domingo, 7 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 51

—¿Y con quién has ido a cenar? —le preguntó con la mayor naturalidad posible.

Paula  lo miró a los ojos y lo que vió allí la hizo dar varios pasos hacia atrás.

—Con Rocío.

La amiga que había estado con ella cuando Oli nació, pensó Pedro. Al instante se le relajó la tensión.

—¿Y cómo está?

 —Muy bien.

Pedro esperó a que le contara más, pero no consiguió nada.

—¿Se trataba de una ocasión especial?

—Sólo queríamos vernos —Paula se encogió de hombros y miró el reloj—. Mira, Pedro, te agradezco que hayas cuidado a Oli por mí…

«Pero es hora de irse», quería decir. El problema estaba en que él no estaba preparado para irse.

—Creí que ibas a venir más tarde y estoy viendo una película.

—Se está haciendo tarde.

Paula le estaba pidiendo que se fuera. Trató en vano de disminuir su molestia diciéndose que no podía tenerlo todo. En aquella misma sala la había apartado de sí al contarle la historia de su pasado, y no debía enfadarse porque hubiera funcionado.

—De acuerdo —Pedro agarró las llaves de su coche—. Tienes razón. Debería irme.

Volver a su gran casa vacía del campo de golf. Aquella mansión tan aburrida del campo de golf.

—Gracias por quedarte con Oli. Aunque la he echado mucho de menos.

 «¿Y a mí?», sintió deseos de preguntar. Pedro la miró. Sus ojos oscuros y su boca estaban hechos para ser besados. Apretó los puños para no atraerla hacia sí. Paula se estaba comportando exactamente como él quería que lo hiciera, y sería una estupidez desandar los pasos que había andado.

—De acuerdo —dijo Pedro—. Voy a…

Llamaron a la puerta y ambos se sobresaltaron. Paula parecía confundida cuando fue a abrir. Laura estaba allí, y abrió los ojos sorprendida cuando vió a Pedro.

—Hola —dijo mirando primero a Pedro y luego a ella—. Lo siento, no sabía que… vendré en otro momento.

—No pasa nada, Laura —Paula lo miró—. Pedro ya se iba.

—Sí, tengo que irme. Me alegro de verte, Laura. Yo sólo…

 Se escuchó el llanto de un bebé en el cuarto de Oli. Paula miró a la adolescente.

—Tengo que ir a ver qué le pasa.

—Yo iré —se ofreció Pedro—. Así ustedes pueden hablar.

—¿Estás seguro?

 —Completamente —afirmó Pedro—. Ustedes hagan como si yo no estuviera aquí.

Entró en el dormitorio y miró a su hija. Tenía los ojos cerrados y estaba tumbada boca abajo. Sollozó, pero él no quiso tomarla en brazos a menos que fuera absolutamente necesario despertarla del todo. Le puso la palma de la mano en la espalda y se la acarició suavemente sólo para hacerle saber que había alguien allí. Podía escuchar perfectamente las voces que llegaban de la otra habitación.

—Tengo algo que decirte, y no te va a gustar —la voz de Laura se quebró en un sollozo—. Estoy embarazada.

—Oh, Lau, no…

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