lunes, 29 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 46

—¡A olvidarme! —Paula se hundió las uñas en las palmas y quiso preguntarle como podía hablar sin sentir el menor remordimiento.

—Sí, a tí —insistió—. Sabías lo que sentía Pedro por tí  en ese tiempo. Claro, sé que eras muy joven y tal vez no querías sentar cabeza, pero no creo que hayas dudado que eso fuera lo que él deseaba.

—Pero, ¿No te parece que nuestra relación fue imprudente? —Paula escogió sus palabras con mucho cuidado.

—¿Debido a las diferencias entre ustedes? Oh, no, no lo creo. Tal vez no eras la mujer ideal de lady Ana, pero el padre de Pepe siempre te ha querido mucho y lo sabes.

—Bueno, pues era de esperar, ¿No te parece? —se atragantó, pero Alejandra tan sólo se echó a reír.

—¿Lo dices porque él siempre tuvo debilidad por las chicas bonitas? — Exclamó con alegría—. Bueno, pues sí, supongo que sí.

—No, porque... soy tu hija —Paula se sintió como una traidora, pero su madre sólo suspiró, muy tranquila.

 —No sabía que estabas enterada de esa vieja historia —se tornó melancólica—. Sí, el padre de Pepe y yo fuimos... amigos hace muchos años. Me atrevo a decir que él nota el parecido entre tú y yo.

«Y no sólo el que hay entre nosotras», pensó Paula con tristeza, pero no tuvo el valor de decirlo. Su madre había dicho suficiente. Admitió que tuvo una relación con el padre de Pedro. No sabía que ella había leído las cartas.

—Bueno, de todos modos voy a hablar con Elena Davis cuando pueda — afirmó Alejandra para alivio de su hija—. Pero Candela debe saber que no te importan los rumores. Espero que no te haya hecho pasar un mal rato, hija. Me temo que sabe que sus días como esposa de Pepe están contados.




Paula  llamó a Adriana Reina aquella noche y confirmó que su socia se las arreglaba muy bien sin ella.

—Pero hace dos días que David viene a la oficina y que me pregunta si tengo noticias tuyas, si sé cuándo vas a volver —añadió Adriana—. Por el amor de Dios, sácalo de su tormento. Dile cuánto tiempo más piensas quedarte.

—No mucho más —respondió Paula, sabiendo que no volvía por Pedro. Sabía que era una locura después de lo que había averiguado, pero la idea de volver a separarse de él, la destrozaba.

—Vaya —se rió Adriana—. ¿Quieres que se lo diga, o vas a llamarlo tú?

—Díselo tú, Adri —contestó—. Espero volver esta misma semana. Te llamaré para darte la fecha exacta.

—Está bien.

Adriana colgó, pero Paula se quedó mirando el teléfono durante largo rato. La agencia y su vida en Nueva York le parecían algo lejano y distante. No tenía ganas de volver. Incluso consideraba la idea de abrir una agencia en Inglaterra para dividir su tiempo entre los dos países. Sin embargo, le parecía peligroso. Por enésima vez pensó que no debió volver a su patria. Pensaba que el fuego estaba apagado pero no, latía, vivo. Y recobraba su fuerza anterior y amenazaba con escapar de su control. A la mañana siguiente, lady Ana Alfonso la llamó. El padre de la chica fue quien contestó.

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