miércoles, 31 de mayo de 2017

Has Vuelto A Mí: Capítulo 53

—Pero si él había hecho todo lo posible —protestó Paula.

—Lo sé —exhaló—. Pero no era suficiente para él y desde entonces, ha hecho todo lo posible para que las cuadras sigan funcionando.

—¿Hasta vender parte de las tierras de Rycroft?

—Hasta eso. Pero no las granjas hasta ahora. No te preocupes —la advirtió Pedro—. No venderá la granja de tu padre si puedo evitarlo. He logrado convencerlo de que ya no puede hacer más por las cuadras. Y supongo que por eso Cande fue a verte. Tu regreso fue muy oportuno en lo que a ella se refiere.

—¿Porqué?

—¡Pau! —exclamó—. Sabe y siempre lo ha sabido que eras la única persona que podría convencerme de que me divorciara.

—De todos modos...

—Pau, lo haría por un precio, ¿Entiendes? Sería un divorcio amistoso, por un precio. Con un pago por adelantado. Sin hacer preguntas.

—Pero de todos modos podrías divorciarte, ¿No? No vivís juntos.

—¿Puedes probarlo? —inquirió triste—. A la primera insinuación de que yo me divorciaría de ella, Candela volvería de inmediato a Rycroft. ¿Y crees que mi padre la detendría? Por supuesto que no.

—Pero podrías marcharte de Rycroft.

—¿Y dejar a mi padre solo a merced de las maquinaciones de Candela? Claro que no. Sabe muy bien que me tiene atrapado con lo del divorcio. Tu vuelta ha sido una bendición para ella.

—¿Por qué? —gimió Paula y él gruñó.

—¿Por qué crees? ¿Por qué estamos sentados aquí ahora, hablando de esto? Porque no queremos que esta noche acabe.

—No...

—Sí —la interrumpió, pero sin tocarla—. Por eso esta situación es insoportable.

—No —se alejó lo más que pudo—. Te equivocas, Pepe...

—¿Ah, sí? —la miró fijamente—. Si te tocara ahora, ¿Me detendrías? ¿Me detuviste acaso el día en que tu abuela fue enterrada?

 —Eso fue diferente.

—¿En qué?

—Bebí demasiado jerez.

—Hoy también has bebido demasiado.

—Pepe, basta ya —suspiró—. Es inútil y lo sabes muy bien. Yo no regresé... por tí, sino porque mi madre me lo pidió.

—¿No volverías si yo te lo pidiera?

—No —tragó saliva cuando él le tocó la rodilla.

—¿Quieres que te demuestre que estás muy equivocada? —se acercó a ella y Paula sintió que se ahogaba.

—Voy... a casarme con... David —trató de abrir la puerta—. Por favor, déjame salir de aquí, Pepe. Ya no puedo más.

—Cálmate —se alejó y apretó el botón de la ventanilla de Paula—. Respira. No tienes que asustarte, te llevaré a casa. Tu padre nunca me lo perdonaría si no lo hiciera.

El sentido común prevaleció. Para cuando llegaron a la granja, Paula le dió las gracias y lo invitó a pasar. Había luz en la casa y la chica sabía que sus padres querrían charlar con Pedro. Sin embargo, éste declinó la invitación. Su expresión era tan sombría y triste que ella  sufría sólo de verlo. Tenía que darle ánimo antes de entrar en la casa. Sabía lo que quería decirle, que lo amaba y que viviría con él para siempre si pudiera, casada o no. No le importaban Candela ni las cuadras, ni siquiera Rycroft. Sólo le importaba él. Y quería que lo supiera. Pedro la miró entonces y debió ver en los ojos de Paula parte de lo que ella sentía, pues gimió y se acercó, alzándole la cara. Cuando la besó, ella entreabrió los labios de inmediato. Era un paraíso para ella sentirlo tan cerca y recordó las numerosas ocasiones en que Pedro la llevó a casa en el Mini, las largas y románticas despedidas. Entonces también la besaba, pero nunca con tanta urgencia, nunca con caricias tan desesperadas. Era como si él supiera, al igual que Paula, que sería su última oportunidad de estar solos. La chica quedó sumergida por la pasión de la caricia.

—Dios mío, Pau.. no me dejes —gruñó sobre su cuello y ella le metió la mano por el cuello de la camisa para tocarlo.

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