domingo, 28 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 39

Terminó casi de inmediato. Miguel empujó la silla de ruedas y Alejandra lo miró con afecto. Pero la calidez que ellos compartían le pareció algo pasivo en comparación con la pasión que había percibido unos instantes antes. Y aquello la estremeció. Al salir del panteón, empezó a temblar. Y no sólo porque Pedro la miró con la misma clase de amargura en los ojos. Hasta aquel momento, Paula siempre había albergado la esperanza de que tal vez su abuela se hubiera equivocado, que tal vez hubiera otro «Horacio» con el que estuvo mezclada su madre. Pero era cierto. Estaba segura de que Alejandra  había tenido una relación con el padre de Pedro y de que ella era la prueba viviente de ello.

Más tarde, Pedro la fue a ver al estudio de la granja. Cuando terminó el funeral, la familia y los amigos volvieron a la granja en donde esperaba un buffet preparado por la señora Davis. La casa estaba llena de gente, pues muchos conocían a Gloria a través de su trabajo en comités de la iglesia. Después de tomar tres copas de jerez, Paula se refugió en el estudio con la esperanza de huir de las expresiones de pésame de las que no se sentía merecedora. De todas maneras, estaba muy agitada y lamentaba su decisión de quedarse después del funeral. La noche anterior había llamado a David buscando consuelo, pero él tan sólo se mostró molesto de que ella prolongara su estancia en Inglaterra. Le dijo que su hogar estaba en Nueva York y que ella no le había importado a su familia durante todos aquellos años, así que no creía que sintiera nada por ellos. Había tratado de explicarle lo que pasaba; le contó el infarto de su madre, pero David no fue amable. Dijo que la echaba mucho de menos y que estaba descuidando la agencia. Que todo eso debía ser más importante que algo que había pasado diez años antes y que ya no tenía solución.

Paula no esperaba eso de David. Después de hablar con Pedro, después de soportar la agonía de recordar todo lo ocurrido diez años atrás, necesitaba el apoyo de David  y no sus recriminaciones. Esperaba restablecer sus vínculos con su vida actual, pero tan sólo la había confundido. La noche anterior estaba muy perturbada por los sentimientos que Pedro todavía despertaba en ella. Había querido probarse que exageraba las cosas y que en cuanto oyera la voz de David, recuperaría la sensatez. Pero no fue así. Y aquel día, después del incidente del funeral, temía que se avecinara lo peor.

Cuando Pedro entró en el estudio, lo miró disgustada.

—¿Qué quieres? —se irritó al verlo cerrar la puerta—. Por favor, vete y déjame sola, Pedro. Te advierto que no soy buena compañía.

Él la ignoró. Se acercó. Era mucho más guapo que cualquier hombre que hubiera conocido. Y todavía lo deseaba. El deseo de deslizarle las manos por el cuello casi la venció. Le dió la espalda para tranquilizarse.

—¿Ya... se está yendo la gente? —preguntó con naturalidad y terminó el contenido de su copa.

Ya llevaba cuatro. Se preguntó si el alcohol era responsable de la falta de control que tenía sobre su cuerpo. Se quitó la chaqueta, pero siguió sintiendo calor. Y cada vez que miraba a Pedro, sentía que el sudor le corría entre los pechos.

—No lo sé —contestó Pedro y tomó la copa vacía, revelando que estaba detrás de la chica—. Y no me importa mucho, ¿Y a tí? Siento que la anciana haya muerto, pero nunca fue amiga mía.

—No —Paula contuvo las ganas de volverse hacia él. Miró el jardín por la ventana. —Y, si lo que me has dicho es cierto, tampoco te quiso mucho a tí — prosiguió Pedro con suavidad. Le puso un mechón de pelo detrás de la oreja y ella se apartó.

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