgresión y también comía sin preocuparse Por las calorías o el colesterol.

—Están deliciosos, ¿Verdad? —comentó él y Paula perdió toda prudencia.

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