domingo, 7 de mayo de 2017

Amor Inolvidable: Capítulo 55

Pedro  estaba sentado en un extremo del sofá de la sala familiar con Oli en brazos mientras ella bebía de su taza con tetina. Su padre había dejado la conversación que mantenía y lo observaba desde el otro lado del sofá. Había momentos en que el amor que sentía por su hija lo golpeaba como un tsunami, abrumándolo con su poder. Aquél era uno de esos momentos, y parecía que encajara el hecho de que su padre estuviera allí.

—No es normal en tí que vengas sin avisar, papá. Me alegro de haber estado aquí.

—No ha sido casualidad. Me encontré con Paula en el Centro Médico Misericordia. Me dijo que estabas cuidando de Oli. Y por cierto, no es a tí a quien he venido a ver.

—Vaya. Me siento muy querido —Pedro sonrió cuando su padre puso los ojos en blanco—. ¿Cómo está mamá?

—Bien. Ha ido a comprar cosas para nuestro viaje a Alaska.

—¿Cuándo se van?

 —Dentro de unas semanas —Horacio se encogió de hombros—. Tu madre probablemente te lo dirá cuando estemos a punto de salir al aeropuerto.

—¿Tiene muchas ganas?

—Sí. Muchísimas.

—¿Y tú no? —preguntó Pedro.

—Estoy deseando tener a tu madre para mí solo durante diez días y…

 Pedro levantó una mano.

—No me des tanta información, papá.

Su padre sonrió.

—Es muy fácil ponerte nervioso. No supone ningún reto.

Pedro pensó que el verdadero reto estaba en llevar tanto tiempo casado. Él siempre había querido lo que sus padres tenían. Se llevaban muy bien. Se había casado para hacer lo correcto, y al final había resultado el mayor fiasco del planeta, aderezado con el truco más viejo del planeta: «Estoy esperando un hijo tuyo». Paula sí estaba esperando una hija suya y se tomó al pie de la letra que él se declarara enemigo acérrimo de ataduras y responsabilidades. Le sonrió a su hija, que estaba haciendo un gran esfuerzo por no quedarse dormida, y pensó que ahora se estaba comiendo aquellas palabras. Y no sólo por Oli. Nunca había conseguido olvidar a Paula, ni siquiera cuando dejaron de verse. El deseo que sentía por ella vivía en su interior, y así había sido desde el principio. Ahora era más fuerte que nunca, pero hacérselo saber a ella era lo peor que podía hacer.

—¿Sabes, Pepe? Siempre me ha gustado esa chica.

Pedro  escuchaba mucho últimamente aquel comentario.

—De acuerdo.

—Estaba bastante triste cuando la ví.

—¿Te contó qué le pasaba?

—Muchas cosas. Pero creo que lo que más le preocupa es sentir que le ha fallado a esa adolescente de su programa.

Pedro sabía que se había tomado muy mal la noticia del embarazo de Laura. También sabía que era una mujer fuerte.

—A veces se gana y otras se pierde.

—Ella no es responsable de las decisiones que toman otros —Horacio apoyó los codos en las rodillas—. Sólo de las suyas. Me contó lo del bebé que entregó en adopción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario