viernes, 26 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 36

—¿Qué pensabas? —sonrió Pedro.

—Pues... este... ¿Puedes?

—Aja —le dió un beso en el hombro—. Si me dejas.

—¿Harás... lo de antes? —vaciló Paula.

—Espero que no —hizo una mueca de desagrado.

—Quiero decir... —se mordió el labio.

—Ya sé a qué te refieres —señaló y le lamió el pezón—. Y esta vez, no te decepcionaré.

Paula tenía miedo cuando Pedro se acomodó entre sus muslos. Sin embargo, no sintió dolor. Sólo una increíble sensación de plenitud que la hizo doblar las rodillas para que él pudiera hundirse en su interior. Pedro fue muy paciente y dejó que la chica llevara el ritmo. Paula sintió que sus músculos respondían cuando él empezó a moverse, que se contraían y expandían en torno a él, envolviéndolo. Contuvo el aliento al ser embargado por un placer inimaginable.

—Eres increíble —murmuró Pedro y le acarició los pezones tensos con los pulgares. Bajó la cabeza y le lamió la aureola, aumentando la excitación de Paula.

Poco a poco, Pedro aceleró el ritmo. La presión lo estaba incitando a hundirse más y más y el deseo que él había invitado era como un pulso palpitante en su interior. No fue como antes, cuando él la hizo experimentar su primer orgasmo. Esa vez, Paula estuvo segura de que enloquecería cuando los estremecimientos convulsivos la invadieron. Se aferró a él mientras oleadas de placer la hacían temblar. Cuando  quiso separarse, ella lo rodeó con las piernas. Atrapado en la curva sedosa de sus muslos,  se estremeció de modo incontrolable y la inundó. Incapaz de sostenerse, se desplomó sobre Paula. Y ella ya no quería separarse de él. Al contrario, estaba felíz; cansada pero totalmente satisfecha. «Hemos hecho el amor,» pensó, asombrada por su propia falta de timidez. Lo sentía, todo, y se propuso no dejarlo ir de su lado. Se mostró mucho menos entusiasta cuando se separó.

 —Esto ha sido una locura —la reprendió—. Podrías quedarte embarazada —hizo una mueca—. ¿Qué diría tu padre entonces?

—No me importa —no estaba arrepentida—. Me gustaría tener un hijo tuyo. Me gustaría tener muchos hijos, si así es como tienen que hacerse — añadió con suavidad.

Pedro se rió. Pero después insistió en que tomaran precauciones.

—Quiero tener hijos contigo, pero todavía no. No hasta que termine mis estudios y consiga un trabajo. Quiero casarme contigo en la iglesia de Lower Mychett y que todos sean testigos de mi amor por tí. No quiero tener que casarme contigo. Y quiero que seas toda para mí, por lo menos durante unos cuantos años.

Paula se preguntaba qué habría dicho su madre si se hubiera quedado embarazada. Pasaron juntos cada momento que tenían libre, después de aquella noche. En los seis meses que siguieron, idearon cientos de maneras de estar juntos y a solas. Una vez pasaron un fin de semana en los Cotswolds, en una cabaña que alquilaron a través de una agencia. A los dos les encantó fingir que estaban casados, dormir en una amplia cama y desayunar juntos en una soleada terraza. Paula no había sido tan feliz en toda su vida. Le parecía imposible que alguien pudiera destruir su felicidad. Y sucedió en junio, el día en que cumplió dieciocho años. Nunca supo por qué su abuela había escogido aquel día para darle la terrible noticia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario